La hermosa morisca Ana Félix en El Quijote. 1/2



"32. —De aquella nación más desdichada que prudente sobre quien ha llovido estos días un mar de desgracias, nací yo, de moriscos padres engendrada. En la corriente de su desventura fui yo por dos tíos míos llevada a Berbería, sin que me aprovechase decir que era cristiana, como, en efecto, lo soy, y no de las fingidas ni aparentes, sino de las verdaderas y católicas."

El Q.II.63.32.

Ilustración: Posible evocación de la hermosa morisca Ana Félix como hija del rico morisco Ricote, durante su estancia en Berbería. Imagen tomada en el Palacio de Laredo de Alcalá de Henares (Paseo de la Estación, 10). Vestido de ETRO, adorno de pelo, cinturón y collares, todo de BERBERIA; y joyas de SAN EDUARDO. Foto: Félix Valiente. Detalle iconográfico: SaGaBardon.

Fuente: Inma Cuesta: “Cervantes era un feminista”
Feminismo en un lugar de la Mancha
Dos centenares de mujeres circulan a lo largo de las páginas del Quijote rompiendo con los convencionalismos de la época.

FANNY RUBIO | 23 ABRIL, 2016

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|| Ana: 16: [hermosa Ana Félix: 1]

|| Ana (doc. s. XIII, del lat. Anna, del hebr. hannah 'favorecer, ser compasivo') f. «Vale tanto Ana, como misericordiosa, perdonadora de injurias, liberal y magnífica, que a todos hace bien sin tener respecto al retorno», Cov. 115.a.33; por antonomasia, la madre de María, esposa de Joaquín y abuela de Jesucristo.

• No nos parece casual el que Cervantes haya escogido este nombre para la morisca Ana Félix: ® Félix. No es imposible que la idea le haya venido al leer las COPLAS A UNA DAMA LLAMADA ANA que Avellaneda puso en la boca de un estudiante. He aquí la primera estrofa de esta copla: «Ana, amor me cautivó | con vos, cuyo nombre tiene | dos aes entre una ene, | que es dos almas entre un no.», DQA, 25 § 97 y ss.

Félix: 15: [Ana Félix: 15: hermosa Ana Félix: 1]; felix, lat.: 1: [Donec eris felix: 1, ® amicos]; Felixmarte: 7; feliz: 1; felizmente: 1; √ feliz

|| Félix (doc. s. XVI, del lat. felix, -icis, -icem) m. antropónimo y adj.lat. felix 'feliz'

|| Ana Félix: Si hay que prestar atención a su segundo nombre, Félix, como lo indica su padre, también hay que prestarla a su primer nombre, Ana, ya que, siendo muy común en España, es el único personaje que lo lleva en El Quijote • Para la gente de la época «Vale tanto Ana, como misericordiosa, perdonadora de injurias, liberal y magnífica, que a todos haze bien sin tener respeto al retorno», Cov. 115.a.48.

Ahora bien, se trata de la morisca cristiana, hija de Ricote, expulsada de España y vuelta a ella disfrazada, de manera incluso más peligrosa que su propio padre, ya que es capturada en Barcelona como arráez del bergantín de cosarios de Argel, por la galera capitana que visita don Quijote, II.63.11-28:

