"Todo el presbiterio es una maravillosa obra de arte" Girona: La catedral de San Carlomagno
"De origen semi-apostólico, y sobre una ermita que convirtiera en mezquita mayor la invasión islámica el año 718, se construyó posteriormente un templo de estilo románico, a instancias del obispo Pedro Roger, hijo del conde Roger II, y hermano de Ermesenda"
"El coro de la catedral es del siglo XVI, con silla episcopal tallada en mármol, por el maestro Eloy, si bien se conserva otra silla de estilo románico, labrada asimismo en mármol"
"Todo el presbiterio es una maravillosa obra de arte. Su retablo, recubierto de plata, se halla en la cumbre de la orfebrería. Destaca la imagen de la Virgen con el Niño, chapada en plata y con esmaltes excepcionalmente valiosos"
Con sus cuatro salas dedicadas a Museo, el de la catedral de Girona es el de los más ricos de España. Destaca el Tapiz de la Creación, único en el mundo, así como el ejemplar del “Beato de Girona”
"Todo el presbiterio es una maravillosa obra de arte. Su retablo, recubierto de plata, se halla en la cumbre de la orfebrería. Destaca la imagen de la Virgen con el Niño, chapada en plata y con esmaltes excepcionalmente valiosos"
Con sus cuatro salas dedicadas a Museo, el de la catedral de Girona es el de los más ricos de España. Destaca el Tapiz de la Creación, único en el mundo, así como el ejemplar del “Beato de Girona”
Sintiéndolo mucho, y aún sin sentirlo, en tan solo un apretado puñado de años las catedrales dejaron de serlo en gran parte de España y fueron lo que el Nacionalcatolicismo pretendió y logró conseguir. Entre otras cosas muy principales, lugares de enaltecimientos político-religiosos en los que “con asistencia y participación de las autoridades militares, políticas y religiosas”, se celebraban conmemoraciones patrias o patrióticas, también locales, con sacrosanta mención para las patronales.
Por supuesto que, de la “buena prensa” de las catedrales eran partícipes también las familias y, en este sentido es indispensable rememorar el buen servicio que a las mismas les proporcionaban las catedrales de forma muy singular en la administración del santo sacramento del matrimonio, para el que no podía existir otro marco tan solemne y vistoso para el lucimiento de la pareja y del cortejo de amigos y deudos parentales.
Esta condición catedralicia destacaba ya en la misma puerta de entrada, y de modo notorio, a la salida, si para ello había que recorrer algún tramo del camino sirviéndose de las escaleras-gradas que facilitaban su tránsito, con solemnidad y galanura. Parte muy importante en la celebración de las bodas, por muy canónicas que estas fueran, resultaban ser las fotos. En definitiva, estas, y para no pocas celebraciones con posibilidad de rupturas, serían las que habrían de perdurar algún día…
Así de triste y de real es la vida y más aun la que se consideraba -y se considera- “religiosa”, dado que, de muchas y muchas no se podía aseverar, con dignidad y gramática, que se habían casado “por” la Iglesia, sino solo, o fundamentalmente “en” la iglesia , y si el templo era catedralicio, y la ceremonia, estaba presidida por el obispo, y sus escaleras más amplias y ostentosas para el desfile nupcial, mejor que mejor…
Y así y ahora nos introducimos en la descripción somera, bienintencionada y no falta de arquitectura y liturgia, de la catedral de Girona, a la que se accede nada menos que después de que los zapatos recién estrenados para tal evento, hayan acariciado con levedad, escrutinio y estremecimiento, los 99 escalones que componen el conjunto ascendente o descendente, según se mire y practique. (Tal información se completa con la reseña de que tan grandiosa y espectacular escalinata fue construida el año 1607, distribuida en tres tramos, de 28 el primero, 32 el intermedio y 39 el último. Con datos tan señoriales lucidos y prestigiosos socialmente como estos, no era de extrañar que, para integrarse efectivamente en el listado de bodas “religiosas”, hacía falta recomendaciones clericales de altura)
La mayoría de los adjetivos de los que hay que hacer uso en la descripción no solo arquitectónica de esta catedral, son -deben ser- superlativos. En grado eminente y a punto de rebasar todo lo humano y parte de lo divino. Elevado y preminente. A veces, hasta inescrutable.
De origen semi-apostólico, y sobre una ermita que convirtiera en mezquita mayor la invasión islámica el año 718, se construyó posteriormente un templo de estilo románico, a instancias del obispo Pedro Roger, hijo del conde Roger II, y hermano de Ermesenda,- “Hermesindis”- condesa de Barcelona y Girona, con lo que, como casi siempre ,“todo se quedaba en casa”. De la donación de la citada condesa, habiendo vendido antes ella la iglesia de san Daniel, de su propiedad personal,”entregando al obispo 200 onzas de oro “, tal y como refieren las crónicas, con el añadido de que ella efectuaría una nueva aportación de otras 300, al transformar la “cabecera” del templo, por considerarla de proporciones muy reducidas . En el año 1292 el tesorero Guillén Jofré donaría 10,000 ”sueldos catalanes” para completar la obra.
De su arquitectura hay que destacar nada menos que la singularidad de ser entonces monumento único en la historia, dadas las proporciones de su única nave de 34 metros de altura, 50 de largo y 23 de ancho, según proyecto del arquitecto Guillermo Bofill, “admirado y temido” por el resto de los constructores de catedrales y más. La fachada, de estilo barroco neoclasicista, es del año 1730 y reclaman mención particular sus monumentales esculturas.
