100 años del filólogo que encontró el idioma de la paz
| Edit. Salvador GARCÍA BARDÓN
Invitado como especialista en LingÛÍSTICA COMPARADA por:
Foto: Alte-aula-tuebingen-2018
Université Eberhard Karl de Tübingen
université allemande / De Wikipedia, l'encyclopédie libre
L’université de Tübingen (en allemand : Eberhard Karls Universität) est l'une des plus anciennes universités allemandes, située à Tübingen dans le Land de Bade-Wurtemberg. Fondée en 1477 par Eberhard V de Wurtemberg et son conseiller Johannes Reuchlin, elle est connue, entre autres, pour son enseignement dans les domaines des sciences naturelles (par exemple la médecine) et de la philosophie. Les sciences humaines et les sciences naturelles sont structurées en sept facultés avec 150 filières. Tandis que les facultés des sciences humaines se trouvent au centre-ville, les sciences naturelles sont regroupées sur les hauteurs (‘’Morgenstelle’'). Sa devise « Attempto! » signifie « j’ose » en latin et est inscrite sur le fronton de la Neue Aula.
100 años del filólogo que encontró el idioma de la paz
Antonio Tovar es el testigo que conoció a personalidades tan dispares como Lorca y Hitler. El hombre que dejó su firma en 400 libros y artículos de filología, filosofía y literatura como autor, traductor o prologuista. El rector de la Universidad de Salamanca a la que llevó la luz del porvenir en los años de la dictadura. El miembro de la Real Academia que defendió con pasión la entrada de Miguel Delibes, Rosa Chacel o Pere Gimferrer. El profesor a quien sus alumnos (de España, Argentina, Estados Unidos o Alemania) recuerdan como una figura central en sus vidas. El esposo, padre de cinco hijos y auténtico amigo de sus amigos. La figura pública que encarnó la evolución desde el franquismo hasta la más profunda convicción democrática, manteniéndose fiel al deseo de una necesaria revolución que quedaba pendiente.
A su muerte, en 1985, tuvieron para él palabras de recuerdo tanto el entonces ministro socialista de Cultura, Javier Solana, como el que fuera ministro de Franco, Ramón Serrano Suñer. España había perdido a una de sus mentes más privilegiadas, a un gran intelectual y ellos a un entrañable amigo.
Las últimas palabras de su "Vida de Sócrates" podrían aplicarse a él mismo:
"La fragilidad del destino del saber humano, la fatalidad histórica y la libertad genial, las profundas raíces del individuo más racional y exento: todo esto quisiéramos que resultara más claro después de leídas estas páginas.
Este libro es la segunda edición del que se publicó en 2012. Antes de él apareció "Celaya Esencial", y después vinieron: "Luis Mariano, cien años, cent ans", "El Gran Capitán", Sebastián Iradier; si a tu ventana llega una paloma", "El Madrid de Blas de Otero", "La flecha que me asignó Cupido", "Los relatos navarros de Francisco Navarro Villoslada" y la edición crítica de "Trafalgar", la obra de Benito Pérez Galdós.
Antonio Tovar, en el centro, en un encuentro con Azorín .
Una biografía aborda la riqueza de su legado y su evolución demócrata El académico participó como autor, prologuista o traductor en 400 libros Conoció a personajes tan dispares como García Lorca o Hitler Tovar fue rector de la USAL y miembro de la Real Academia
El profesor Ocáriz firma una biografía apoyado por el Ateneo de Valladolid Miguel Ángel Vergaz | Valladolid
Tovar con Caro Baroja .
Aquel grito de Millán Astray contra el intelectual de su propio bando Miguel de Unamuno: "¡Muera la Cultura!" tiene una triste fama. Pero resulta menos conocido que con Antonio Tovar, una de las más grandes figuras intelectuales del siglo XX en España, estuvo a punto de pasar de las palabras a los hechos. Un día de 1937, cuando era jefe de Propaganda de la Falange en Valladolid, se encontraba en el Café del Norte en la Plaza Mayor de la ciudad y uno de los pistoleros de su partido, airado por la falta de apoyo de Tovar a unos artículos que había escrito, le disparó hiriéndole de gravedad en piernas y vientre. El agresor nunca fue juzgado.
Se cumplen cien años del nacimiento del estudioso vallisoletano Antonio Tovar, que logró sobrevivir a aquellas heridas y completar 74 años de vida. Y de qué modo. Si aquel bárbaro hubiera logrado su mortal objetivo habrían caído, en uno, varios hombres.
