A las nueve y media de la mañana, en el Monasterio Jerónimo de su nombre El día de san Miguel un rayo de luz marca el lugar secreto de enterramiento de los Duques de Calabria
El cenobio lo alzaron para que fuera su mausoleo y no se encuentran sus restos en ninguno de los cuatro sarcófagos labrados
El duque sostenía que era descendiente del rey Baltasar, el negro o árabe, por línea materna, y quiso construir un gran monumento a los Reyes Magos
En origen fue un monasterio cisterciense, que éstos vendieron a los Calabria y cedieron a los Jerónimos para instalar allí una comunidad
En origen fue un monasterio cisterciense, que éstos vendieron a los Calabria y cedieron a los Jerónimos para instalar allí una comunidad
Los árabes llamaban al lugar, fértil huerta, Rascayna –que no Rascanya-, porque la regaba la acequia del mismo nombre. La denominación aparece recogida así en el Llibre del Repartiment. Eran campos contiguos a Oriols –que no Orriols- a la salida de la ciudad camino de Morvedre. “Alius campus confrontatur in via que vadit ad Rascayna… et in quadam magna cequia et in casalibus usque ad caminum cequie”. Con el tiempo la evolución-corrupción lingüística lo dejaría en Rascaña y Orriols, topónimo éste que deviene de su propietario el canónigo de la catedral de Valencia Pedro de Oriols, que fue poblado independiente hasta que en 1882 fue anexionado por la fuerza a la ciudad de Valencia convirtiéndose en un barrio más de la urbe.
En el origen del topónimo Rascayna estaría la figura de la caudalosa acequia en su acción de “rascar” la tierra, de erosionarla para hacerse paso, de abrir cauce. Podría ser palabra latina, de los romanos colonizadores, que como tantas otras pervivieron en la lengua romance ibero-latina de los nativos preislámicos que no desapareció asfixiada por la colonización arábiga, aunque se mezcló mucho y llegó a debilitarse.
En aquella huerta los monjes cistercienses alzaron cenobio en 1371 a Bula del Papa Gregorio XI. Lo habitaban doce monjes y el abad, que al relajar sus costumbres con los años fueron disueltos. Sus estancias fueron aprovechadas para otra Orden Religiosa, los Jerónimos, apadrinados por Fernando de Aragón y su esposa Germana de Foix, con quien casó después de enviudar ésta del rey Fernando el Católico.
El duque sostenía que era descendiente del rey Baltasar, el negro o árabe, por línea materna, y quiso construir un gran monumento a los Reyes Magos, que, al mismo tiempo, fuera su mausoleo, panteón, lugar de enterramiento. Los dos pagaron buena parte de su construcción, sobe todo ella que había acumulado una gran fortuna.
En el Archivo Histórico Nacional, donde hay muchísima documentación de la época del Monasterio de san Miguel y de los Reyes, hay una buena colección de inventarios de joyas y tesoros artísticos que tenía la pareja. Allí se encuentra por ejemplo el “Inventario de las alhajas que dejó al morir la reina Germana de Foix” y el “Inventario de las alhajas que dejó la reina Germana de Foix, hecho por el duque de Calabria en el palacio de Valencia.
Vendido al duque de Calabria
Los cistercienses vendieron al duque de Calabria el convento disuelto de Rascayna en 1546 y sobre él se alzó el Monasterio que hoy conocemos, bajo la dirección del arquitecto Alonso de Covarrubias. No pudo hacerse todo el proyecto inicial, al fallecer los protectores, Posteriormente, hubo nuevos directores y etapas en las obras, que terminaron en 1644.
En la iglesia, hechos de preciosos mármoles, se colocó los sepulcros de los duques de Calabria fundadores, que hoy están vacíos, sobre ellos sus figuras yacentes esculpidas. Bajo el altar hay una capillita cripta, con dos nuevas tumbas esculpidas en mármol macizo, sin oquedad para nada, luego tampoco allí están sus restos.
En esta cripta se observó que todos los 29 de septiembre –día de san Miguel- a las 9.30 horas- durante media hora, si el día no está nublado, un rayo de luz del sol que entra al Monasterio por un ventanal de la escalera de los novicios del muro. Este señala durante media hora un punto concreto del suelo. Como los restos de los duques de Calabria no están ni en sus tumbas del altar mayor, ni en las de la cripta que son macizas, no huecas, a alguien se le ocurrió pensar que la luz solar estaba indicando algo en especial y en día tan señalado. El Monasterio se llama de san Miguel y una talla de enorme dimensiones preside su altar mayor, así como está en la portada de la Iglesia.
El georradar señala enterramientos
Se aplicó el georradar y parece que en el subsuelo hay enterramientos de personas que podrían ser los duques de Calabria. Recordemos que ellos costearon la fábrica del Monasterio para ser allí enterrados. A pesar de los indicios y misterios nunca se ha excavado en la cripta para averiguar si ello es así. Sería desde el punto de vista cultural e histórico hacerlo, no es tan complicado. Los distintos gobiernos valencianos no han reparado en su conveniencia e importancia y no es una obra complicada ni costosa.
Hoy se sigue desconociendo en qué lugar exacto están enterrados, ocultados en algún momento de temor para que no pudieran ser profanados. A no ser que fueran objeto de profanación por los soldados franceses a principios del XIX cuando saquearon el templo y Monasterio, y se llevaron como ocurrió en otras iglesias y conventos, gran cantidad de obras de arte, vaciando los sepulcros por si encontraban allí joyas, aventando posteriormente sus restos. O que éstos por entonces fueran trasladados de lugar y llevados a enterrar a la cripta, no en las tumbas que son de mármol macizo y no contienen nada, y sí probablemente en el subsuelo para evitar la profanación.
Pudiera ser que el traslado de los restos ocurriera cuando la Desamortización cuando el Estado arrebató a los Jerónimos el Monasterio y lo vendió en pública subasta a un burgués adinerado que lo convirtió en almacén de abonos y pretendía desmontar todo el conjunto para aprovechar sus piedras y mármoles para construir casas. Lo que por fortuna el Ayuntamiento de Valencia impidió recomprándolo.
La jornada del 29 de septiembre, san Miguel, es aprovechada por la Biblioteca Valenciana para permitir la entrada –la única vez que lo hace al año- a los pabellones, galerías del antiguo presidio, donde se guarda un millón y cuarto de libros. Este día el público puede recorrer las dependencias construidos tardíamente para ser cárcel. El régimen de Franco lo mantuvo hasta 1966 como cárcel política, los presos comunes iban a la Modelo. La visita hay que hacerla solicitando inscribirse previamente. El resto del año la gente sólo puede acceder a la sala de lectura y con carnet de lector que se hace en la propia Biblioteca.