"La sinodalidad no se reduce a ‘mesas redondas’ y ‘espacios circulares’" Contrapunto a ciertos temores sobre la sinodalidad y tres posibles malentendidos

La 'hoja de ruta' del actual Sínodo
La 'hoja de ruta' del actual Sínodo

"Si se escucha al Espíritu Santo de manera sinodal no se puede retroceder en el momento de la toma de decisiones, porque eso significaría ignorar su voz e, incluso, pecar muy gravemente. Por el contrario, hay que aceptar que, al final de un proceso de discernimiento comunitario, el pastor debe tomar decisiones necesariamente discutibles"

"La lógica de la sinodalidad exige renunciar a predecir el desarrollo del camino de reflexión eclesial y estar dispuestos a cambiar las preguntas de partida o a buscar, encontrar, dejarse decir por respuestas inesperadas"

Después de unos cuantos años de servicio en funciones de gobierno… provincial y general… hay ciertas palabras que pueden despertar inmediatamente una sensación de precaución (no voy a decir ‘malestar’). Una de ellas es la palabra ‘sinodalidad’.

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La Comisión Teológica Internacional decía, al referirse a la sinodalidad en la vida de la Iglesia, que este término en griego eclesiástico expresaba el ser convocado a una asamblea de discípulos de Jesús y, en algunos casos, era sinónimo de comunidad eclesial. Con un significado específico, desde los primeros siglos, la palabra 'sínodo' se utilizaba para designar las asambleas eclesiales convocadas a diversos niveles para discernir, a la luz de la Palabra de Dios y a la escucha del Espíritu Santo, las cuestiones doctrinales, litúrgicas, canónicas y pastorales que se planteaban. También se mencionaba que el sustantivo sinodalidad se refería a la implicación y participación de todo el Pueblo de Dios en este discernimiento de la voz del Espíritu sobre la vida y la misión de la Iglesia. 

La razón de la emoción no siempre positiva que puede suscitar este término, junto con otros de significado similar, es que evoca innumerables y fatigosas reuniones, comisiones y grupos de trabajo en los que se intenta un discernimiento eclesial, pero que, al menos a veces, no conduce a resultados significativos, o cuyos resultados no han sido aceptados por la base eclesial, por la totalidad de la Iglesia, etc.

Sinodo
Sinodo

Una de las razones de estas dificultades para vivir los procesos sinodales podría ser una inadecuada comprensión de sus características teológicas, que da lugar a algunos arriesgados malentendidos en cuanto a su funcionamiento. Por ejemplo propongo tres posibles malentendidos.

 Tres posibles malentendidos 

1.- El malentendido más grave que puede surgir en un proceso sinodal es la suposición de que ese proceso puede producir un consenso tan amplio que permita tomar decisiones compartidas, hasta el punto de que éstas no generen conflictos de ningún tipo. Al fin y al cabo, el sueño de todo pastor (Papa, Obispo, párroco…) es poder ejercer su ministerio en santa paz y sin tener que imponerse penosamente a una parte de su comunidad eclesial. Por eso, a veces se recurre a la sinodalidad con la secreta esperanza de que consiga poner a todos de acuerdo. En realidad, esto casi nunca sucede. Aunque lo que el Espíritu Santo sugiere a los creyentes vaya en la misma dirección, no todos son realmente capaces de escuchar su voz y distinguirla de sus propias opiniones no siempre del todo evangélicas. 

La sinodalidad siempre presenta y entrega a una comunidad cristiana una serie de soluciones contradictorias, audaces proyectos de reforma mezclados con el miedo y el deseo de no cambiar nada por temor a fuertes laceraciones en el tejido eclesial. Por eso, los procesos sinodales pueden acabar produciendo decisiones irrisorias, o terminar simplemente pasando a otro tema, sin conclusión alguna. En algunos casos, se mantienen en un standby durante muchos años, hasta que se ha olvidado el camino recorrido para poder comenzarlo de nuevo.

