Lejos quedó el Dios cruel que necesita sangre. Jesús quiere hacerse uno a nuestra carne sucia y llena de remiendos. ¡Jesús es la Hostia!
Dios se hizo hombre y se llamó “Jesús”. Y el Hombre se hizo Pan y Vino y se llamó “Eucaristía”. Y así la segunda persona de la Santísima Trinidad, o sea, el hijo de María, el carpintero amigo de publicanos y pecadoras, que no paraba de curar y de decir palabras llenas de luz, que le mataron y resucitó y vive por los siglos, ahora es “solo” pan y vino, así de simple y así de rico y bueno y sano
Y se hace pan y vino diciendo “Tomad y comed”, ”Tomad y bebed”. O sea que es apto para consumo humano, que no es para dejarlo en una vitrina
Me encanta el olor del pan. Ese pan de pueblo con su miga blanca que tarda muchos días en ponerse duro... Mi abuela lo besaba cuando se caía al suelo diciendo “¡Pan bendito!”. El vino me gusta bueno y en ocasiones especiales, que soy “de morro fino”. No entiendo mucho, pero me encanta su color rojo o grana o blanco diamante, bailando en la copa, para luego dejarme con esa chispa de alegría.
Dios se hizo hombre y se llamó “Jesús”. Y el Hombre se hizo Pan y Vino y se llamó “Eucaristía”. Y así la segunda persona de la Santísima Trinidad, o sea, el hijo de María, el carpintero amigo de publicanos y pecadoras, que no paraba de curar y de decir palabras llenas de luz, que le mataron y resucitó y vive por los siglos, ahora es “solo” pan y vino, así de simple y así de rico y bueno y sano. Jesús “es la Hostia”, en sentido figurado y en el sentido que da el diccionario español para referirse a algo asombroso… De Dios a hombre, de hombre a cosa. Y es que a Dios, en su afán de hacerse pequeño con los pequeños, le encantan las reducciones, el “abajamiento”; Permíteme la broma pero menos mal que la cosa se quedó ahí, sino no sé cuál sería el siguiente salto, quizá la reducción al átomo. Por ahí algunos anda buscando desesperados “la partícula de Dios”; no sé si tendrá que ver con eso o con las miguitas de Hostia que se quedan en los corporales o en esos platitos que se colocan debajo de la barbilla en alguna iglesias.
Y se hace pan y vino diciendo “Tomad y comed”, ”Tomad y bebed”. O sea que es apto para consumo humano, que no es para dejarlo en una vitrina. Hay que agarrarle, hay que partirlo, masticarlo, como se come el pan. Porque el pan no se hace y se come entero sino que unas manos de madre o de cura lo parten con amor y por amor para alimentar a los hijos o a los fieles. Y así lo muestra en la misa diciendo lo de “Este es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo”. “Hostia” es como los romanos llamaban a la “victima ofrecida en el altar”, los pobrecillos animalillos degollados sobre las piedras para aplacar la furia de sus caprichosos dioses o al menos hacerse con sus favores. Jesús es la víctima de las víctimas, que se da a todos para aplacar nuestros temores, como un regalo de Dios Padre. Lejos quedó el Dios cruel que necesita sangre. Jesús quiere hacerse uno a nuestra carne sucia y llena de remiendos. A Jesús no le basta con venir al mundo, sino que quiere entrar en el nuestro, en nuestro jardín más íntimo y personal, a veces lleno de flores, a veces sólo de cardos y de cebollinos. Los que comulgan no lo hacen por ser buenos ni santos. Nuestras filas hacia altar son de hombres y mujeres que arrastrando sus contradicciones y pecados salen al encuentro del único que puede salvarles. Y el cura también es sólo un hombre con su historial de luces y tormentas. Que lo sé yo, por asombro y experiencia.
Y así el carpintero se hace uno con la señora jubilada, con el chaval y su móvil, con el empresario y sus desvelos, con el preso que se equivocó, con el que perdió el trabajo, con el que no sabe ni a quien comulgó, con el que está más solo que la una, que ahora ya deja de estar solo. Ellos se convierten en sagrarios con patas, en custodias ambulantes, que con sus actos muestran la presencia real y eucarística de Jesús en nuestro mundo. O así debiera ser...
Jesús se hace pan y vino. Pan, pan. Ahora, con esta ola que tenemos de “exposiciones del Santísimo” a tutiplén, a veces Jesús se convierte en una luna blanca, iluminada y redonda rodeada de oro y brillos que se manipula como si fuera radioactivo. Suenan canciones melífluas y protestantes y así el “Tomad y comed” se convierte en “Observad más bien de lejos y postraos”. Cierto es que ese Pan es Dios. ¿Pero cuál es su destino? ¿Para qué nos lo dio el Señor? Como a aquel que le regalan un Ferrari y lo deja aparcado por miedo a mancharlo ni tocarlo, qué pena de vehículo por Dios…
Vino de sangre y alegría, que sólo se suele beber el cura ante la envidiosilla mirada de todos… Igual habría que pensar hacer algo de consumo más democrático… Pan que es la víctima y que nos recuerda a tantas víctimas que sufren en nuestro mundo. Adoremos a Cristo verdaderamente presente en tantos hermanos que sangran un vino muy amargo. La fiesta del Corpus y Cáritas siempre van de la mano. Porque la Iglesia es sabia. Y la Eucaristía no es un sillon privado con reclinatorio para sentirse agustito, sino la fuerza del Cordero que ahora es Rey y vencedor por goleada, que se comparte en la comunidad y nos impulsa a ser nosotros también Pan y Vino para nuestros congéneres. Quien se comparte vive. Como Jesús.
Ale, a partirse.