Su santuario es el Escorial valenciano La Virgen ante la que Jaime I juró liberar Valencia del yugo musulmán
Cuenta una piadosa tradición que el icono fue esculpido por los ángeles sobre una losa del sepulcro de la Virgen, y llevado hasta El Puig, donde era venerado en un monasterio de Basilios existente antes de la dominación islámica
Los monjes ocultaron el icono bajo una campana para que no fuera destruido por los iconoclastas
La Virgen es sedente, está vestida a la usanza oriental bizantina, y lleva de pie al Niño Jesús sobre la rodilla derecha, que amorosamente la mira y besa
La Virgen es sedente, está vestida a la usanza oriental bizantina, y lleva de pie al Niño Jesús sobre la rodilla derecha, que amorosamente la mira y besa
El Puig celebra los primer domingo y lunes de septiembre de cada año solemnes fiestas a Nuestra Señora de El Puig, imagen y advocación que es la primera y principal Patrona del Reino de Valencia, y a la que Jaime I le atribuyó la victoria sobre Valencia y el Reyno Moro de Valencia. No sólo a ella, pues el monarca aragonés, muy santero, también se sintió en deuda con san Jorge y con san Vicente mártir, por haberles ayudado a conseguir y anexionarse para la Corona de Aragón, el occidente o cristianismo de entonces, todo el territorio valenciano. Ante ella juró el rey liberar Valencia del yugo musulmán.
La imagen es un icono hallado bajo una campana por San Pedro Nolasco, en el lugar que indicaron siete estrellas. Se trata de un medio relieve cincelado en roca calcárea policromada, de estilo bizantino, que pesa unos 200 kilos. La Virgen es sedente, está vestida a la usanza oriental, y lleva de pie al Niño Jesús sobre la rodilla derecha, que amorosamente la mira y besa.
Cuenta una piadosa tradición que dicho icono fue esculpido por los ángeles sobre una losa del sepulcro de la Virgen, y llevado hasta El Puig donde era venerado en un monasterio de Basilios aquí existente mucho antes de la dominación islámica. Cuando ésta se radicalizó mucho, los monjes ocultaron el icono bajo una campana para que no fuera destruido por los iconoclastas, donde permaneció oculto hasta el 8 de septiembre de 1237 por san Pedro Nolasco, mercedario, a cuya Orden se la entregó Jaime I, después de proclamarla Patrona de sus gestas y el nuevo Reyno.
A principios del XIX, Vicente Capilla hizo un grabado para estampa titulada “Copia de la angelical imagen de la Vn. del Puig: primera y principal patrona de la Ciudad de y Reyno de Valencia ... (entre 1800 y 1825)”, muy bonita.
El 9 de octubre de 1954 fue coronada canónicamente en la ciudad de Valencia la Virgen del Puig con el título de Reina de las tierras valencianas, Patrona del Reino. Se cumplía así con una tradición constante, la imagen ya advocación importante de la Virgen en nuestra historia era la del Puig. Las autoridades más importantes que visitaban Valencia, antes de llegar a la ciudad desembarcaban en El Puig y rezaban ante su Virgen.
En 1588, esta imagen fue llevada en procesión a pie hasta Valencia portada sobre andas que llevaban 32 frailes mercedarios. En la catedral fue objeto de actos de culto y veneración. Y con ella, bajo palio, se hizo procesión general por la ciudad.
Del pueblo del hallazgo ordenó el rey -“vocatur vocatur sancta Maria”- se llamara de Santa María, y así ha sido, sigue llamándose El Puig de Santa María, a pesar de algunos intentos de quererle arrancar por la fuerza esta parte importante histórica del topónimo.
En memoria y recuerdo del prodigioso hallazgo de la Virgen allí ordenó el rey levantar edificio que con el tiempo acabaría siendo el Monasterio de El Puig que conocemos en la actualidad, el Escorial valenciano. Vergara pintó en la bóveda del camarín de la Virgen un fresco secuencia fílmica de lo sucedido.
Corral de vaques
La actual fábrica del cenobio es del siglo XVI y era un complejo habitacional enorme donde no faltaba de nada. En los sótanos contaban hasta con bodega para los vinos que producían las viñas de los frailes. Cuando la Guerra de la Independencia, siglo XIX, los soldados gabachos también dejaron en él su impronta de bárbaros, salvajes y ladrones, como en otros muchos pueblos, conventos e iglesias, se llevaron todo lo que pudieron.
Poco después, fue el Estado español el saqueador de las Órdenes Religiosas en el período de la Desamortización el recinto fue incautado y entregado al Ayuntamiento y allí se instaló todo tipo de servicios públicos oficiales: las oficinas del Ayuntamiento, el Juzgado, el Registro Civil, el cuartel de la Guardia Civil, las escuelas, … y todo lo que hiciera falta. Se convirtió el histórico monumento en un cajón de sastre, contenedor de todo lo que no se sabía dónde poner. Su uso polivalente, más que mantenerlo y cuidarlo, supuso la degradación de todo el edificio, que se convirtió en una especie de “corral de vaques”, sucio y destartalado. Del monasterio se llevaron las puertas de madera y fueron arrancados bloques de piedra para construir casas y hacer bancales.
"Se convirtió el histórico monumento en un cajón de sastre, contenedor de todo lo que no se sabía dónde poner"
Tres cuartos de lo mismo le pasó a la ermita de san Jorge, que, llegó a ser “guarida de gitanos y gente del hampa”. La gran efeméride del nuevo reino cristiano de Valencia había caído en la dejadez y el descuido. Hasta dejó de realizarse la procesión anual que se hacía desde el Monasterio a la ermita con “el estandarte de Lo Rat Penat, concedido a la histórica Villa por especial privilegio, y por cuyo servicio recibía de la ciudad de Valencia diez libras anuales”. La ermita acabó siendo cuadra.
En los comienzos del siglo XX, un periodista, diputado, Pérez Lucía, inició junto con el Centro de Cultura Valenciana una campaña para recuperar el Monasterio de El Puig y su importancia histórica perdida por los olvidadizos valencianos ideando realizar un gran “aplech” regional, que se realizó el 20 de junio de 1915, al que asistieron miles de personas y se llevó la Real Senyera desde Valencia. Poco más se pudo hacer. Vino la guerra civil y de nuevo el Monasterio sufrió agresiones, el icono de la Virgen resultó destrozado y los restos del P. Jofré aventados por los incendiarios. Quedó el cenobio en muy mal estado y en el olvido hasta que los padres Félix Ramajo y Juan Devesa, en la postguerra, lograron sacarlo de la postración y la desmemoria histórica en que lo seguimos tenemos los valencianos. Ahí está, muchísimos, ni lo han visitado.