La Semana Santa de una Iglesia imaginativa y creativa
Ante una situación tan inesperada e inédita, sin duda alguna, el ser humano saca desde la profundidad de su ser, fuerzas para encontrar respuestas y soluciones a las mil situaciones que, en estos momentos, se estarán dando su alrededor. El sueño de pasar unas vacaciones en la playa o en la montaña, se ha esfumado “sine die”, por imperativo legal, por miedo o por convicción. La realidad es que, en pocos o muchos metros cuadrados, deberemos seguir viviendo y conviviendo, posibilitando la mayor felicidad posible para los demás y uno mismo. Y, lógicamente, para que el confinamiento no degenere en “confitamiento” se necesita mucho diálogo, imaginación y creatividad, sobre todo entre los que conviven con sus hijos de distintas edades.
Por otro lado, esta situación -afirman muchos psicólogos y sociólogos- es una oportunidad para afianzar la red familiar. Una red que, de manera imperceptible, se ha ido debilitando, entre otras cosas porque está siendo sustituida por otras redes. Estas tecnologías que, por supuesto, tienen un aspecto positivo como herramientas, porque nos abren muchas ventanas en nuestro mundo, sin embargo nos pueden encerrar en una irrealidad ficticia de contactos y “likes”, que al final nos transportan a un mundo inexistente. De ahí que, la convivencia estrecha en el hogar es una auténtica oportunidad para descubrir al padre, a la madre, al hermano, a la hermana. Y, si esto es así, desde luego al otro lado de la frontera que nos ha trazado el “coronavirus” nos reencontraremos en las mismas realidades que antes, pero tendremos la oportunidad de verlas de otra manera. Vale la pena que nos demos otra oportunidad!
En el ámbito eclesial también es una maravilla contemplar el abanico de iniciativas que desde las Diócesis, parroquias, comunidades religiosas aparecen cada día en la televisión y en las redes sociales ofreciéndonos con la mejor vocación de servicio, la Eucaristía en diversos medios, reflexiones, vídeos, películas, para ayudarnos a vivir una Semana Santa de la manera más profunda posible. Todo un regalo. Es la hora también de la pastoral personal y personalizada, la de las llamadas telefónicas para dar ánimos, para compartir. Me consta que los móviles de muchos sacerdotes echan humo…parece que se cumple aquella palabra del evangelio de Juan,, “conocen su voz”. ¡Que así sea!
En la Iglesia española estamos viviendo una etapa de iniciativa, creatividad y riqueza que hasta ahora no habíamos percibido, pero que estaba ahí. Ha sido necesario que llegaran estas circunstancias para que nos diéramos cuenta del caudal de imaginación tan maravilloso que nos rodea. Esta dinámica no se puede perder tampoco al otro lado del maldito “virus”. Una Iglesia viva y vivificante tiene que crear cauces para seguir poniendo en común las riquezas de este momento. La imaginería procesional, muchos párrocos la están supliendo con imaginería, nacida del celo por estar al lado de los fieles.
La auténtica sinodalidad pasa por compartir de una manera clara y abierta este momento de gracia. Muchos valores están en juego y estoy convencido que por distintas razones la Iglesia tiene que estar preparada para acoger a muchos alejados que, después de estas circunstancias, pueden volver a la Iglesia. ¡Ojalá nos encuentren con los brazos abiertos!
Esta Semana Santa es además particularmente dolorosa. La enfermedad se ha llevado a escondidas a muchas personas. Los números que nos recitan cada día no pueden ocultar las vidas tan significativas de cada ser humano, con su particular historia, que nos sumerge en un insólito dolor. ¡Cuántos! Y así, en las liturgias que nos retransmiten, aparecen recordados y se ora por ellos. Es la mejor manera de proclamar la esperanza de la resurrección y la vida eterna que nos ha conquistado Jesús de Nazaret.