Ante el dinero, el poder, el prestigio o el placer, la hipocresía no tiene medida `Somos nuestro cuerpo´, templo del Espíritu Santo (D. 2º TO B 2ª lect. 14.01.2024)

Tu vida, Jesús, denuncia nuestra inhumanidad

Comentario:¡glorificad a Dios con vuestro cuerpo!(1Cor 6,13c-15a.17-20)

Tras el bautismo, Jesús inicia su misión pública. Supera tentaciones de vivir sólo para sí, de utilizar a Dios para brillar, revestirse de honores, dominar... Llama a los primeros discípulos a compartir su vida (evangelio hoy). Aunque la vida es vocación a realizarnos, a fundar una familia, a ejercer una profesión, a darnos sentido..., nosotros, en el bautismo, hemos recibido una llamada nueva a seguir a Jesús.

La vida de Jesús como Hijo de Dios y Hermano de todos, es la mejor llamada para los que creen en él: “Mira, estoy de pie a la puerta y llamo. Si alguien escucha mi voz y abre la puerta, entraré en su casa y cenaré con él y él conmigo” (Ap 3,20). “Venid y veréis” (Jn 1,39). “Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados..” (Mt 11,28).

Nuestra “casa”, en que “entra” Jesús, es nuestra persona: corporal y psíquica. En la segunda lectura, oímos la llamada al seguimiento de Jesús también en nuestro cuerpo. El ser humano es una unidad, con aspectos interiores y exteriores. La vida en Cristo afecta a toda la persona. Cuerpo es persona en su presencia observable. No es “cosa”, sino sujeto a respetar. También la fenomenología actual (p. e. Merleau-Ponty) percibe que “somos nuestro cuerpo”, no que “tenemos un cuerpo”. El trato al cuerpo es a la persona. En este sentido, Pablo orienta a los cristianos, afectados por la prostitución sagrada vigente en Corinto.

Corinto era la ciudad de Afrodita, “diosa del amor”. Tres templos, consagrados en su honor, sirven a la prostitución sagrada. El más grande en el Acrocorinto. Y dos en sus puertos, Lequeo y Céncreas. Las “hieródulas” (“siervas sagradas”), sacerdotisas, se  prostituían como rito agradable a Afrodita, signo de su bendición. Era fuente de riqueza y prosperidad. Era proverbial que “no está al alcance de todo hombre viajar a Corinto”. Su festival anual, llamado “Afrodisia”, era el más visitado de Grecia.

En este ambiente, Pablo orienta a los cristianos sobre la fornicación, perversión personal y contraria a “la gracia en la cual nos encontramos” (Rm 5,2). El cuerpo no es para la fornicación, sino para el Señor; y el Señor, para el cuerpo. Y Dios resucitó al Señor y nos resucitará también a nosotros con su poder. ¿No sabéis que vuestros cuerpos son miembros de Cristo? ¿Voy a tomar los miembros de Cristo para hacerlos miembros de una prostituta? De ningún modo. ¿No sabéis que unirse a una prostituta es hacerse un cuerpo con ella?...Pero el que se une al Señor es un espíritu con él... ¿No sabéis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, que habita en vosotros y habéis recibido de Dios?... Por tanto, ¡glorificad a Dios con vuestro cuerpo!

Fornicación”, en griego “porneía”,es la actividad de la “pórne”, prostituta, del verbo “pérnemi”: vender. En latín, `fornico´ deriva de `fornix´: bóveda, donde estaban las prostitutas romanas, prostíbulo. La Iglesia en textos oficiales amplía el significado: “unión carnal entre un hombre y una mujer fuera del matrimonio” (CIC nº 2353). El texto bíblico no ampara tal extensión. En 1Tes 4,3-5, hay idéntico principio: “Esta es la voluntad de Dios: vuestra santificación, que os apartéis de la impureza (porneía; la misma palabra, pero, ¿traductor distinto?), que cada uno de vosotros trate su cuerpo con santidad y respeto, no dominado por la pasión, como hacen los gentiles que no conocen a Dios”. Comercio y egoísmo nos reducen a “cosa” de usar y tirar. En Cristo, sólo valen la “fe que actúa por el amor” (Gál 5,6) y la libertad guiada por el amor: “habéis sido llamados a la libertad; pero, no utilicéis la libertad como estímulo para la carne (egoísmo); al contrario, sed esclavos unos de otros por amor” (Gál 5,13). La actividad humana, con más razón la del cristiano, templo del Espíritu Santo, debe ser libre y guiada por el amor. Lo contrario (droga, violencia, tiranía...) es perversión.   

Oración: “¡glorificad a Dios con vuestro cuerpo!(1 Cor 6, 13c-15a.17-20)

Jesús, habitado por elEspíritu divino:

vida, siempre dueña de sí misma;

cuerpo, siempre al servicio del Reino de la vida,

al servicio de tus hermanos;

voluntad, dedicada a nuestra bienaventuranza;

inteligencia, atenta a nuestras necesidades

de salud, alimento, compañía, sentido...;

fe, esperanza y amor, que nos vincula

en la fraternidad del Padre común.

Tu vida, Jesús, denuncia nuestra inhumanidad:

acumulación de armas y falta de vivienda y escuelas:

exceso de comida, bebida, drogas... y presencia del hambre;

trato sexual violento, comercial..., dentro y fuera del matrimonio;

violencia arbitraria de los fuertes y prepotentes;

leyes que consagran la injusticia y la desigualdad;

obediencias ciegas e irracionales, sin salida humana...

Hoy, Pablo denuncia la prostitución sagrada:

el dios dinero bendice hasta lo inhumano;

el egoísmo oculta la humillación, el abuso, la violencia...;

se revisten de mística sagrada leyes inhumanas,

anulan el mandamiento de Dios

por mantener su tradición” (Mc 7,9);

ante el dinero, el poder, el prestigio o el placer,

la hipocresía no tiene medida.

Tú, Jesús, vives al servicio de la vida:

tu guía es el amor desinteresado y universal;

curas, alimentas, compartes...;

alegras el corazón con la amistad sincera;

acoges a los más débiles y apartados de la vida.

Queremos, Jesús, trabajar, como tú, la vida:

cuidar nuestros cuerpos (salud, alimento...)

para que puedan amar;

construir relaciones humanas desde la libertad, 

guiada por tu Espíritu, que compartimos;

vivir sintiéndonos miembros de tu Cuerpo,

de tu comunidad, de tu Iglesia;

glorificar a Dios con nuestro cuerpo”,

amando como somos amados por Él.

Reconocemos, Jesús, que tu Espíritu

da testimonio a nuestro espíritu

de que somos hijos de Dios” (Rm 8,16);

él nos hizo y somos suyos” (Sal 100,3);

 nos “ha redimido por tu vida y dotado de dones particulares”.

Por todo, hacemos nuestra la oración de san Ignacio:

“Tomad, Señor, y recibid toda mi libertad, mi memoria,

mi entendimiento y toda mi voluntad,

todo mi haber y mi poseer;

Vos me lo distes, a Vos, Señor, lo torno;

todo es vuestro, disponed a toda vuestra voluntad;

dadme vuestro amor y gracia, que ésta me basta” (EE 234).

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