La otra muñeca de sal
"Bendigamos las estructuras que protegen, orientan, elevan y aceleran la búsqueda. Destruyamos las que encierran, atemorizan, paralizan y aplastan". JdA.
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De todos es conocido el cuento "la muñeca de sal" de Tony de Mello:
"Una muñeca de sal recorrió miles de kilómetros de tierra firme, hasta que, por fin, llegó al mar. Quedó fascinada por aquella móvil y extraña masa, totalmente distinta de cuanto había visto hasta entonces.
- ¿Quién eres tú? Le preguntó al mar la muñeca de sal.
- ¡Entra y compruébalo tú misma! Le respondió el mar con una sonrisa.
Y la muñeca se metió en el mar. Pero, a medida que se adentraba en él, iba disolviéndose, hasta que apenas quedó nada de ella.
Antes de que se disolviera el último pedazo, la muñeca exclamó asombrada: ¡Ahora ya sé quién soy!" (1).
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Otra muñeca buscadora -con la que soñé- también recorrió muchos kilómetros. Cuando ya estaba llegando al mar se encontró con algunos maestros, doctores y eruditos jefes religiosos... Es decir, con un montón de "sabios y entendidos" de los que habla el Evangelio. Les rogó que la ayudaran a descubrir quién era ella, de qué estaba hecha y cuál era su destino.
La cogieron de la mano amablemente y la llevaron a una enorme salina cercana. La enseñaron las cuadriculadas charcas de evaporación. La hicieron ver el orden, la extensión, las mínimas y seguras profundidades de aquellas parcelas de mar estancado, bien protegidas y controladas.
La ponderaron el benéfico influjo del sol, cuyo radiante calor hacia nacer la blanca sal en aquella enorme superficie. Finalmente la mostraron unos montones de sal, bien alineados, dispuestos para abastecer a los consumidores. Todo era tan racional, tan lógico, tan extenso, tan bien organizado, que la muñeca quedó fascinada.
- De aquí saliste, le dijeron. Eres de aquí. Sin este complejo tú no existirías.
- ¿Y cuál es mi destino? -preguntó muy interesada la muñeca-.
- Solo tienes que aprovechar esta sal tan blanca, que conseguimos y guardamos con sumo celo. La apelmazas bien en estos moldes y haces nuevas muñecas semejantes a ti. Así seréis muchas, blanquísimas y brillantes. Ellas serán tus hermanas, tu fraternidad. Con ellas podrás convivir y nunca te encontrarás sola. ¡Ya verás! ¡Vais a poblar toda la tierra! Pero no dejes de usar el molde y presionar bien para que las nuevas muñecas queden bien compactadas y no se disgreguen. Han de ser todas igualitas y perfectas.
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A la muñeca viajera le pareció todo tan fácil, tan repetitivo, tan seguro, que creyó haber encontrado su patria y su misión.
Tiempo después me encontré con aquella muñeca de mi sueño y le pregunté:
- ¿Eres feliz? ¿Encontraste lo que buscabas?
- Ya ves -me respondió- estoy en mi cuna, en mi casa, rodeada de todas mis hermanas. Si me rompo por algún lado, enseguida me reparan y me dejan como nueva. ¿Qué más puedo pedir? Aquí me siento segura. Ya no necesito seguir buscando.
Miré su blanca rigidez, aprecié su afanosa tarea. Incluso admiré sus múltiples fabricaciones. Y esbocé una benévola sonrisa.
Cuando ya me alejaba buscando los encajes de espuma de una playa cercana, sentí un extraño escalofrío, me volví y la grité:
- ¡Muñequita! ¡Muñequita! ¡Escapa de la rutina y sigue buscando! ¡Tu verdadera cuna es el mar! Y el eco repitió mi grito: el mar, el mar, el mar…
.
.
Llegué a la orilla, metí los pies en el baile del agua y me sentí feliz. Una ola recrecida y juguetona me abrazó y me empapó. Dentro de mí sentí un gozo nuevo y antiguo, un gozo de juventud y eternidad. Y oí claramente la dulce voz de antaño como alegre trompeta nueva: "¡Boga mar adentro!" (Lc 5,4). No pude resistirme y me adentré en el mar.
