El atentado ha eclipsado el inicio del pontificado del arzobispo El atentado de Gethsemaní contraprogramó la entrada de Pizzaballa como Patriarca de Jerusalén
En términos políticos diríamos que el atentado ha eclipsado el acontecimiento del inicio del Pontificado del nuevo Patriarca. Probablemente no ha sido una contraprogramación deliberada, como recuerda el Custodio en la misma homilía: “supongo que quien ha realizado este gesto lo haya hecho para tener un poco de resonancia, de fama injustamente ganada, haciendo el mal en vez del bien”
Pizzaballa:”Treinta años en Jerusalén cambian la vida. La mitad de la mía la he pasado aquí, digamos que la parte constructiva de la vida, después de los 25 años. Es evidente que estos 30 años me han modelado: la cultura de Jerusalén, la gente, las relaciones, las dificultades; está claro que empiezo este nuevo servicio teniendo presente cuál ha sido mi historia personal aquí, lo que he aprendido, para bien y para mal, y aporto lo que soy”
El Custodio recuerda a las autoridades pertinentes la obligación de garantizar la seguridad de los santuarios. Y nos recuerda la identidad histórica y espiritual de Gethsemaní, lugar evangélico tan significativo y simbólico para el mundo cristiano. Aquí Jesús inicia lo más duro del Misterio Pascual
El Custodio recuerda a las autoridades pertinentes la obligación de garantizar la seguridad de los santuarios. Y nos recuerda la identidad histórica y espiritual de Gethsemaní, lugar evangélico tan significativo y simbólico para el mundo cristiano. Aquí Jesús inicia lo más duro del Misterio Pascual
En estos días nuestra mirada hacia Jerusalén ha estado condicionada por el lamentable atentado en la Iglesia de las Naciones, en Gethsemaní. El viernes, día 4 de diciembre por la tarde, mientras hacia su entrada solemne Pierbattista Pizzaballa, como nuevo Patriarca de Jerusalén, tenía lugar ese latrocinio. Así lo recordaba, Francesco Patton, custodio de Tierra Santa de los Franciscanos, en su homilía del domingo en reparación por el atentado. En términos políticos diríamos que el atentado ha eclipsado el acontecimiento del inicio del Pontificado del nuevo Patriarca. Probablemente no ha sido una contraprogramación deliberada, como recuerda el Custodio en la misma homilía: “supongo que quien ha realizado este gesto lo haya hecho para tener un poco de resonancia, de fama injustamente ganada, haciendo el mal en vez del bien”.
Por eso nos parece justo comentar el rito de entrada de Pierbattista Pizzaballa, recientemente nombrado Patriarca Latino de Jerusalén, en la basílica del Santo Sepulcro y la posterior misa solemne. Así como algunas declaraciones suyas recientes.
De acuerdo con la tradición, la delegación de frailes franciscanos, junto con la del Patriarcado, llegó a la puerta de Jaffa, una de las entradas de la ciudad vieja de Jerusalén. Desde esta puerta las personalidades a las que está reservado este derecho comienzan habitualmente el recorrido que les llevará a la puerta frente al Santo Sepulcro para el ingreso solemne. Siguiendo la tradición, el Patriarca Latino, llegó frente al portón del Santo Sepulcro que se abrió para la ocasión y se volvió a cerrar tras él.
Custodiar los lugares santos
Después de besar la piedra de la unción -que se encuentra a la entrada-, de la incensación y la aspersión con agua bendita, el Custodio de Tierra Santa, Francesco Patton, pronunció su discurso de bienvenida. “Por nuestra parte, como sus hermanos de la Custodia de Tierra Santa, guardianes de este y de los demás Santos Lugares por la divina providencia y por voluntad de la Iglesia…le acompañaremos y le apoyaremos con la oración, que es parte de la tarea que la Iglesia nos ha confiado”, concluyó el Custodio. “Lo haremos no solo aquí sino en todos los lugares santos. Estaremos permanentemente abiertos a la colaboración pastoral por el bien de la Iglesia local y universal. Trataremos de poner nuestra internacionalidad al servicio de la Iglesia local precisamente para que crezca el sentimiento de fraternidad entre todos y la Iglesia de Jerusalén pueda ser madre de todos sus hijos”. Unas palabras del Custodio, expresando la colaboración leal de la totalidad de la Custodia.
Después de estas palabras, cantando el “Te Deum” el Patriarca continuó hasta la Anástasis, donde entró para tener un momento de oración junto al Custodio de Tierra Santa. A este momento siguió la lectura del Evangelio y de la Bula Apostólica del nombramiento del Patriarca por monseñor Leopoldo Girelli, nuncio apostólico en Israel y Chipre y delegado apostólico en Jerusalén y Palestina.
Después de traducir la bula al árabe y al italiano, mons. Giacinto-Boulos Marcuzzo, obispo emérito del Patriarcado Latino de Jerusalén tomó la palabra para pronunciar un breve discurso en árabe e italiano. “Ahora, se le pide que sea no solo un buen administrador, sino un obispo diocesano, es decir, un verdadero ‘padre’ de esta Iglesia Madre de Jerusalén”, dijo en su discurso Marcuzzo. “Ahora su ministerio de padre tendrá un tono más pastoral, cultural y espiritual; quizá no menos exigente que el de Administrador Apostólico, pero con un sabor especial mucho más consolador y más acorde con el alma de un pastor”.