"11. —Señal hace Monjuí de que hay bajel de remos en la costa por la banda del poniente.
12. Esto oído, saltó el general en la crujía, y dijo:
13. —¡Ea, hijos, no se nos vaya! Algún bergantín de cosarios de Argel debe de ser este que la atalaya nos señala.
14. Llegáronse luego las otras tres galeras a la capitana, a saber lo que se les ordenaba. Mandó el general que las dos saliesen a la mar, y él con la otra iría tierra a tierra, porque ansí el bajel no se les escaparía. Apretó la chusma los remos, impeliendo las galeras con tanta furia, que parecía que volaban. Las que salieron a la mar a obra de dos millas descubrieron un bajel, que con la vista le marcaron por de hasta catorce o quince bancos, y así era la verdad; el cual bajel, cuando descubrió las galeras, se puso en caza, con intención y esperanza de escaparse por su ligereza; pero avínole mal, porque la galera capitana era de los más ligeros bajeles que en la mar navegaban, y así le fue entrando, que claramente los del bergantín conocieron que no podían escaparse, y así, el arráez quisiera que dejaran los remos y se entregaran, por no irritar a enojo al capitán que nuestras galeras regía. Pero la suerte, que de otra manera lo guiaba, ordenó que ya que la capitana llegaba tan cerca, que podían los del bajel oír las voces que desde ella les decían que se rindiesen, dos toraquís, que es como decir dos turcos borrachos, que en el bergantín venían con estos doce, dispararon dos escopetas con que dieron muerte a dos soldados que sobre nuestras arrumbadas venían. Viendo lo cual, juró el general de no dejar con vida a todos cuantos en el bajel tomase, y llegando a embestir con toda furia, se le escapó por debajo de la palamenta. Pasó la galera adelante un buen trecho; los del bajel se vieron perdidos, hicieron vela en tanto que la galera volvía, y de nuevo, a vela y a remo, se pusieron en caza; pero no les aprovechó su diligencia tanto como les dañó su atrevimiento; porque alcanzándoles la capitana a poco más de media milla, les echó la palamenta encima y los cogió vivos a todos.
15. Llegaron en esto las otras dos galeras, y todas cuatro con la presa volvieron a la playa, donde infinita gente los estaba esperando, deseosos de ver lo que traían. Dio fondo el general cerca de tierra, y conoció que estaba en la marina el virrey de la ciudad. Mandó echar el esquife para traerle, y mandó amainar la entena para ahorcar luego luego al arráez y a los demás turcos que en el bajel había cogido, que serían hasta treinta y seis personas, todos gallardos, y los más, escopeteros turcos. Preguntó el general quién era el arráez del bergantín, y fuele respondido por uno de los cautivos, en lengua castellana, que después pareció ser renegado español:
16. —Este mancebo, señor, que aquí vees es nuestro arráez.
17. Y mostróle uno de los más bellos y gallardos mozos que pudiera pintar la humana imaginación. La edad, al parecer, no llegaba a veinte años. Preguntóle el general:
18. —Dime, malaconsejado perro, ¿quién te movió a matarme mis soldados, pues veías ser imposible el escaparte? ¿Ese respeto se guarda a las capitanas? ¿No sabes tú que no es valentía la temeridad? Las esperanzas dudosas han de hacer a los hombres atrevidos, pero no temerarios.
19. Responder quería el arráez; pero no pudo el general, por entonces, oír la respuesta, por acudir a recebir al virrey, que ya entraba en la galera, con el cual entraron algunos de sus criados y algunas personas del pueblo.
20. —¡Buena ha estado la caza, señor general! —dijo el virrey. —Y tan buena—respondió el general—cual la verá Vuestra Excelencia agora colgada de esta entena.
21. —¿Cómo ansí? —replicó el virrey.
22. —Porque me han muerto —respondió el general—, contra toda ley y contra toda razón y usanza de guerra, dos soldados de los mejores que en estas galeras venían, y yo he jurado de ahorcar a cuantos he cautivado, principalmente a este mozo, que es el arráez del bergantín.
23. Y enseñóle al que ya tenía atadas las manos y echado el cordel a la garganta, esperando la muerte. Miróle el virrey, y viéndole tan hermoso, y tan gallardo, y tan humilde, dándole en aquel instante una carta de recomendación su hermosura, le vino deseo de escusar su muerte, y así le preguntó:
24. —Dime, arráez, ¿eres turco de nación, o moro, o renegado?
25. A lo cual el mozo respondió, en lengua asimesmo castellana:
26. —Ni soy turco de nación, ni moro, ni renegado.
27. —Pues ¿qué eres?—replicó el virrey.
28. —Mujer cristiana—respondió el mancebo."

El Q.II.63.11-28.

• Durante la escena del reconocimiento (anagnórisis) ante el virrey de Cataluña, su padre llama la atención sobre la antífrasis de su segundo nombre:

«—Esta, señores, es mi hija, más desdichada en sus sucesos que en su nombre. Ana Félix se llama, con el sobrenombre de Ricote, famosa tanto por su hermosura como por mi riqueza. Yo salí de mi patria a buscar en reinos estraños quien nos albergase y recogiese, y habiéndole hallado en Alemania, volví en este hábito de peregrino, en compañía de otros alemanes, a buscar mi hija y a desenterrar muchas riquezas que dejé escondidas.», II.63.37.

