"Me lastran mis errores a un fondo oscuro, la culpa es como un lobo aullando al corazón" "Jesús camina conmigo cada noche, al lado de mi perro renqueante"
"El Maligno como buen depredador sabe que las ovejas solitarias son presa segura. Primero nos aísla, después nos devora sin miramientos ni compasión"
"También a veces en la Iglesia se filtra la oscuridad y el pesimismo por los bancos cada vez más vacíos, los fanáticos cada vez más crecidos, murmuradores anónimos que cortan cabezas a diestro y siniestro"
"Y El me mira y se pone en pie. Impresiona Jesús de pie, como un gigante de Nazaret frente a los relámpagos"
"Jesús camina conmigo cada noche, al lado de mi perro renqueante"
"Y El me mira y se pone en pie. Impresiona Jesús de pie, como un gigante de Nazaret frente a los relámpagos"
"Jesús camina conmigo cada noche, al lado de mi perro renqueante"
Muchos días veo como la barquita de mi vida se hunde arrastrada por las tempestades de mi historia. Me agarro al mástil de una vela que antaño fue blanca y luminosa y que hoy apenas quedó convertida en unos cuantos harapos rotos y manchados. Camino solo por una ciudad grande y ajena, hormiguero de mil rostros anónimos que atravieso acompañado por un perro negro que ya no mueve el rabo, cojeando por una herida que parece que nunca se curará. Añoro a los que se fueron, a los que me abandonaron y a todos aquellos que no supe cuidar.
Me lastran mis errores a un fondo oscuro, la culpa es como un lobo aullando al corazón, me pregunto para qué me esforcé por tantas cosas, por qué escribir, por qué crear, por qué organizar tantos acontecimientos, por qué llamar a gente, por qué llegar casi al medio siglo con la sensación de no haber hecho nada.
En las estaciones de metro contemplo a los náufragos que se aferran a tablas imposibles, “peces de ciudad” que cantaba Sabina: “cómo huir cuando no quedan islas para naufragar, al país donde los sabios se retiran del agravio de buscar labios que sacan de quicio, mentiras que ganan juicios tan sumarios que envilecen, el cristal de los acuarios de los peces de ciudad que perdieron las agallas en un banco de morralla en una playa sin mar”. Gente en todas partes, que decía Pedro Guerra, “pero qué sola está”. El Maligno como buen depredador sabe que las ovejas solitarias son presa segura. Primero nos aísla, después nos devora sin miramientos ni compasión.
Y así también a veces en la Iglesia se filtra la oscuridad y el pesimismo por los bancos cada vez más vacíos, los fanáticos cada vez más crecidos, murmuradores anónimos que cortan cabezas a diestro y siniestro. Discusiones teológicas, luchas de poder, envidias, soledad también….
Y parece que nos hundimos.
Hasta que abriendo los ojos le vemos dormido sobre un colchón que alguien trajo a la popa, le vemos a Él: Jesús. “¿No te importa que nos hundamos?” le he gritado silenciosamente sintiendo la angustia en la garganta, ”¿No te importamos? Cada uno de los que navegamos por este mundo con nuestros amores y rupturas, nuestros soles y heridas, nuestro absurdos y nuestros egoísmos, ¿De verdad te importamos? ¿Te importan los inocentes que caen por la violencia, los que perdieron su trabajo, lo que se sienten aterradoramente solos, agarrados al sexo sin amor, las drogas sin dolor, la tele o el móvil sin corazón? ¿Te importa tu Iglesia de hombres y mujeres pecadores, santos, mártires a los que nadie rescató de la espada del tirano, bautizados que salieron y jamás regresaron, inquisidores, soñadores, ilusionados o ya de vuelta de todo? ¿De verdad te importa tu iglesia Jesús? Y eso lo grito por la noche mientras la tempestad me golpea en la barquita de mi cama.
Y El me mira y se pone en pie. Impresiona Jesús de pie, como un gigante de Nazaret frente a los relámpagos. Y con su voz fuerte y serena hace callar los truenos, hace callar las sirenas traicioneras que nos engañan, hace callar el ladrido del Mal, el aullido del mar.
Y en ese silencio nuevo sientes de nuevo la calma en tu corazón como una marea cálida y refrescante al mismo tiempo. Se puede respirar. Se rompieron los gigantes que eran solo molinos…
Y es que sí, soy cobarde y mi fe es pequeña y a veces oscura, como una débil llama contra la fuerza del océano. Jesús está en su Iglesia y jamás se hundirá. Jesús está en el mundo rescatando a los náufragos que le buscan sin saberlo.
Jesús camina conmigo cada noche, al lado de mi perro renqueante.
Y no va dejar que me hunda.
Y a ti tampoco.
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