Finalmente, “Sé que no estoy solo”, subrayó el Patriarca Pizzaballa desde la sede durante su intervención. “Sin la colaboración de su presbiterio, de los religiosos y de sus fieles, el obispo no podría guiar a su rebaño, y no sería imagen del Buen Pastor. Hoy vosotros estáis conmigo”. Para concluir su discurso, el Patriarca bendijo a los presentes, dirigiéndose después – siguiendo a la delegación – hacia el Patriarcado para finalizar este primer momento.
Al día siguiente, sábado 5 de diciembre por la mañana, el Patriarca presidió su primera misa solemne en el Santo Sepulcro. Un rito que se repite cada vez que es nombrado un nuevo Patriarca de la Ciudad Santa. Unos días antes de su ingreso, el nuevo Patriarca hizo unas declaraciones interesantes a los medios de comunicación de la Custodia.
Treinta años cambian la vida
En el plano personal confiesa: ”Treinta años en Jerusalén cambian la vida. La mitad de la mía la he pasado aquí, digamos que la parte constructiva de la vida, después de los 25 años. Es evidente que estos 30 años me han modelado: la cultura de Jerusalén, la gente, las relaciones, las dificultades; está claro que empiezo este nuevo servicio teniendo presente cuál ha sido mi historia personal aquí, lo que he aprendido, para bien y para mal, y aporto lo que soy”. Muy significativo “lo que he aprendido para bien y para mal, “y aporto lo que soy”. Queda claro que da a entender que conoce perfectamente las situaciones, y que a él también le conocen…
En cuanto a sus sentimientos, en estos momentos: ”hay un poco de inquietud por lo que me espera, porque una cosa, como administrador, es apagar fuegos, y otra es sembrar, plantar y hacer crecer: otra responsabilidad y perspectiva…Son muchas las cosas que me preocupan pero cada problema a su tiempo; por ahora empecemos”. Probablemente habrá tenido en su etapa de administrador apostólico que “apagar algunos fuegos”. Subraya y no esconde muchas preocupaciones. Tiempo al tiempo. Evidentemente ya no tiene los límites de administrador apostólico.
En cuanto a su elección afirma: “yo soy extranjero pero también llevo aquí treinta años, soy extranjero pero, al mismo tiempo, no lo soy. Conozco esta realidad bastante bien, con sus límites y también con mis límites. Y aquí la comunidad me conoce, en mis aspectos positivos y también mis límites. Por eso digo que se trata de una elección de continuidad”. Y por otra lado resalta :”También creo que el elemento local de la Iglesia es obvio y claro: es una Iglesia que tiene una identidad árabe evidente. Por eso, también nombrar una persona no árabe ya no se lee como podría leerse hace cuarenta años: es también una invitación a pensar en la vocación universal de esta Iglesia”. Este subrayado último es esencial, sin descuidar la insistencia recíproca en los “límites” en el resto de la declaración.
Identidad cristiana
Insiste muchísimo en que “deberíamos trabajar mucho sobre qué es la identidad cristiana aquí, qué significa ser cristiano aquí, cuáles son nuestras raíces, dónde se fundamentan, porque de este sentimiento de pertenencia nace todo lo demás”. Paradójicamente, hoy más que nunca parece afirmar que la Iglesia de Jerusalén debe reencontrarse a sí misma.
Por eso insiste: “Lo que siento que debo decir a mi comunidad es que no es la primera vez que estamos en crisis: hemos tenido muchas intifadas que han bloqueado todo. Me gustaría decirles que no vivan esta situación como el final, como un drama, es un momento difícil pero no es el fin. Tenemos los elementos para mantenernos en comunidad: no podemos tener a los peregrinos, pero es el momento en que la comunidad puede reencontrarse a sí misma”. Emplaza a la comunidad cristiana de Jerusalén a vivir esperanzada, a pesar de la situación tan complicada a todos los niveles.
Me hago eco también de dos reflexiones muy importantes del Custodio de Tierra Santa en la misa de reparación, en Gethsemaní, el domingo. Se refiere al atentado como “un acto del cual en el plano de la justicia y de la seguridad tienen que ocuparse las fuerzas del orden, las autoridades civiles y el poder judicial, para evitar que hechos de esta índole se repitan, para evitar que se reabran heridas, para evitar también la instrumentalización por parte de quien es enemigo de la paz y de la convivencia entre los pueblos y entre los creyentes de las diversas religiones”.
Y Francesco Patton nos recuerda: “Este lugar.., y en particular esta Basílica es también un lugar de reconciliación y queremos que continúe siendo un lugar de reconciliación. Se llama Basílica de las Naciones porque las naciones que durante la Primera Guerra Mundial se masacraron, terminada la guerra, contribuyeron juntas a la construcción de la actual basílica sobre las ruinas bizantinas y medievales. Así pues, un lugar que nos recuerda sea la tragedia del desencuentro, sea de la enemistad y de la guerra, pero también de la reconciliación”.
El Custodio recuerda a las autoridades pertinentes la obligación de garantizar la seguridad de los santuarios. Y nos recuerda la identidad histórica y espiritual de Gethsemaní, lugar evangélico tan significativo y simbólico para el mundo cristiano. Aquí Jesús inicia lo más duro del Misterio Pascual.