|•| Nostalgia de los moriscos españoles, expresada por Ricote: «Doquiera que estamos lloramos por España; que, en fin, nacimos en ella y es nuestra patria natural… es el deseo tan grande que casi todos tenemos de volver a España, que los más de aquellos, y son muchos, que saben la lengua como yo, se vuelven a ella, y dejan allá sus mujeres y sus hijos desamparados: tanto es el amor que la tienen; y agora conozco y experimento lo que suele decirse: que es dulce el amor de la patria.», II.54.22. • Ana Félix, la Ricota, habla del renegado que la acompaña como habla de sí misma:

«Vino también conmigo este renegado español—señalando al que había hablado primero —, del cual sé yo bien que es cristiano encubierto y que viene con más deseo de quedarse en España que de volver a Berbería», II.63.32 |

|| buscar mi hija: observamos el complemento directo de persona sin preposión, como muchas otras veces: 'buscar a mi hija' • Anagnórisis de Ricote y de su hija Ana Félix durante la aventura de la hermosa morisca: «Yo salí de mi patria a buscar en reinos estraños quien nos albergase y recogiese, y habiéndole hallado en Alemania, volví en este hábito de peregrino, en compañía de otros alemanes, a buscar mi hija y a desenterrar muchas riquezas que dejé escondidas.», II.63.37. ® matarme mis soldados

Historia de su cautivero (de la que es narradora homodiegética) y del de don Gregorio, el mayorazgo que se ha enamorado de ella hasta el punto de haberla seguido en su exilio, II.63.32.

