Putin quiere que dure

La guerra larga es económicamente un desastre global. Entraña un peligro nuclear permanente y un enorme potencial expansivo

Militares ucranios se preparan para disparar una pieza de artillería en la zona de Bajmut.

Militares ucranios se preparan para disparar una pieza de artillería en la zona de Bajmut.MADELEINE KELLY (EUROPA PRESS)

A nadie le interesa tanto la guerra larga como a Putin. Apostó por la más corta posible, la guerra relámpago, pero perdió y pasó a la fase siguiente. Ahora solo le interesa una guerra prolongada, hasta que se enquiste como un tumor maligno y paralizante en el costado de Europa.

Siempre habrá un depósito de benévolos argumentos para desviar las responsabilidades y aliviar la buena conciencia. La industria de guerra proporciona el más impresionante. Hay pocas dudas sobre la evolución de las acciones de los fabricantes de armas, pero no es razonable deducir que quienes las dirigen o son sus tenedores se han organizado y han conseguido obstaculizar cualquier iniciativa para pararla o terminarla.

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De igual o peor calibre es el que atribuye a la Casa Blanca la voluntad y el interés por prolongarla y exhibe como prueba los continuos y crecientes suministros de armas a Ucrania. A Estados Unidos, como a los 50 países aliados de Ucrania, le interesa terminar cuanto antes. Lo han explicado dos académicos estadounidenses, Samuel Charap y Miranda Priebe, en un trabajo muy ponderado tituladoEvitando la guerra larga, de Rand Corporation, disponible aquí.

La guerra larga es económicamente un desastre global. Entraña un peligro nuclear permanente y un enorme potencial expansivo, que amenaza los propósitos iniciales de Biden de mantenerla circunscrita a Ucrania y evitar la participación directa de la OTAN. Putin lo sabe. Cuanto más larga, más difícil será mantener la unidad hasta ahora ejemplar de los aliados. O que se concentren en otras tareas, como responder adecuadamente al desafío de China, tanto el global como el asiático de dominar Taiwán. La guerra larga interesa en todo caso a Xi Jinping, primer beneficiario de una Rusia exhausta y rota, lista para que su enorme vecino empiece a engullirla lentamente.

Una demanda célebre de Winston Churchill a Franklin Delano Roosevelt en 1940, después de la retirada británica del continente en las playas de Dunkerque, explica perfectamente el actual esquema: “Dadnos las herramientas y nosotros terminaremos la faena”. No fue así en la Segunda Guerra Mundial, pero ahora es lo que Zelenski está diciendo a Biden y a todos los aliados. De ahí la disposición a armar a Ucrania para que venza a Putin, en una operación como la llamada lend and leasing (préstamo y arriendo) con la que Washington pertrechó a británicos y soviéticos para que vencieran a Hitler, antes de verse obligados a entrar directamente en el conflicto por el ataque japonés a Pearl Harbor.

No termina aquí el argumento sospechoso respecto a Estados Unidos. La segunda parte va más lejos. A la falacia se suma la ignominia. Ya no habría guerra si Ucrania se hubiera quedado desarmada, claro. Tampoco habría Ucrania. Y a buen seguro, muy poca Unión Europea y escasa Alianza Atlántica. Quizás nada quedaría de ambas. El sueño de Putin hecho realidad.

SOBRE LA FIRMA

Lluís Bassets

Escribe en EL PAÍS columnas y análisis sobre política, especialmente internacional. Ha escrito, entre otros, ‘El año de la Revolución' (Taurus), sobre las revueltas árabes, ‘La gran vergüenza. Ascenso y caída del mito de Jordi Pujol’ (Península) y un dietario pandémico y confinado con el título de ‘Les ciutats interiors’ (Galaxia Gutemberg).

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