Las prácticas religiosas, tal como se realizan, ¿representan el cristianismo verdadero? Viviendo como Jesús, nos realizamos (Domingo 24º TO B 2ª lect. 15.09.2024)
Jesús, orando y ayudando (obras de la fe), se realiza
| Rufo González
Comentario: “la fe, si no tiene obras, está muerta por dentro” (St 2,14-18)
El texto de hoy puede ayudarnos a responder al hecho: “La práctica religiosa se desploma en España”. Es el estudio de “apablo.com, remitido a EFE, tras examinar las respuestas sobre el credo de los encuestados por el Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) en sus últimos once barómetros” (12.08.2024 | RD/Efe). Hay una pregunta previa que puede invalidar la consulta: las prácticas religiosas, tal como se realizan, ¿representan el cristianismo verdadero? Nuestras misas ahora ¿traslucen la encarnación de Jesús? Procesiones (las hay de los más variado), jubileos (ahora muy abundantes; el tesoro de la Iglesia no tiene límites), peregrinaciones (la pastoral de moda), ¿son vivencias del camino samaritano de Jesús?
La Iglesia necesita volver al Evangelio. Debe anular leyes no evangélicas, opuestas a los derechos humanos. Tiene que abrir opciones evangélicas, aunque las considere heréticas un sector del clero. Es inaceptable que, a un obispo que pide “la ordenación sacerdotal de hombres casados y de mujeres”, le digan: “El futuro Papa no sabremos qué hará, aun cuando estoy seguro que no lo que Ud. desea, o el maligno le haya inspirado por tentación, pero en su futuro encuentro con DIOS tendrá que dar cuenta de sus herejías (La herejía es cualquier creencia o teoría que difiere fuertemente de las creencias o costumbres establecidas) ... DIOS tenga misericordia con su alma. En todo caso ya ha tenido su minuto maldito de gloria mundana” (Comentario de Maximiliano. 4/12/23. Kath/InfoCatólica).
La fe viva no es aceptar dogmas sino vivir como Jesús. La crisis de la Iglesia viene siempre por haber puesto el acento en la “adhesión doctrinal (al Catecismo, al Credo, a la teología de nuestro gusto), marginando lo esencial: el seguimiento a Jesucristo”.
Lo que “salva” (realiza) la vida es “la fe que actúa por el amor” (Gál 5, 6).“¿De qué le sirve a uno, hermanos míos, decir que tiene fe, si no tiene obras? ¿Podrá acaso salvarlo esa fe? (v. 14). El ejemplo de Santiago es evidente: “Si un hermano o una hermana andan desnudos y faltos del alimento diario y uno de vosotros les dice: «Id en paz, abrigaos y saciaos», pero no les da lo necesario para el cuerpo, ¿de qué sirve?” (vv. 15-16).“Salvación” es realización integral. Lo evidencia el ejemplo de Santiago. Desnudez y hambre se “salvan” con vestido y alimento. La fe sola, sin actividad alguna, “no salva”, no libra de ningún peligro. Salva la acción promovida por la fe. Orar “salva” del sinsentido, consuela, anima, respira amor… Jesús, orando y ayudando (obras de la fe) se realiza. Ese es el camino que nos invitó a recorrer.
Ese es el mensaje de la carta de Santiago: “Así es también la fe: si no tiene obras, está muerta por dentro. Pero alguno dirá: «Tú tienes fe y yo tengo obras, muéstrame esa fe tuya sin las obras, y yo con mis obras te mostraré la fe»” (v. 18). Si se tiene fe (confianza amorosa) en una persona, ¿pueda existir tal fe sin atención a la persona? El amor práctico es signo de la fe auténtica: “nosotros sabemos que hemos pasado de la muerte a la vida porque amamos a los hermanos… En esto hemos conocido el amor: en que él dio su vida por nosotros. También nosotros debemos dar nuestra vida por los hermanos. Pero si uno tiene bienes del mundo y, viendo a su hermano en necesidad, le cierra sus entrañas, ¿cómo va a estar en él el amor de Dios? Hijos míos, no amemos de palabra y de boca, sino de verdad y con obras” (1Jn 3, 14-18).
Oración:“La fe sin obras está muerta por dentro” (St 2,14-18)
“Fijamos los ojos en ti, Jesús,
que iniciaste y completas nuestra fe” (Hebr 12, 2):
tu vida y tu palabra han despertado nuestra fe;
nos has convencido de que Dios es “Padre tuyo y Padre nuestro,
Dios tuyo y Dios nuestro” (Jn 29,17);
de que somos fruto del amor gratuito de Dios;
de que tú, “ungido con la fuerza del Espíritu Santo,
pasaste haciendo el bien y curando a todos los oprimidos…” (He 10, 38);
de que “has resucitado de entre los muertos
y eres primicia de los que han muerto” (1Cor 15,20);
de que ya “nada podrá separarnos del amor de Dios
manifestado en ti, Cristo Jesús, nuestro Señor” (Rm 8,39).
Hoy, la carta de Santiago ilumina nuestra fe:
“¿De qué le sirve a uno, hermanos míos,
decir que tiene fe, si no tiene obras?
¿Podrá acaso salvarlo esa fe?
Si un hermano o una hermana andan desnudos
y faltos del alimento diario,
y uno de vosotros les dice: «Id en paz, abrigaos y saciaos»,
pero no les da lo necesario para el cuerpo,
¿de qué sirve?” (St 2,14-17).
Esto, Jesús, nos recuerda también Pablo:
“en Cristo nada valen la circuncisión o la incircuncisión,
sino la fe que actúa por el amor” (Gál 5,6);
lo que “salva” (realiza) la vida no son los ritos religiosos,
sino la actuación siguiendo tu mismo Espíritu.
Tu “salvación”, Cristo Jesús es realización integral:
lo evidencia el ejemplo de la carta de Santiago;
desnudez y hambre se “salvan” con vestido y alimento;
la fe sola, creer sin actividad alguna, “no salva”,
no libra de ningún peligro ni necesidad;
lo que salva es la acción promovida por la fe;
orar “salva” del sinsentido, consuela, anima, caldea el amor…;
tú, Jesús, orando y ayudando (obras de fe) te realizas,
y nos realizas siguiendo tu mismo Espíritu.
Ese es el mensaje de la carta de Santiago:
“Así es también la fe: si no tiene obras,
está muerta por dentro.
Pero alguno dirá: «Tú tienes fe y yo tengo obras,
muéstrame esa fe tuya sin las obras,
y yo con mis obras te mostraré la fe»” (v. 18);
si se tiene fe (confianza amorosa) en una persona,
y no se la atiende, es fe “muerta”, sin vida.
El amor, signo de la fe auténtica, actúa siempre:
“nosotros sabemos que hemos pasado de la muerte a la vida
porque amamos a los hermanos…
En esto hemos conocido el amor:
en que él, -tú, Cristo Jesús- dio su vida por nosotros.
También nosotros debemos dar nuestra vida por los hermanos.
Pero si uno tiene bienes del mundo y,
viendo a su hermano en necesidad, le cierra sus entrañas,
¿cómo va a estar en él el amor de Dios?
Hijos míos, no amemos de palabra y de boca,
sino de verdad y con obras” (1Jn 3, 14-18).
Que tu Espíritu, Jesús de todos:
nos haga oír su amor en las necesidades de la vida;
avive nuestro compromiso por realizar tu reino;
nos incite a “actuar desde el amor” (Gál 5,6).