"Jesús si te ve y basta con estirar el brazo, alzar los ojos y encontrarte con Él" Estírate: a los cristianos nos basta con estirar nuestro brazo para agarrarnos a Jesús
Quizá a veces también caminas solo en medio de tanta gente y tantas cosas de las agendas, arrastrando dolores e historias que se hacen pesadas. Y nadie te ve
La Iglesia a veces se siente herida y perdida en un mundo que ni siquiera la mira. No hay mayor asesinato que la indiferencia. El odio nos pone al enemigo siempre delante de los ojos. Pero la indiferencia lo vuelve invisible hasta hacerlo desaparecer
En occidente no hay sitio para los viejos. Y tampoco para los niños
En occidente no hay sitio para los viejos. Y tampoco para los niños
Ella caminaba entre la multitud como una sombra invisible arrastrando un carro de recuerdos remendados recordando que una vez fue joven, hermosa y rica. Se había gastado todo en médicos y apenas le quedaba ya casi esperanza, amargada, sentada en un andén en el que ya no se esperan trenes ni alegría.
Pero de repente llegó El, un hombre que se había hecho muy famoso por toda Galilea y que caminaba rápido rodeado por su grupo habitual de guardaespaldas y un montón de curiosos que le seguían para ver como terminaba la historia esa de una niña que estaba enferma caminando lentamente por la cuerda de la agonía prematura.
Entonces la viejita estiró la mano por en medio de tanto cuerpo y tanta indiferencia y tocó su manto. Y se curó. Dejo de ser invisible, su historia salió a la luz delante de todos, recuperó la salud, la paz y las ganas de vivir.
Quizá a veces también caminas solo en medio de tanta gente y tantas cosas de las agendas, arrastrando dolores e historias que se hacen pesadas. Y nadie te ve. Pero Jesús si te ve y basta con estirar el brazo, alzar los ojos y encontrarte con Él para sentir la liberación y la armonía perdida. Jesús tiene el poder de sanarte, de recomponerte, incluso de resucitarte si ya sientes tu alma muerta y abandonada.
La Iglesia a veces se siente herida y perdida en un mundo que ni siquiera la mira. No hay mayor asesinato que la indiferencia. El odio nos pone al enemigo siempre delante de los ojos. Pero la indiferencia lo vuelve invisible hasta hacerlo desaparecer.
Cuántas personas hay en el mundo que caminan como náufragos en medio de la masa. Cuántos ancianos solos envueltos en recuerdos amarillos que se les caen de la mente por el otoño de la vejez. Poco sitio les queda a los abuelos en una sociedad de cuerpos perfectos. No digamos de los que están enfermos, estorbos que gastan demasiado a los que es fácil empujar por el tablón de la eutanasia. En occidente no hay sitio para los viejos. Y tampoco para los niños.
Sin embargo tenemos la curación al alcance de la mano. Si descubrimos a Jesús y su mensaje de fraternidad universal en el que se valora a las personas sobre todo a las más débiles construiremos una sociedad más humana.
A los cristianos nos basta con estirar nuestro brazo para agarrarnos a Jesús.
Aunque tu fe sea pequeña no te cortes. Aunque tu historial sea terrible no te pares.
Estírate.
Ten valor y confía.
Y te llenarás de paz, alegría y ganas de bailar.