De Vacunas para los países pobres y empobrecidos, y de Fraternidad Universal…
En estos momentos el proceso de vacunación en el hemisferio Norte ha empezado, a distinto ritmo en cada país. Nos podemos dar cuenta perfectamente de la falta de sensibilidad de los gobiernos y organismos internacionales para gestionar un reparto equitativo de las vacunas en todo el mundo. A los países del hemisferio Norte nos sobrarán por encima de la cabeza seguramente y a los del Sur les faltarán…
Siempre hemos oído decir que todo no puede continuar igual después del Covid-19. Pero, en el caso que nos ocupa de los países pobres y empobrecidos, si no afecta a nuestro bolsillo o intereses, no se moverá nada, y todo continuará peor.
Pero, repito, si olvidamos a los descartados de este mundo, y no presionamos a nuestros gobiernos para que se establezcan planes serios de apoyo, con un seguimiento estricto a esos gobiernos, a los países del Sur, nos convertiremos en cómplices de la “Insolidaridad Global”. Una conciencia de sentirnos Fraternidad Global, a la que nos invita el papa Francisco, es la única alternativa a este “Davos” mortal.
Pero, repito, si olvidamos a los descartados de este mundo, y no presionamos a nuestros gobiernos para que se establezcan planes serios de apoyo, con un seguimiento estricto a esos gobiernos, a los países del Sur, nos convertiremos en cómplices de la “Insolidaridad Global”. Una conciencia de sentirnos Fraternidad Global, a la que nos invita el papa Francisco, es la única alternativa a este “Davos” mortal.
En estos momentos el proceso de vacunación en el hemisferio Norte ha empezado, a distinto ritmo en cada país. Nos podemos dar cuenta perfectamente de la falta de sensibilidad de los gobiernos y organismos internacionales para gestionar un reparto equitativo de las vacunas en todo el mundo. A los países del hemisferio Norte nos sobrarán por encima de la cabeza seguramente y a los del Sur les faltarán…
A esto hay que añadir que, si en nuestros países con sistemas sanitarios más o menos estructurados, ya resulta problemático la tarea de suministrar las vacunas en un tiempo corto, podemos pensar lo que ocurrirá en esos países, en los que existe un sistema sanitario mínimo o directamente no existe. Además con la dificultad añadida que todas las vacunas actuales contra el Covid exigen para su conservación y utilización unas medidas de seguridad inexistentes en esos países.
Estos datos ponen una vez más de manifiesto la inmensa desigualdad en nuestro mundo. A la epidemia de las “hambrunas” se les añade la del Covid, antes el Sida, Ébola. Malaria, Dengue…, y el gravísimo problema del cambio climático que aumenta la “desertización”. Aún nos extrañamos que legiones de inmigrantes lleguen a nuestras costas.
Las soluciones hasta ahora, después de la aparente descolonización de muchos de esos países, ha sido crear dependencias económicas -otra colonización- por medio de donaciones trampa, ya que no ayudamos a quien realmente lo necesita, sino a quien nos interesa. Ni tampoco tenemos, a nivel europeo un programa de cooperación internacional potente y planificado. Eso implica dejar en mano de los países esas ayudas que crean dependencias, dado que necesitamos las materias primas de los países del Sur. Por otro lado, les hinchamos a créditos impagables que aumentan la deuda externa, lastrando sus posibilidades de progreso, sin olvidar el sostenimiento de gobiernos dictatoriales y corruptos.
Las vacunas del Covid están subrayando por enésima vez, estos parámetros de la desigualdad y el abandono. A veces da la impresión de que -si no fuera por las apetitosas materias primas- Africa es un barco que sobra. Para muchos dirigentes de nuestro mundo, también parte de Centroamérica y América del Sur y de Asia son un problema irresoluble...¡Vaya manera de calentarse la cabeza!
Invocar en estos momentos el concepto de “Familia Humana” y “Fraternidad universal” es la única esperanza para que las opiniones públicas reaccionen positivamente. Aunque, hoy por hoy, esto es una utopía que manejan las Iglesias, algún organismo internacional y unos pocos pensadores y estrategas.
La Iglesia, nuestra iglesia, desde esos criterios está llamando a las puertas de las Naciones Unidas para que tomemos conciencia de estas realidades. Las respuesta la veo complicada, ya que los intereses van por otro lado. Solo podría activarlo el temor a un cierto efecto “boomerang” de la pandemia si no vacunamos al Sur, porque no podemos cerrar nuestras fronteras permanentemente a los países pobres. Tampoco podemos olvidar el flujo de inmigrantes que no pararán a pesar de las inhumanas vallas y concertinas.
Siempre hemos oído decir que todo no puede continuar igual después del Covid-19. Pero, en el caso que nos ocupa de los países pobres y empobrecidos, si no afecta a nuestro bolsillo o intereses, no se moverá nada, y todo continuará peor. Lamentablemente pasamos. En España, en estos momentos, lo que interesa es bajar las cifras para que no colapse el sistema sanitario, y empezar cuanto antes una recuperación económica. Y me parece muy bien. Hay también interferencias en este preciso momento por el porvenir de las elecciones catalanas, el innombrable Bárcenas, los pícaros vacunajetas…
Pero, repito, si olvidamos a los descartados de este mundo, y no presionamos a nuestros gobiernos para que se establezcan planes serios de apoyo, con un seguimiento estricto a esos gobiernos, a los países del Sur, nos convertiremos en cómplices de la “Insolidaridad Global”. Una conciencia de sentirnos Fraternidad Global, a la que nos invita el papa Francisco, es la única alternativa a este “Davos” mortal.