"Los Palestinos se merecen un Estado serio, y no lo que actualmente existe" Israel y Palestina: ¿Un Estado y medio?
En estos últimos tiempos, y únicamente a efectos de galería mediática o postureo, el presidente Biden y la mayoría de políticos europeos, incluido Sánchez, abogan por la fórmula de dos estados: Palestina e Israel, para solucionar el problema, una vez pase esta crisis.
¿Qué quiere decir eso de los dos Estados? “A priori" y teóricamente todo el mundo estamos de acuerdo, que es la solución ideal. Incluso, el Papa Francisco, aboga por esta solución al conflicto. Pero claro el problema es cuando entramos en los detalles.
En esta situación actual brota la rabia ante unas promesas incumplidas, la indiferencia de unos y otros, la incapacidad de unos dirigentes de lograr acuerdos, unas negociaciones interminables y unos resultados exiguos. ¿Será el momento de coger el toro por los cuernos e implicarse de manera seria en la resolución del conflicto? Capítulo aparte merece otros temas pendientes tan problemáticos como el territorial: la capitalidad de Jerusalén, el retorno de los refugiados y las indemnizaciones por la confiscación de tierras…
| José Luis Ferrando Lada
En estos últimos tiempos, y únicamente a efectos de galería mediática o postureo, el presidente Biden y la mayoría de políticos europeos, incluido Sánchez, abogan por la fórmula de dos estados: Palestina e Israel, para solucionar el problema, una vez pase esta crisis. ¡Veremos cuándo y cómo! Esto es un brindis al sol y un ejercicio de hipocresía supina. Y, desde luego. sopesaremos seriamente la implicación de estos actores hasta ahora seriamente ausentes. ¿Serán capaces de convencer a Israel?
Estamos ante un conflicto en el que la simplificación es trágica e ignorar su complejidad aboca a un optimismo infundado. Nos encontramos ante un escenario en el que chocan argumentos históricos, étnicos y religiosos y en el que el debate verbal es sustituido por el de las armas alentado por un ansia recíproca de exterminio, sembrada de regueros de sangre. Esta es la situación actual, además con una violencia, como siempre asimétrica, inusitada. Diariamente lo podemos comprobar…
¿Qué quiere decir eso de los dos Estados? “A priori" y teóricamente todo el mundo estamos de acuerdo, que es la solución ideal. Incluso, el Papa Francisco, aboga por esta solución al conflicto. Pero claro el problema es cuando entramos en los detalles.
Un Estado supone, en primer lugar, un territorio. Por eso la primera pregunta es: cuando hablamos del posible territorio del futuro Estado palestino a qué nos referimos. En principio todo Estado tiene un territorio bien definido con sus fronteras, en las que existe una mínima continuidad territorial e interrelación. ¿Nos referimos a las fronteras establecidas por las Naciones Unidas el 29 de noviembre de 1947? ¿O, más bien, volver a las fronteras antes de la guerra de los seis días (1967)? ¿O a las migajas de territorio palestino en Cisjordania, trufado de asentamientos judíos y alguna ciudad como Ariel, fruto de la interpretación por parte de Israel de los acuerdos de Oslo, con el añadido de la problemática Gaza y su relación funcional con Cisjordania?
La definición del territorio es un primer escollo e importante, ya que Israel ha crecido, consentido por Estados Unidos y Occidente, en Cisjordania de manera injusta y desmesurada. Cuando uno viaja por Cisjordania no sabe si se encuentra en territorio palestino o israelí. La discontinuidad y la “batustanización” del territorio palestino es clamorosa, y consentida y aceptada por la Autoridad Nacional Palestina (ANP). Probablemente por aquello de que vale más eso que nada, y mantenemos un hilo de colaboración y diálogo.
En cuanto a la primera opción de regresar a las fronteras de la partición por parte de las Naciones Unidas ni se ha planteado, ni nadie la pondrá sobre las mesa en las negociaciones. Es una vía absolutamente muerta. Al regreso a las fronteras después de la Guerra de los Seis días le ocurre algo parecido, no obstante, con algunos correctivos que Israel sin duda planteará podría ser un punto de partida. El choque fundamental de esta opción es el desmantelamiento de los asentamientos y ciudades judías en el interior del territorio de Cisjordania. ¿Quién está dispuesto a pagar esta factura política y económica? ¿Y dónde se ubicarían esos miles de judíos, la mayoría fundamentalistas, que creen que la Biblia es un documento notarial que les da derecho a esa tierra? Los mapas y las carreteras no han resuelto hasta ahora la convivencia entre las poblaciones palestinas y los colonos judíos.
Si el punto de partida es lo que hay, y si en eso están pensando Biden y compañía, es injusto e insuficiente. Los Palestinos se merecen un Estado serio, y no lo que actualmente existe. El pueblo palestino en los acuerdos de Oslo no tuvo más remedio que ceder “pro bono pacis”. Es un derecho, no una concesión. El pueblo palestino, como Israel tiene derecho a su Estado.
Estados Unidos, Europa e Israel no tienen un interlocutor suficientemente sólido en el mundo palestino. Este es el problema más importante de Palestina. Ahí radica uno de los principales escollos. Por un lado está la ANP, que piensa que representa la legitimidad, pero por la otra se encuentra Hamás y algunos grupúsculos, que se atribuyen también la voluntad de una parte del pueblo palestino. Una situación extremadamente compleja y peligrosa, que en cierto modo ha llevado a la situación actual por la falta de comunicación y diálogo al interior del mundo palestino.
La existencia de Hamás dificulta la culminación de un proceso de paz entre los israelíes y los palestinos me confesó un analista en una ocasión. Esto es en parte verdad, ya que la lógica de este movimiento, así lo han demostrado en la situación actual, es que el fin justifica los medios. No han tenido ningún pudor en asesinar a personas indefensas para crear un clima de guerra, que está afectando a miles de seres humanos y preocupando a millones.
Los palestinos y los judíos moderados quieren alcanzar una paz justa y duradera, pero los escollos por ambos lados son muy importantes. En el lado de Israel, a los gobiernos de estas últimas décadas no les ha interesado el proceso de paz, sino continuar con una situación relativamente estable y más o menos controlada, En el lado palestino la precariedad y la miseria en Gaza y en los territorios ocupados ha sido una situación que ha facilitado y potenciado el fanatismo terrorista. Ni siquiera Arafat en su momento fue capaz de convencer a Hamás para que se unieran al proceso de paz. Ahora, para mucha gente la ANP es un gobierno títere de Israel. Para ser creíble necesita urgentemente establecer cauces de diálogo con los dirigentes moderados de Hamás. Y, por supuesto, tener unos mínimos de independencia económica y apoyo internacional.
En esta situación actual brota la rabia ante unas promesas incumplidas, la indiferencia de unos y otros, la incapacidad de unos dirigentes de lograr acuerdos, unas negociaciones interminables y unos resultados exiguos. ¿Será el momento de coger el toro por los cuernos e implicarse de manera seria en la resolución del conflicto? Capítulo aparte merece otros temas pendientes tan problemáticos como el territorial: la capitalidad de Jerusalén, el retorno de los refugiados y las indemnizaciones por la confiscación de tierras…
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