"Si se escucha al Espíritu Santo de manera sinodal no se puede retroceder en el momento de la toma de decisiones, porque eso significaría ignorar su voz e, incluso, pecar muy gravemente"

Y sin embargo, si se escucha al Espíritu Santo de manera sinodal no se puede retroceder en el momento de la toma de decisiones, porque eso significaría ignorar su voz e, incluso, pecar muy gravemente. Por el contrario, hay que aceptar que, al final de un proceso de discernimiento comunitario, el pastor debe tomar decisiones necesariamente discutibles y que, por desgracia, es inevitable que algunas personas consideren oportuno "retirarse" de una o de otra manera o incluso oponerse y marcharse.

La sinodalidad, como el Evangelio, es "arriesgada", y esta característica afecta necesariamente al ministerio de los llamados a acompañar la comunidad cristiana presidiéndola. Lo demuestra el hecho de que cualquier reforma significativa de la Iglesia siempre ha provocado pequeños o grandes cismas, similares a la fuerte reacción de una parte del mundo católico ante algunas decisiones del Papa Francisco. Tras el Concilio de Jerusalén, la decisión última de los Apóstoles dio la razón a una comprensión del Evangelio y de la Iglesia, y no la dio a otra.

El Papa y el Sínodo
El Papa y el Sínodo

2.- Un segundo posible malentendido del itinerario sinodal es que se ocupe de elaborar decisiones programáticas sin verificar su aplicación en la vida de las comunidades cristianas. No hay que olvidar que la palabra humana de los documentos eclesiales, a diferencia de la palabra divina, no es creadora, es decir, no realiza inmediatamente lo que dice, sino que necesita tanto una amplia difusión y explicación como la verificación de su recepción.

Este último momento de la recepción representa, por lo tanto, el inicio de un nuevo camino sinodal en el que las decisiones tomadas son acogidas creativamente por las diversas comunidades, y por tanto no debe confundirse con un proceso de imposición. Sin embargo, no se puede tolerar un cierre prejuicioso o ideológico a lo que se ha establecido al final de un camino sinodal eficaz, porque esto representaría un cierre a la voz del Espíritu.

"La lógica de la sinodalidad exige renunciar a predecir el desarrollo del camino de reflexión eclesial y estar dispuestos a cambiar las preguntas de partida"

3.- Otro malentendido de la sinodalidad es fijarse en las preguntas de partida. En realidad, si se escucha al Espíritu Santo, es necesario reconocer la posibilidad de cambiar las preguntas con las que se empezó a reflexionar en el itinerario sinodal. Así, por poner un ejemplo, se puede iniciar un camino sinodal sobre el problema del celibato en el ministerio ordenado, y darse cuenta, por el camino, de que esa cuestión se comprende mejor y de nuevo si se plantea la cuestión de qué ministerio ordenado en el siglo XXI. En ese momento, y si uno se atrinchera en las preguntas de partida, impidiendo que quienes captan la necesidad de un cambio de perspectiva puedan siquiera proponerlo, se está cerrando una vez más la posibilidad a la novedad alternativa de la voz interpelante del Espíritu Santo.

El camino de la sinodalidad
El camino de la sinodalidad

La lógica de la sinodalidad exige renunciar a predecir el desarrollo del camino de reflexión eclesial y estar dispuestos a cambiar las preguntas de partida o a buscar, encontrar, dejarse decir por respuestas inesperadas.

A mí me parece que la sinodalidad no se reduce, valga la expresión (para nada despectiva en mi intención), a ‘mesas redondas’, ‘espacios circulares’,... Sin restarle importancia a nada de eso, la sinodalidad no es solamente, tampoco de modo principal, una dinámica de grupo… sino que supone e implica una espiritualidad y una comprensión del Evangelio y de la Iglesia.

“El mundo entero se aparta cuando ve pasar a un hombre que sabe a dónde va” (Antoine de Saint-Exupéry). Y éste es el liderazgo que le corresponde a Pedro - hoy Francisco - por encargo de Jesús. Digo esto también porque San Lucas nos recuerda en su Evangelio que Jesús tomó la decisión, una entre tantas, de subir a Jerusalén (Lucas 9, 51ss).

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