"32. —De aquella nación más desdichada que prudente sobre quien ha llovido estos días un mar de desgracias, nací yo, de moriscos padres engendrada. En la corriente de su desventura fui yo por dos tíos míos llevada a Berbería, sin que me aprovechase decir que era cristiana, como, en efecto, lo soy, y no de las fingidas ni aparentes, sino de las verdaderas y católicas. No me valió con los que tenían a cargo nuestro miserable destierro decir esta verdad, ni mis tíos quisieron creerla; antes la tuvieron por mentira y por invención para quedarme en la tierra donde había nacido, y así, por fuerza más que por grado, me trujeron consigo. Tuve una madre cristiana y un padre discreto y cristiano, ni más ni menos; mamé la fe católica en la leche; criéme con buenas costumbres; ni en la lengua ni en ellas jamás, a mi parecer, di señales de ser morisca.
2. Al par y al paso destas virtudes, que yo creo que lo son, creció mi hermosura, si es que tengo alguna; y aunque mi recato y mi encerramiento fue mucho, no debió de ser tanto, que no tuviese lugar de verme un mancebo caballero llamado don Gaspar Gregorio, hijo mayorazgo de un caballero que junto a nuestro lugar otro suyo tiene. Cómo me vio, cómo nos hablamos, cómo se vio perdido por mí y cómo yo no muy ganada por él, sería largo de contar, y más en tiempo que estoy temiendo que entre la lengua y la garganta se ha de atravesar el riguroso cordel que me amenaza; y así, sólo diré cómo en nuestro destierro quiso acompañarme don Gregorio.
3. Mezclóse con los moriscos que de otros lugares salieron, porque sabía muy bien la lengua, y en el viaje se hizo amigo de dos tíos míos que consigo me traían; porque mi padre, prudente y prevenido, así como oyó el primer bando de nuestro destierro, se salió del lugar y se fue a buscar alguno en los reinos estraños que nos acogiese. Dejó encerradas y enterradas en una parte de quien yo sola tengo noticia muchas perlas y piedras de gran valor, con algunos dineros en cruzados y doblones de oro. Mandóme que no tocase al tesoro que dejaba, en ninguna manera, si acaso antes que él volviese nos desterraban. Hícelo así, y con mis tíos, como tengo dicho, y otros parientes y allegados pasamos a Berbería, y el lugar donde hicimos asiento fue en Argel, como si le hiciéramos en el mismo infierno.
4. Tuvo noticia el rey de mi hermosura, y la fama se la dio de mis riquezas, que, en parte, fue ventura mía. Llamóme ante sí, preguntóme de qué parte de España era y qué dineros y qué joyas traía. Díjele el lugar, y que las joyas y dineros quedaban en él enterrados; pero que con facilidad se podrían cobrar si yo misma volviese por ellos. Todo esto le dije, temerosa de que no le cegase mi hermosura, sino su codicia. Estando conmigo en estas pláticas, le llegaron a decir cómo venía conmigo uno de los más gallardos y hermosos mancebos que se podía imaginar. Luego entendí que lo decían por don Gaspar Gregorio, cuya belleza se deja atrás las mayores que encarecer se pueden. Turbéme, considerando el peligro que don Gregorio corría, porque entre aquellos bárbaros turcos en más se tiene y estima un mochacho o mancebo hermoso que una mujer, por bellísima que sea. Mandó luego el rey que se le trujesen allí delante para verle, y preguntóme si era verdad lo que de aquel mozo le decían. Entonces yo, casi como prevenida del cielo, le dije que sí era; pero que le hacía saber que no era varón, sino mujer como yo, y que le suplicaba me la dejase ir a vestir en su natural traje, para que de todo en todo mostrase su belleza y con menos empacho pareciese ante su presencia. Díjome que fuese en buena hora, y que otro día hablaríamos en el modo que se podía tener para que yo volviese a España a sacar el escondido tesoro. Hablé con don Gaspar, contéle el peligro que corría el mostrar ser hombre, vestíle de mora, y aquella mesma tarde le truje a la presencia del rey, el cual, en viéndole, quedó admirado y hizo disignio de guardarla para hacer presente della al Gran Señor; y por huir del peligro que en el serrallo de sus mujeres podía tener y temer de sí mismo, la mandó poner en casa de unas principales moras que la guardasen y la sirviesen, adonde le llevaron luego. Lo que los dos sentimos, que no puedo negar que no le quiero, se deje a la consideración de los que se apartan si bien se quieren.
5. Dio luego traza el rey de que yo volviese a España en este bergantín y que me acompañasen dos turcos de nación, que fueron los que mataron vuestros soldados. Vino también conmigo este renegado español—señalando al que había hablado primero—, del cual sé yo bien que es cristiano encubierto y que viene con más deseo de quedarse en España que de volver a Berbería; la demás chusma del bergantín son moros y turcos, que no sirven de más que de bogar al remo. Los dos turcos, codiciosos e insolentes, sin guardar el orden que traíamos de que a mí y a este renegado en la primer parte de España, en hábito de cristianos, de que venimos proveídos, nos echasen en tierra, primero quisieron barrer esta costa y hacer alguna presa, si pudiesen, temiendo que si primero nos echaban en tierra, por algún acidente que a los dos nos sucediese podríamos descubrir que quedaba el bergantín en la mar, y si acaso hubiese galeras por esta costa, los tomasen. Anoche descubrimos esta playa, y sin tener noticia destas cuatro galeras fuimos descubiertos, y nos ha sucedido lo que habéis visto.
6. En resolución, don Gregorio queda en hábito de mujer entre mujeres, con manifiesto peligro de perderse, y yo me veo atadas las manos, esperando, o, por mejor decir, temiendo perder la vida, que ya me cansa. Éste es, señores, el fin de mi lamentable historia, tan verdadera como desdichada; lo que os ruego es que me dejéis morir como cristiana, pues, como ya he dicho, en ninguna cosa he sido culpante de la culpa en que los de mi nación han caído."

El Q.II.63.32.

Como se ve, se repite de forma más trágica el tema de la pareja de enamorados de distinto linaje, tránsfugas: en la primera parte doña Clara, la hija del oidor y sobrina del Cautivo, es seguida por su enamorado don Luis, el mayorazgo disfrazado de mozo de mulas que va tras ella cantando canciones de amor.

|| Clara de Viedma: tema de la pareja de enamorados de distinto linaje, tránsfugas: en la primera parte del Q. doña Clara, hija del oidor y sobrina del Cautivo, es seguida por su enamorado don Luis, el mayorazgo disfrazado de mozo de mulas que va tras ella cantando canciones de amor, I.42.32; en la segunda parte lo es Ana ® Félix, hija del morisco Ricote, por el mayorazgo Gaspar ® Gregorio.

• Como es frecuente en la literatura barroca, el obstáculo que han de vencer el amor de doña Clara y de don Luis, en el primer volumen, y el amor de don Gaspar y de Ana Félix, en el segundo, es en ambos casos estamental; por contraste, en el primer caso el obstáculo es más bien generacional, mientras que en el segundo es más bien religioso. El amor de estos jóvenes no puede realizarse libremente por la diferencia de sus condiciones sociales y por la oposición, real o supuesta, de los padres y de las religiones respectivas.

