Muchas puertas cerradas a nuestro alrededor
cuando no hay trabajo, ni pan ni hogar.
Muchas puertas cerradas por el odio,
por el miedo a los demás, a los que son diferentes
o vienen de lejos.
A veces se abren puertas engañosas
que nos llevan al precipicio,
que nos vuelven esclavos a las redes, las drogas, el sexo o las pantallas
vacías.
Puertas que nos cerraron
aquellos a quienes queríamos
y no quisieron saber de nosotros.
Puertas cerradas de quienes nos condenan
y nos meten en calabozos de desprecio.
Pero hay una puerta que siempre está abierta,
que conduce a una pradera llena de sol,
de fuentes cristalinas y flores sin alergia.
Hay una puerta abierta para todos,
para construir una casa común,
un mundo diferente
donde el cordero duerme con el león
y nadie hace daño a nadie.
Hay una puerta que se hace estrecha para los gordos y egoístas,
para los de mente cerrada, los inquisidores
que apuntalan las puertas con grilletes.
Hay una puerta que te lleva un mundo tan feliz
como no has imaginado.
Todos están invitados a entrar: ricos, pobres, listos, tontos,
los de gym y los de ñam.
Aquí te llaman por tu nombre y te cuidan,
te defienden del lobo y de los miedos,
te tratan como a un rey
de los de toda la vida.
Jesús te abre sus puertas.
Jesús te cuida.
Porque desde el cariño total,
es fuerte y poderoso,
vencedor de dragones.
La puerta está abierta.
El te va a cuidar.
Pasa, entra.
Aquí está tu hogar y tu familia.
Por fin.
Abre la puerta.
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