Está el testigo de un siglo que conoció a personajes tan dispares como Lorca o Hitler. El hombre que dejó su firma en 400 libros de filología, filosofía y literatura como autor, traductor o prologuista. El rector de la Universidad de Salamanca a la que llevó la luz del porvenir en años oscuros de dictadura. El miembro de la Real Academia que defendió con pasión la entrada de Miguel Delibes y Rosa Chacel. El profesor al que sus alumnos -repartidos por Europa, Iberoamérica y Norteamérica- recuerdan como una figura central de sus vidas. El esposo, padre de cinco hijos y amigo bondadoso de docenas de amigos. Y la figura pública que encarnó la sincera evolución desde el franquismo hasta la convicción democrática más profunda.
Fidelidad y homenaje
Su esposa Consuelo. Fidelidad es el título de la biografía de Antonio Tovar escrita por el profesor guipuzcoano José Andrés Álvaro Ocáriz que espera, en breve, su paso por imprenta, tras anticiparlo en una conferencia en un homenaje del Ateneo de Valladolid. El título alude, según su autor, a la firmeza en las propias creencias y criterio frente a las convulsiones de la Historia. El desafío de seguir a Tovar, tanto en su vida como en su obra, no es asunto menor. A los pocos años de su nacimiento (Valladolid. 1911) su padre, notario, se muda a la localidad vasca de Elorrio y el niño, asombrado por el euskera hablado de sus compañeros de juego, sintió la primera vocación por los idiomas y su estudio. En los años 30, de vuelta a Valladolid, se convierte en el presidente de la republicana Federación Unificada de Estudiantes e invita a García Lorca y sus compañeros de La Barraca a la Universidad. Antonio Tovar lo evoca en uno de sus últimos libros, Ancha es Castilla, como uno de los momentos más luminosos de su juventud.
Pero, en apenas tres años, en 1935, el escenario es bien distinto: Tovar se encuentra en Alemania y se siente fascinado por el nacionalsocialismo y su promesa de progreso más allá de izquierdas y derechas. Las lecturas de Primo de Rivera hacen el resto: vuelve a una España en guerra como falangista. Y como tal progresó.
Fue el primer director de Radio Nacional; corrigió en persona el último parte de guerra de Franco en que se da por cautivo al ejército rojo y, en 1940, forma parte del séquito, como traductor, del encuentro de Hitler y Franco en Hendaya.
Vida de Sócrates Su obra, 'Vida de Sócrates'.
Pero hay algo más profundo que no funciona. Mientras traduce y corrige a Franco, mientras escucha las consignas entusiastas de su amigo, el intelectual falangista Dionisio Ridruejo, también escribe el que sería su libro más popular: Vida de Sócrates.
Trabaja de manera constante "en los campos desolados de la Guerra Civil" o en un sótano donde se refugia de los bombardeos británicos en Berlín.
Escribe, confiesa, "necesitado de la luz de la razón que, románticamente, había creído posible menospreciar".
Y siempre fue fiel a esa revelación. De hecho, si hacemos trampas y vamos a las páginas finales de su biografía, podría parecer que estamos ante otra persona. El 23 de febrero de 1981, los golpistas intentan acabar con la joven democracia española. Dos meses más tarde Antonio Tovar forma parte de una coordinadora por la libertad, la democracia y la constitución. Y al poco encabeza una manifestación por la paz, el desarme y la libertad. Ese mismo año, la Fundación FSV de Hamburgo le concede el Premio Goethe por su labor de acercamiento entre los pueblos.
"Pudo ser lo que hubiera querido en el franquismo y sencillamente, dijo no", señala Álvaro Ocáriz.
Volcado en la docencia La primera decisión de esa nueva vida fue contraer matrimonio, en 1942, con Consuelo Larrucea, una vitoriana que conoció en Valladolid, mujer excepcional con la que tuvo cinco hijos y una complicidad tal que supo concluir sus trabajos pendientes a la muerte de Tovar. La segunda fue dedicarse a la docencia. Entra en la Universidad de Salamanca para enseñar lenguas clásicas. En 1951 accede a su rectorado y, cinco años más tarde, ante la purga emprendida por el régimen sobre el mundo universitario, renuncia a ella y comienza una andadura profesional que le mantiene fuera de España, en destinos tan diversos como Tucumán e Illinois.
En 1965 intenta asentarse en Madrid. Pero la dictadura carga contra la libertad en las cabezas de Tierno Galván, García Calvo y Aranguren. Dimite en solidaridad y no volverá a su cátedra de Madrid hasta la democracia.
Foto: Antonio Tovar y Gerardo Diego en la Academia.