• «La relación de los amores de doña Clara y don Luis alterna con una nueva burla que arman Maritornes y la hija del ventero a costa de DQ. Esta vez, Cervantes organiza la variedad de los discursos narrativos…, en torno al principio del contraste: al amor serio, irreprimible, que ilustra el manoseado tópico virgiliano "omnia vincit amor" (Bucólicas, X, 69), se opone la farsa del amor caballeresco, blanco de las insensibles «semidoncellas».», Jacques Joset, en Rico 1998 b, p. 96.

• Como lo hace notar Murillo, en el episodio de Ana Félix, II.63-65, Cervantes recorre casi el mismo trayecto temático que en el relato del capitán cautivo, I.39 y ss: asunto histórico, amor entre amante cristiano y amada morisca, un tesoro, y la reunión (aquí) o separación (allí) de padre e hija.

• Redención de don Gregorio por el renegado, II.65.11.

• Permanencia de Ana Félix en casa del visorrey, II.65.21. ® morisco: Mezclóse con los moriscos ® parejas en el Q. ® Ricote

Argel: 20: [en Argel: 10]

|| Argel (doc. s. XVI, por metátesis del fr. Alger, del ár. Al-Jazâ'ir 'las islas', por haber sido fundada en el s. X sobre islotes, unidos luego al continente por obras portuarias): «Ciudad marítima en África, asaz conocida por el daño que de sus cosarios recibe toda la costa de España.», Cov. 144.a.21.

• Su cautiverio ha dejado a Cervantes un recuerdo indeleble de esta ciudad: «—Ésta, señores, que aquí veis pintada es la ciudad de Argel, gomia y tarasca de todas las riberas del mar Mediterraneo, puerto universal de corsarios, y amparo y refugio de ladrones, que de este pequeñuelo puerto que aquí va pintado salen con sus bajeles a inquietar el mundo, pues se atreven a pasar el plus ultra de las columnas de Hércules, y a acometer y robar las apartadas islas, que, por estar rodeadas del inmenso mar Océano, pensaban estar seguras, a lo menos, de los bajeles turquescos.», Persiles, L.III, c.10, p.1013.

• En 1641 Argel es sinónimo de cautiverio: «Sácame deste Argel de vidrio, que yo te pagaré el rescate en muchos gustos, a fe de demonio, porque me precio de amigo de mi amigo, con mis tachas buenas y malas.», L. Vélez de Guevara, El diablo cojuelo, p. 698.

|•| En el Quijote Argel es por antonomasia lugar de cautivos y desterrados, como se ve en la historia del ® Cautivo (leyendas argelinas) y en el relato de la morisca cristiana Ana Félix, hija de Ricote: «con mis tíos, como tengo dicho, y otros parientes y allegados pasamos a Berbería, y el lugar donde hicimos asiento fue en Argel, como si le hiciéramos en el mismo infierno.», II.63.32.

• Los testimonios del Quijote sobre Argel corresponden hasta en sus detalles más insignificantes, como es la manera de vestir de los cautivos cristianos, con el testimonio de un ilustre contemporáneo, que se ocupó muy particularmente de los sucesos y padecimientos de los cautivos: «Así era, en efecto, el traje ordinario de los cautivos en Berbería, según lo describe en la Topografía de Argel, en el capítulo XXVI, don Diego de Haedo, Arzobispo de Palermo en Sicilia. Este prelado, habiendo recogido muchas noticias sobre la historia de Argel en el siglo XVI, y los sucesos y padecimientos de los cautivos, compuso la Topografía o descripción de Argel y sus habitadores y costumbres, y el Epítome de sus Reyes, a que siguen tres Diálogos, en que se refieren muchos casos y particularidades sobre los cautivos de aquel tiempo. Un sobrino del Arzobispo, de su mismo nombre, Abad del monasterio benedictino de Frómesta, reunió los cinco tratados en un volumen, y los publicó en Valladolid el año de 1612. Esta obra, como de autor coetáneo y respetable, contiene relaciones importantes y noticias curiosas, de que frecuentemente, ocurrirá hacer uso para ilustrar la historia que sigue del Capitán cautivo.», Clem. 1355.a.

berber-: Berbería: 17

|| Berbería (doc. s. XV, de berebere): 'región habitada por los pueblos bereberes; comprendía: Argelia, Libia, Marruecos y Túnez': «comúnmente Berbería es la parte de África que cae en la costa del mar Mediterráneo, y los naturales della llamamos berberiscos.», Cov. 194.a.56. • Aparece en el Quijote como tierra de cosarios y de cautiverio.

