"Triste sociedad que no da razones para vivir sino pastillas para quitarte del medio" Balada de la Mala Muerte
"Yo no apretaré el gatillo. Yo no usaré una almohada para ahogarte. No tiraré tu cama por la ventana del sexto. No te daré una pastilla para que mueras. Yo no te voy a ayudar a morir. Nunca"
"Pero yo no puedo darte la pastilla. Yo quiero ir a verte todas las tardes y leerte cuentos e historias. Quiero lavar tu cuerpo y recoger tus excrementos en la cuña blanca"
Yo no apretaré el gatillo.
Yo no usaré una almohada para ahogarte.
No tiraré tu cama por la ventana del sexto.
No te daré una pastilla para que mueras.
Yo no te voy a ayudar a morir.
Nunca.
Porque la muerte no es la solución de nada;
La señora de la guadaña viene a cortarnos la cabeza,
y a meternos en una caja de pino,
o a soplar nuestras cenizas vete a saber dónde…
Haré todo lo que pueda
para que no sufras,
para que estés bien,
rodeado de los tuyos,
con almohadones de amor y de morfina
hasta que sea tu hora.
Pero no seré yo quien te ponga la hora del finiquito.
No seré yo quien decida que ya no debes existir
porque no estás saliendo muy caro y nos queríamos ir de vacaciones.
Ya sabes que los enfermos terminales como tú,
o los discapacitados,
o los que sufrís,
sois una molestia para una sociedad
donde todo el mundo es joven, guapo y tiene pelo perfecto.
El sufrimiento nos da pavor
y en vez de combatirlo y mitigarlo
con todos los recursos humanos, divinos y médicos,
es mejor darle a uno una pastilla
que te quite del medio.
¡Y dicen que avanzamos!
¡Dicen que es “un derecho”!
Triste derecho el del desesperado que no tiene más salida
que tirarse por el balcón.
Triste sociedad que no da razones para vivir sino pastillas para quitarte del medio.
Y total porque eres sólo ya un viejo con ruinas en el alma y nietos ausentes.
o un enfermo molesto de cuidar.
o alguien quien sufre psicológicamente y no encontramos la clave para hacerte sentir
bien de nuevo.
O un discapacitado, que queda fatal en los álbumes de fotos.
Recibimos la vida, como un don.
Nadie pidió venir al mundo.
Cada cual se enfrenta a su biografía escribiéndola como puede.
La vida es para compartirla.
La vida incluso es para darla por los demás.
Pero que la muerte sea la única salida
para el que sufre es triste, ¿no?
No soporto el olor a los hospitales, las agujas,
las horas eternas de la noches, los olores, las sondas, la incertidumbre
alumbrada con esos fríos fluorescentes.
La enfermedad es un barco en el que nadie se quiere subir
y todos anhelan el encontrar como abandonar esa nave que naufraga.
Por eso comprendo que haya gente a la que no hay que crucificar
en máquinas que de manera artificial
te torturan amarrándote a la vida de una manera desesperada.
Cada cual tiene su momento.
Como las hojas amarillas que se sueltan del árbol.
Pero estas se caen solas. No hay nadie que las arranque.
Entiendo que la vida es un misterio
y que hay situaciones que no pueden ser juzgadas desde la comodidad
de los que vamos en bici o nos tumbamos en la playa
o bailamos en la cocina.
Pero yo no puedo darte la pastilla.
Yo quiero ir a verte todas las tardes y leerte cuentos e historias.
Quiero lavar tu cuerpo
y recoger tus excrementos en la cuña blanca.
Y darte la sopa con la cuchara y con amor limpiarte las comisuras de la boca.
Triste mundo en el que todos nos agachamos a recoger la mierda de nuestros perros
y los cuidamos y bañamos,
pero no lo hacemos con nuestros padres.
No sé si hay muerte buena.
La muerte es algo propio de la vida.
Pero la eutanasia es un asesinato o un suicidio,
porque darle algo a alguien para que se muera intencionadamente
no es “ayudar a morir”, eufemismo asqueroso.
Eso es y será matar. Piadosamente, pero matar.
Y no me veo yo con fuerzas para ello.
Triste Navidad ésta en la que tanta gente hemos perdido
Y se anuncia una ley como un avance.
¿Avance hacia qué?
“Cada cual que haga con su vida lo que quiera”.
Puedes inmolarte por tu fe.
Puedes engancharte a las drogas que cada día son de más colores.
Puedes arruinar tu vida.
Por poder puedes, pero arrastrarás a los tuyos hacia el pozo.
Preguntadle a la familia del que se suicida, como se queda
Mirando a la ventana de la culpabilidad durante años.
Todos estamos juntos, unidos, en red de corazones y de mentes.
Lo siento, pero yo no te voy a dar la pastilla.
Lucharé contra el dragón de tu sufrimiento
Con todo lo posible.
Pero tu adiós es tuyo.
No mío.
Y el día y la hora los volverá a poner Dios.
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