La idea era sugerente: los resultados, mediocres María Magdalena y el permanente ocaso del cine bíblico

(Peio Sánchez).- Y cine basado en la Biblia se convirtió en género cinematográfico. Cecil Blount DeMille tuvo ya en 1927 con "Rey de reyes" la intuición de que aquello podía ser una fuente de espectáculo ( y dinero) recogiendo ya una consolidada tradición en el cine mudo.

El film "María Magdalena" quería ser un nuevo intento de actualizar el género, esta vez de la mano de la reivindicación de las mujeres como discípulas de Jesús. La idea era sugerente como actualización, aunque los resultados son mediocres.

La representación de la historia bíblica afronta tres exigencias difíciles de traspasar a la pantalla: la adecuación histórica, la fidelidad a la inspiración del texto y la actualización en contextos culturales diversos. La opción Garth Davis se decanta por la tercera exigencia e ignora las otras dos.

El foco del guion se centra en la reivindicación de María Magdalena -bella y creíble Rooney Mara- pero el precio que se paga es que sucumben el resto de personajes secundarios incluido el Maestro, otro desastre de Joaquin Phoenix aunque en este caso no puede cargar con todas las culpas, valga de redundancia. La realización no aguanta la tensión dramática -la pasión realmente es penosa- y quedan hilvanadas algunas secuencias interesantes en medio de una película tan rocosa como los paisajes del sur de Italia donde fue filmada.

Entre los aciertos que los hay hemos de enumerar: la apuesta por resaltar la novedosa relación de Jesús con las mujeres y la importancia de ellas ya desde el mismo grupo original de discípulos, la reivindicación de María de Magdala como diferente y a contracorriente de su contexto y con una comprensión lúcida del mensaje y la persona de Jesús, así como la muy interesante banda sonora, que ha resultado testamentaria, del recientísimamente fallecido compositor islandés Jóhann Jóhannsson, complementada con la violonchelista Hildur Guðnadóttir.

Pero si de piedras se trata, el tropiezo principal es la desfiguración de Jesús de Nazaret, que decididamente se resiste a la representación fílmica. El Jesús de Garth Davis es tan torturado como el de Scorsese y tan serio como el de Pasolini pero sin las referencias al Dios Padre del primero y sin el sustento de la fidelidad a la austeridad del texto del segundo.

En las postrimerías más parece que resucita la discípula María que su Maestro. Otra piedra, como no podía ser menos, es Pedro: la licencia dramática de la tensión con el sector femenino termina por dejarle fuera de juego. Y lo de Judas, que iba para piedra preciosa pero quedó en canto rodado, siendo su ahorcamiento bastante ridículo.

Director y guionistas, poco y mal asesorados, tenían una buena propuesta original, pero su atrevimiento se convirtió en penitencia cuaresmal para el espectador. Más les hubiera valido, tranquilos no voy a decir lo de la piedra de molino, centrarse en la de Magdala tras la Pascua para soslayar la representación de Jesucristo y concentrarse en el papel de las mujeres en la comunidad primitiva. Pero el morbo de la relación con Jesús siempre vende (¿Se besan o no se besan?) aun a costas del hundimiento que, como si fuera una profecía, presentan los primeros fotogramas.

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