Mientras, el bagaje académico es inmenso. Domina una docena de idiomas. Puede publicar en alemán e inglés.
Aparece su monumental Catálogo de las Lenguas de América del Sur, hoy todavía referencia indispensable.
En el año 68, ingresa en la Real Academia. Esa fue la hermosa venganza de Tovar para aquel pistolero, para todos los pistoleros.
A su muerte, en 1985, le lloraron con las mismas palabras el ministro socialista de Cultura Javier Solana y el que fuera ministro del primer franquismo Ramón Serrano Suñer: España había perdido una de sus mentes más privilegiadas, "a un gran intelectual", y ellos, a "un amigo". El fruto de una vida buena, tal como entendían los clásicos. Las últimas palabras de su Vida de Sócrates podría aplicarse a él mismo: "La fragilidad del destino del saber humano, la fatalidad histórica y la libertad genial, las profundas raíces del individuo más racional y exento: todo esto quisiéramos que resultara más claro después de leídas estas páginas". Así sea con la lectura de su vida.
Salvador GARCÍA BARDÓN <sagabardon36@gmail.com>
mar, 31 ene, 20:13 (hace 21 horas)
La historia inventada y olvidada
Repetidas veces se suscita la pregunta de si hay verdad histórica. ¿Es que hay modo de saber lo que realmente ocurrió en esta o la otra ocasión? ¿No es la verdad histórica la que una ideología triunfante impone o la que es aceptada como consecuencia de una propaganda más inteligente? ¿No resulta la historia de la cristalización de todas esas verdades dominantes? Vemos cómo todos los días se va inventando la historia en las noticias de la prensa diaria. Una interpretación fácil y superficial, gana siempre a una explicación matizada y difícil. Y esta manipulación de la realidad es aún más visible en las revistas de noticias tipo Time o Newsweek, que nos ofrecen lista una interpretación «inteligente».
Cuando tendemos, y ahora especialmente, a repartir los papeles de buenos y de malos, una explicación simplista es siempre la preferida. El que tiene alguna experiencia de los negocios públicos lo comprueba siempre, lo mismo que el que se ha acercado a un suceso de cierta trascendencia. Al que lo ve de lejos no le interesa contrastar móviles ni actitudes, ni como juez (que tendemos a ser siempre) se impondrá la obligación de entrar en exámenes complicados. El juicio apresurado se inclinará a la estimación o al menosprecio, sin atenuar ni condicionar.
Y sin embargo la historia en nuestra memoria, la memoria, si no de la humanidad, si al menos de las partes o secciones de la humanidad organizadas para tener historia. Pues la historia surge allí donde una conciencia de poder político reclama que la memoria esté despierta. En todas partes igual: crónica de reyes o de un templo o, en su forma moderna, manuales escolares. Cuanto más se organiza un poder o clase como dirigente, tanto más cuida de la historia. La conciencia histórica se convierte en instrumento de gobierno inevitablemente. Mientras que por otra parte, los pueblos subhistóricos, los que no han llegado al nivel de la conciencia y ascienden a ella a través de la colonización (lo cual les ocurrió a los pueblos de Europa occidental y central desde Roma, y a los del Oriente a través de la conquista macedonia o de Bizancio), adquieren secundariamente tal conciencia.
Por muchas razones, quizá también por la fatiga que sigue inevitablemente al abuso y martilleo, la conciencia histórica, privada del estímulo de poderes políticos ambiciosos, y sujeta al espíritu crítico que domina en nuestras sociedades, tiende a decaer. El descubrimiento de que determinadas interpretaciones de la historia son «imposición» de «clases dominantes», y más o menos un « instrumento de dominio», compromete la conciencia histórica de nuestros pueblos y sociedades.
Cuando podía llegar el momento de una revisión crítica de errores y, en una visión racional e ilustrada, inteligente y no sentimental, de depuración de versiones falsas e interesadas, en suma, de un acercamiento en todo lo posible a la verdad, lo que resulta fácil y cómodo es la sustitución de unas falsedades por otras, de unas simplificaciones por otras. En un nuevo abandono de la crítica racional, se deja sustituir el juego de unos grupos interesados por el de otros, que se benefician de la sustitución por lo contrario.
Pues lo que se ve claro entre el gran cambio que estamos viviendo, es que no a todos los grupos, poderes, naciones y religiones se les reconocen iguales derechos. En el mundo de buenos y malos en que hemos entrado, lo que está bien en unos no está bien en otros. Se impone, de la manera menos racional y crítica, una interpretación interesada de toda esa historia que laboriosamente se ha ido construyendo. Ciertos imperialismos y expansionismos son criticados, pero otros no. ¿Por qué están, por ejemplo los árabes en Marruecos y en Túnez, sino porque una sangrienta cabalgada los llevó, con su religión y su lengua, hasta allá? ¿Quiénes sino comerciantes musulmanes heredaron de los antiguos y transmitieron a los europeos el comercio de los negros de África?
