Müller vuelve a las andadas…
Como ha dicho el cardenal Kasper: “El documento del cardenal Müller contiene medias verdades, y promueve la confusión y la división”.
| José Luis Ferrando Lada
El buen teólogo Jesús Martinez Gordo, se pregunta en un magnífico artículo. “¿Puede un sucesor de los apóstoles (obispo) expresar, incluso públicamente sus divergencias -dígase con el Papa o la Curia Romana? ¿Presta un buen servicio a la Iglesia si da a conocer su discrepancia?”…y añade más adelante: “no siempre es bueno callar las divergencias…con la excepción obviamente de aquellas circunstancias en las que está en juego la fe”.
Por supuesto, Müller, puede opinar lo que considere oportuno. Y nadie le niega la palabra, pero no en el ámbito de la fe, en donde usted no puede olvidar lo que ha sido y lo que todavía es: un cardenal católico, que ha sido Prefecto de la Fe. Su interpretación es absolutamente personal y nunca normativa bajo ningún punto de vista.
Me he leído su manifiesto, en su lengua materna. Un panfleto bien trabado, que rezuma la interpretación más rancia posible de la fe católica, con insinuaciones, que denotan claramente su intención de socavar la autoridad del Papa Francisco. No creo que ese manifiesto esté inspirado por el amor a la Iglesia. Lo siento. Así de claro. Como ha dicho el cardenal Kasper: “El documento del cardenal Müller contiene medias verdades, y promueve la confusión y la división”.
"La negativa de un líder católico de enseñar las verdades de la religión es la mayor decepción", afirma. Me parece que el único decepcionante en la Iglesia actual es Usted y lo del “Anticristo” me parece muy fuerte e inoportuno. Denota poco respeto a la Institución Papal… Me da tristeza y risa. Se está convirtiendo en el “bufón” de los carcas. La iglesia que defiende no me interesa, la que propone Francisco me parece estupenda, me motiva e ilusiona más.
Pido disculpas a quienes me lean, pero escribo con ira. Hay mucha gente que desde hace tiempo soñábamos esta Iglesia de Francisco, y nos duele que este señor quiera revivir algunas cosas que no sólo pertenecen al pasado, sino que han hecho tanto daño a la Iglesia.
Müller reitera la creencia de que un católico debe estar libre de pecado antes de recibir la comunión. Vale. Pero esto me recuerda a una persona que conocí hace muchos años en Francia. Me relató su experiencia en el seminario con un pederasta. Omito los detalles dantescos. Me llamó la atención que en su relato, cada vez que tenía relaciones con este sacerdote, éste le obligaba a confesarse. Incluso le decía cómo tenía que confesarse, entre otras lindezas, si había habido derrame o no. Y además le decía con quién tenía que confesarse: un viejo fraile o el cura del pueblo, ambos medio sordos.
Me da hasta vergüenza escribir estas cosas…Pero lo importante era estar libre de pecado porque al día siguiente supongo que ese cura pederasta tendría que celebrar la misa. Y, probablemente al día siguiente o el otro volvería a las andanzas. ¿Servían esas confesiones para blanquear a un delincuente? ¿Se le había formado de manera tan equivocada a ese sacerdote? ¿Era consciente que su fechoría estaba marcando la vida y la forma de vivir la fe para siempre de un ser débil e inocente?
Nunca conocí al sacerdote, y a esta persona le perdí la pista. Pero nunca se me olvida esta experiencia. Tampoco se si esta persona denunció al pederasta. Sospecho que no, ya que intuí que lo tenía bien cogido, al parecer por razones familiares.
Muller: ¿qué le parece? Supongo que me dirá que no viene a cuento, que exagero. Es posible. Pero quiero una Iglesia de esperanza, no de resentimiento. Una Iglesia que se tome en serio el sufrimiento de los seres humanos, y también el sufrimiento causado por ella misma. Y una Iglesia que se tome en serio el sacramento de la reconciliación y la eucaristía. Fíjate, de una tacada hemos hablado de formación sacerdotal, del sacramento de la eucaristía y de la confesión.
¡Quédese con su interpretación de la Iglesia! Porque no veo en su manifiesto el amor y la caridad por ninguna parte. A pesar de todo le deseo que le vaya bien en su vida personal, no en la eclesial. Que pueda descubrir el amor y la misericordia que todos necesitamos, “porque la ley mata, mas el Espíritu vivifica”, como dice Pablo (II Cor 3,6).