•| Relato del cautivo: «el temor que de razón se debía tener que por allí anduviesen bajeles de cosarios de Tetuán, los cuales anochecen en Berbería y amanecen en las costas de España, y hacen de ordinario presa, y se vuelven a dormir a sus casas», I.41.66.

• Desventura de los moriscos explicada por Ricote: «en Berbería, y en todas las partes de África donde esperábamos ser recebidos acogidos y regalados, allí es donde más nos ofenden y maltratan… Y lo que me tiene admirado es no saber por qué se fue mi mujer y mi hija antes a Berbería que a Francia, adonde podía vivir como cristiana.», II.44.22-23.

• El testigo es ahora Ana Félix, Ricota: «Hícelo así, y con mis tíos, como tengo dicho, y otros parientes y allegados pasamos a Berbería, y el lugar donde hicimos asiento fue en Argel, como si le hiciéramos en el mismo infierno», II.63.32.

«En Marruecos se instalaron bastantes -los más ricos o afortunados-, pero tampoco ahí fueron bien recibidos, pues su fe musulmana les merecía tan poca confianza, que les llamaban "los cristianos de Castilla"; vestían a la española y hablaban castellano, etc. Las noticias sobre las vejaciones que recibían otros muchos moriscos desembarcados en Berbería (especialmente las costas de Argel y Orán) movieron a algunos grupos a resistirse desesperada e inútilmente al destierro; el movimiento se constituyó en algunos pueblos del interior montañoso de la Valencia limítrofe con Castilla.», Rico, 1072.

• Don Quijote se imagina ser el libertador de la cristiandad, porque cree poseer un gran secreto militar para liberar colectivamente a la cristiandad de los turcos e individualmente a los cautivos de Berbería. Este secreto militar, que consiste primero en convocar a los caballeros andantes para liberar a la cristiandad y luego en ponerle a él con su caballo en Berbería, aparece al comienzo de la segunda parte de la novela como uno de los motores intencionales de su acción loca, y reaparece al final, bajo el modo de la evocación irreal y del lamento, por la imposibilidad de aplicarlo:

1) evocación irreal: «sería mejor que le pusiesen a él en Berbería con sus armas y caballo, que él le sacaría [a don (Gaspar) Gregorio, mayorazgo enamorado de Ana Félix] a pesar de toda la morisma, como había hecho don Gaiferos a su esposa Melisendra.», II.64.2.

2) lamento por la imposibilidad: «con la fuerza de mi brazo diera libertad… a cuantos cristianos cautivos hay en Berbería. Pero ¿qué digo, miserable? ¿No soy yo el vencido?… Pues ¿qué prometo? ¿De qué me alabo, si antes me conviene usar de la rueca que de la espada?», II.65.13.

• Lo que don Quijote ni siquiera intentó hacer y luego tuvo la osadía de deplorarlo, ya hecho, logró hacerlo un renegado a quien Ana Félix se fió.

«Con esto se acaba una historia llena de peripecias, tan novelesca (bizantina, diría yo, más que morisca) como inverosímil. Y para que todo concluya en armonía, también se va a «salvar» el renegado, volviendo, «de miembro podrido» de la Iglesia, «limpio y sano con la penitencia y el arrepentimiento». Es probable que se dieran entonces conversiones semejantes. Con todo, la frecuencia de los tonos triunfantes, en este final, resulta excesiva, no sólo porque tanto júbilo contrasta con la melancolía creciente de DQ, sino también porque las soluciones propuestas dejan de ser creíbles. Concuerdo, pues, con Vicente Lloréns, que percibe en este desenlace falsamente armónico «señales de una ironía más acre».», Georges Güntert, en Rico 1998 b, p. 228.

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Fuentes:
- Salvador García Bardón: Miguel de Cervantes y su tiempo
Crónica hispano-flamenca cervantina
Cronología razonada y circunstanciada

Diffusion Universitaire Ciaco, Louvain la Neuve, 1988, reedición 2016 en preparación.
- Salvador García Bardón, Taller cervantino del “Quijote”, Textos originales de 1605 y 1615 con Diccionario enciclopédico, Academia de lexicología española, Trabajos de ingeniería lingüística, Bruselas, Lovaina la Nueva y Madrid, Skynet, 2005.
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