Históricamente podemos comprender muy bien la reacción anticolonial de los pueblos todavía explotados, de modo difícilmente evitable, por la superioridad de los más fuertes y más hábiles. Podemos también entender, que en el siempre cambiante juego de la política mundial, unos u otros países utilicen en beneficio propio, tales sentimientos y resentimientos. Pero ¿quién puede tirar la evangélica primera piedra del inocente?
Las actuales superpotencias no son otra cosa que imperios que han conseguido redondearse en una zona geográfica continua, formando un bloque unitario, en el que se engloban y funden otros pueblos, con una fuerte voluntad política que los mantiene unidos. Así los Estados Unidos, sin hablar de Hawai o Puerto Rico o Panamá, son una formidable agregación que alcanzó el Pacífico, hace menos de siglo y medio, y que entonces acababa de incorporarse el valle del Mississipi y las costas del golfo de México. Por el acierto y la fortuna de semejante empresa histórica ¿se va a olvidar se origen de conquista imperial? ¿Y la inmensa URSS, con sus nacionalidades y su vasta geografía, sus lenguas y sus razas, no es tan heterogénea como otros grandes imperios de la historia? Los rusos quedaron al borde de Europa, y comenzaron sus conquistas hasta someter a sus antiguos dominadores mongoles. Desde el siglo XVI fueron incorporándose Siberia, y en el XVIII llegaban a los mares del extremo oriente y seguían a lo largo de las costas americanas, y se encontraban allí con los españoles de California. Y allá están todavía, con su orgulloso Vladivostok, «señor del Oriente» en traducción castellana, asomados a los mares del Japón y molestando a los chinos, Los cuales, por su parte, también se han extendido mucho más allá de sus fronteras originarias. Manchuria y Mongolia, el Turquestán y el Tibet, y toda la parte sur de China misma, son conquistas imperiales.
Pero la poco crítica retórica colonialista atacará a los viejos imperialismos y cerrará los ojos ante realidades como estas, que en la historia actual son las más poderosas, y se complementan y compiten con esos nuevos modos de penetración, que son las compras y las ventas, y los asesores económicos o militares, y las bases que ahora esconden a menudo la bandera, y no se ponen con colores distintos en los mapas políticos.
Nuevas formas de colonialismo sustituyen a las antiguas, y en la primera y forzada descolonización, por la que surgieron las repúblicas en que se dividió el antiguo poderío español, apareció, justamente con el nacimiento de la industria, el primer colonialismo de tipo económico, basado en la libertad política más o menos real de los nuevos países. Las nuevas formas de revolución social han complicado el cuadro del dominio industrial y capitalista, pues han surgido nuevas formas de colonización, con la importación de ideas y consejeros, y el eterno establecimiento de bases.
Curiosamente, cada nueva interpretación de la historia, lleva consigo el desprecio y la incomprensión para las etapas anteriores. Sobre nuestra vieja historia, la de la conquista y colonización de América y Oceanía, cae la vieja leyenda envidiosa, mas las interpretaciones ajenas que idealizan Machu Pichu y Tenotichlan. Destrucción de culturas, etnocidio, fanatismo... Pero ¿es que hubo épocas en que extender la civilización y descubrir la Tierra era empresa laudable, y épocas en que las mismas hazañas, con toda su inevitable crueldad, carecen de todo valor positivo? ¿Por qué se censura en españoles y portugueses lo que se alaba en los argonautas y en los romanos y en Alejandro, y hasta en aquellos bárbaros vikingos que tuvieron a Europa aterrada?
Tal vez el hombre civilizado no sabe librarse del nacionalismo. ¿Por qué, frente a nuevas y virulentas formas de nacionalismo, no sabemos oponer una comprensión racional de ese impulso de los pueblos a imponerse, y dentro de ella, mantenemos despierta nuestra conciencia de pueblo, nuestra memoria histórica, como cosa pasada y ya no utilizable politicamente, pero como identidad necesaria para no desaparecer?
Ciertos escritores nuestros, de los buenos y de los mediocres, parecen ahora empeñados en una torpe lucha de borrarlo todo con desprecio basado principalmente, me prece, en la ignorancia.
Antonio Tovar en. El País
ttps://elpais.com/autor/antonio-tovar/1/
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