4 domingo de pascua. Juan (10,1-10) Ovejas y Pastores. Qué miedito me da
Obispos que no cesan de arengar a sus diócesis, que se manchan los zapatos de barro y de realidad, que no tienen miedo y no buscan subir en la escala evolutiva ministerial. Ellos se saben pastores que han entrado por la puerta de Cristo y con sus palabras valientes, no se esconden ni se dejan llevar por el desánimo o las grandes dificultades a las que sus diócesis se enfrentan
Y qué alegría que las puertas de los templos también se abran. No digo que os echábamos de menos, porque siempre, siempre, estuvisteis aquí.
Pastores y ladrones en un mismo texto. Miedo me da. El pastor que conoce a las ovejas, que las llama y ellas contentas y seguras, algodones con patas y poco cerebro que siembran el camino de conguitos, siguen a su dueño por senderos más o menos floreados, porque se saben a buen recaudo, porque hay lazos invisibles entre un pastor y su rebaño; y no digamos con el perro que le ayuda con el trabajo, que de eso Jesús no dice nada, pero seguro que perro había.
El pastor es dueño de su redil y por eso entra por la puerta como un señor, como las personas civilizadas y no con las patas por lo alto como un saltador de pértiga, como los ladrones que aprovechan los descuidos para colarse en el corral y llevarse a las ovejas a fuerza de bastonazos. Porque las ovejas, aunque son unos bichos estúpidos con mirada ovina, son listas y casi catedráticas para reconocer a su señor. Y su pastor acreditado no usa los garrotazos sino los “ssilboss amorossoss” que decía aquel místico en sus poesías.
Y ahora viene lo de las difíciles comparaciones.
La fama de la oveja no la coloca como prototipo ideal de nick personal. Supongo que todos preferiríamos que nos adjudicasen la categoría del Rey león, la sabiduría de Fliper el delfín, incluso la astucia del oso Yogui. Pero lo de la oveja tiene unas connotaciones descerebradas y aborregadas que a veces hacen poco digerible su aplicación al pueblo de Dios tan empoderado en la actualidad. Aunque a algunos pastores, o sea clérigos, les encanta este posicionamiento. “Pequeñas ovejillas” les decía repetidamente un joven sacerdote a su parroquia. Y así, hay algunos que siempre se colocan en una superioridad moral e intelectual de la que el barro de la vida muchas veces les hace caer. Pero bueno, dejemos a Jesús hacer sus comparaciones, que para eso es nuestro jefe y tiene un master en parábolas del Nuevo Testamento.
Los pastores serían los encargados de velar y cuidar a ese pueblo, que de manera natural los reconocen como líderes a los que siguen.¡ Follow de líder!! Y las personas humanas de a pie, serían la grey, palabra muy de nuestro argot bíblico. Nada que ver con lo de “Las cincuentas sombras y tal…!”
Jesús deja claro que Él es la puerta. Él es el único acceso para que haya un encuentro verdadero entre ovejas y pastores. Los pastores han de pasar por Él, han de aceptar su autoridad, su estilo de palancana, jofaina y paciencia infinita, su dar la vida por su rebaño. Quien quiera ser pastor, que se deje de disfraces y accesorios que le hacen quedarse lejos de la gente de a pie. “Un pastor con olor a oveja” decía Francisco. “Pues muchos curas lo que quieren es oler a Armani”, me rebatía un viejo y experimentado religioso con bastante sorna por su parte.
En mi trabajo con obispos muchas veces he observado la lejanía en la que algunos se sitúan de la realidad de sus propios fieles. Rodeados de palmeros que quieren algún cargo, canongía o “parroquia buena” (de las de las colectas con billetes), viven en una torre de marfil poniéndose ropajes cada vez más Luis XIV, con sermones que empiezan en el Génesis y acaban por el Apocalipsis en un argot de seminario y con voz a tope de rever.
No digamos de los que desgraciadamente se deslizan en tramas más propias de la Edad Media, conspiraciones, declaraciones en contra del Papa, que se ven perseguidos por una sociedad que muchas veces les ignora o a lo más que llega es a reírse de sus ocurrencias o escandalizarse por sus meteduras de pata
También ellos desean “una diócesis mejor”. Porque hay diócesis mejores y peores, no se vayan ustedes a creer. Los criterios para la evaluación de las diócesis aún no me han sido revelados por los arcanos.
Generalizar es de ignorantes y yo, aunque no sea muy ducho, no voy a caer en ese error. Hay infinidad de pastores, obispos y sacerdotes que se parten la vida y el alma por sus fieles. En estos tiempos pandémicos cuántos han buscado la manera de hacerse cercanos a sus fieles utilizando las temibles tecnologías o perpetrando ocurrencias de diversa índole. Yo algunas de ellas no las haría ni por todo el oro del mundo. Subirse a aviones o hacer malabarismos en un camión a toda pastilla o encaramarse al tejado de la parroquia con la custodia, siempre con la custodia, pues no lo tengo entre mis habilidades artístico pastorales. Pero mira, ellos lo hacen así. Ellos quieren que Dios esté presente en la vida de sus fieles... Otros no cesan de ir a los hospitales, a los entierros tristes de tres tristes asistentes, reparten comida, siempre vestidos de astronautas. No digamos de la cascada de misas, grupos wasap, escritos, conferencias telemáticas de un gremio tan poco ducho en las tecnologías… que se han convertido en influencers de la noche a la mañana.
Algunos han caído, curas viejos que terminaron sus días gastados por los demás sin homenajes, como pábilos humeantes de velas anónimas y perdidas en el cajón de la sacristía. Y algunos jóvenes también. Lo dieron todo y se coronaron con su vida sesgada por el coronavirus. Les espera una Gloria merecida.
Obispos que no cesan de arengar a sus diócesis, que se manchan los zapatos de barro y de realidad, que no tienen miedo y no buscan subir en la escala evolutiva ministerial. Ellos se saben pastores que han entrado por la puerta de Cristo y con sus palabras valientes, no se esconden ni se dejan llevar por el desánimo o las grandes dificultades a las que sus diócesis se enfrentan. Luchan a cara descubierta con esos bandidos que con sus videos o sus acusaciones, su artículos anónimos o webs fanáticas intentan desacreditarlos y robarles las ovejas que Dios les dio. Cuidan a sus sacerdotes, variados y diversos como las cajas de los bombones, pero suyos. Fieles al Papa. Pastores de verdad.
Cristo es la puerta. Pasen, pasen. Esa puerta siempre está abierta.
Y qué alegría que las puertas de los templos también se abran. No digo que os echábamos de menos, porque siempre, siempre, estuvisteis aquí.