El coro de la catedral es del siglo XVI, con silla episcopal tallada en mármol, por el maestro Eloy, si bien se conserva otra silla de estilo románico, labrada asimismo en mármol, pero de una sola pieza y que posiblemente contribuiría a crear y a potenciar la conciencia episcopal de que su asistencia y participación en los rezos y cantos litúrgicos les facilitarían a todos sus diocesanos, recorrer los caminos que llevan al cielo, despojados sobre todo de las riquezas terrenales, con sus respetivos signos y comportamientos.
Todo el presbiterio es una maravillosa obra de arte. Su retablo, recubierto de plata, se halla en la cumbre de la orfebrería. Destaca la imagen de la Virgen con el Niño, chapada en plata y con esmaltes excepcionalmente valiosos. La plata se hace generosamente presente y altiva en el baldaquino. El altar, de mármol, es de una sola pieza, repujado en oro. Y del mismo refiere la historia que fue “vendido” a las tropas invasoras francesas en 1809, tasado “oficialmente” en un millón de francos.
De entre tantos otros “detalles” dignos de admiración, recuerdo y, además y sobre todo, de reflexión pastoral y litúrgica, en la teología de las catedrales, salta la condición que posee de ser excelso lugar de enterramientos -mausoleos- para sus obispos, fundadores, cofundadores, reyes, marqueses, duques, condes y condesas, y pudientes, con lo que, aquello de que “la catedral- la misma Iglesia- es del pueblo”, se queda en literatura y se echa a lo más profundo del pozo del olvido “religioso”. La catedral es de obispos y nobles, y quien no se lo crea, o lo dude, que visite la de Santa María de Girona, con tan honrada y luminosa colección de vidrieras.
Por citar un ejemplo, el cenotafio del obispo Bernardo de Pau, es monumental y artístico, con sus cuatro figuras tenantes que sostienen su escudo pontifical, ángeles que hacen ascender a lo más alto del cielo el alma del señor obispo, sin escatimar detalle artístico y majestuoso alguno. Idéntica referencia reclama el mausoleo episcopal de Berenguer Villamarí, con sus vestiduras pontificales y sin faltarle la mitra…
Con sus cuatro salas dedicadas a Museo, el de la catedral de Girona es el de los más ricos de España. Destaca el Tapiz de la Creación, único en el mundo, así como el ejemplar del “Beato de Girona”, una de las tres copias que se conservan de los “Comentarios al Apocalipsis del Beato Liébana”, del siglo X, este con prodigiosas miniaturas de la monja Ende y del monje Emeterio, que posiblemente pertenecieran los dos a uno de los monasterios mixtos entonces existentes.
El Museo es depositario también de una escultura gótica del emperador “San Carlomagno”, elevado a los altares, si no en la Iglesia universal y oficialmente, sí en tiempos en los que el pueblo-pueblo en determinados lugares franco-catalanes y no la Curia Romana era el “canonizador o el “beatificador”. A quienes pretender confundir esta imagen con la de otro rey -tal vez Pedro IV de Aragón, “El Ceremonioso”-, al menos en esta santa y devota ocasión, hay que sugerirles que se dejen de razonamientos, por cultos que sean, y no impidan que el pueblo prosiga con su devoción al emperador de la Barba Florida.
Completan el tesoro catedralicio cruces de esmaltes, custodias del Corpus, relicarios, una imagen de la Virgen, en madera y con el Niño Jesús, recubierta de plata, una gran cruz de esmaltes y oro, el sello original de la condesa Ermesenda , con curiosa redacción en latín y en árabe. A los más entendidos no les pasa desapercibida una arqueta de esta procedencia.
El claustro catedralicio del siglo XII, y todas sus dependencias,son dignas -dignísimas- de elogio y admiración, también con tiempo para recordar la leyenda de “la Bruja de piedra”, personaje infernal diabólico, del que se refiere que, incómodo y en desacuerdo con la construcción de tan colosal templo catedralicio, el demonio encarnado en una bruja, se dedicaba todas las noches a echar por tierra, a base de infimitas y gruesas pedradas, la obra realizada por los constructores durante el día. En una de las gárgolas del tejado -la única de las zoomorfas que hay en el mismo-, se perpetua el nefasto recuerdo de la mala bruja “desfacedora” de “santas” catedrales..
A tan luminoso conjunto es preceptivo arquitectónicamente añadirle estar construido todo él con la peculiar y azulada “piedra de Girona”, orgánica de origen geológico, conocida por los expertos y constructores como numulítica, fósil de forma semejante a una moneda, que existió en la era terciaria. La belleza y arquitectura de esta catedral, al igual que la de otras, como en los casos de Salamanca y Burgos, depende en gran parte de la piedra empleada en la ejecución de las mismas. Alegra dejar constancia también de que en la catedral de Girona, y sorprendentemente, aparecen relieves labrados con figuras de lectores con sus libros medievales en sus manos., como en la tumba del archidiácono Dalmau Ruset, con figuras de hombres y mujeres, por igual.
A la salida de la catedral gerundense y en lo que antes fuera y se usara como doméstico suntuoso palacio episcopal, se halla instalado un Museo de Arte, que guarda y exhibe piezas excepcionales relacionadas con el templo, como los bocetos de sus vidrieras.
Con esta sagrada intención, aprovechamiento, y deseando que cunda el ejemplo, y los obispos dejen de avecindarse en palacios, le coloco el punto y aparte a la visita al templo catedralicio, no sin antes invocar la protección de san Carlomagno y del mártir diácono san Félix.