Desde entonces sueño siempre con agua. Y ya no sé si vivo yo o es el Mar quien vive en mí.
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(1) Del libro "El canto del pájaro", pág. 132.- Anthony de Mello, s.j. - Sal Terrae.
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Tu libro para este verano.
¡Medítalo! ¡Paladéalo!
Te aprovechará. Te ayudará a encontrar el Mar y sumergirte.
Y yo seré feliz al sentirte navegando por "tu fondo preciosísimo".
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Jairo del Agua
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De todos es conocido el cuento "la muñeca de sal" de Tony de Mello:
"Una muñeca de sal recorrió miles de kilómetros de tierra firme, hasta que, por fin, llegó al mar. Quedó fascinada por aquella móvil y extraña masa, totalmente distinta de cuanto había visto hasta entonces.
- ¿Quién eres tú? Le preguntó al mar la muñeca de sal.
- ¡Entra y compruébalo tú misma! Le respondió el mar con una sonrisa.
Y la muñeca se metió en el mar. Pero, a medida que se adentraba en él, iba disolviéndose, hasta que apenas quedó nada de ella.
Antes de que se disolviera el último pedazo, la muñeca exclamó asombrada: ¡Ahora ya sé quién soy!" (1).
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Otra muñeca buscadora -con la que soñé- también recorrió muchos kilómetros. Cuando ya estaba llegando al mar se encontró con algunos maestros, doctores y eruditos jefes religiosos... Es decir, con un montón de "sabios y entendidos" de los que habla el Evangelio. Les rogó que la ayudaran a descubrir quién era ella, de qué estaba hecha y cuál era su destino.
La cogieron de la mano amablemente y la llevaron a una enorme salina cercana. La enseñaron las cuadriculadas charcas de evaporación. La hicieron ver el orden, la extensión, las mínimas y seguras profundidades de aquellas parcelas de mar estancado, bien protegidas y controladas.
La ponderaron el benéfico influjo del sol, cuyo radiante calor hacia nacer la blanca sal en aquella enorme superficie. Finalmente la mostraron unos montones de sal, bien alineados, dispuestos para abastecer a los consumidores. Todo era tan racional, tan lógico, tan extenso, tan bien organizado, que la muñeca quedó fascinada.
- De aquí saliste, le dijeron. Eres de aquí. Sin este complejo tú no existirías.
- ¿Y cuál es mi destino? -preguntó muy interesada la muñeca-.
- Solo tienes que aprovechar esta sal tan blanca, que conseguimos y guardamos con sumo celo. La apelmazas bien en estos moldes y haces nuevas muñecas semejantes a ti. Así seréis muchas, blanquísimas y brillantes. Ellas serán tus hermanas, tu fraternidad. Con ellas podrás convivir y nunca te encontrarás sola. ¡Ya verás! ¡Vais a poblar toda la tierra! Pero no dejes de usar el molde y presionar bien para que las nuevas muñecas queden bien compactadas y no se disgreguen. Han de ser todas igualitas y perfectas.
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A la muñeca viajera le pareció todo tan fácil, tan repetitivo, tan seguro, que creyó haber encontrado su patria y su misión.
Tiempo después me encontré con aquella muñeca de mi sueño y le pregunté:
- ¿Eres feliz? ¿Encontraste lo que buscabas?
- Ya ves -me respondió- estoy en mi cuna, en mi casa, rodeada de todas mis hermanas. Si me rompo por algún lado, enseguida me reparan y me dejan como nueva. ¿Qué más puedo pedir? Aquí me siento segura. Ya no necesito seguir buscando.
Miré su blanca rigidez, aprecié su afanosa tarea. Incluso admiré sus múltiples fabricaciones. Y esbocé una benévola sonrisa.
Cuando ya me alejaba buscando los encajes de espuma de una playa cercana, sentí un extraño escalofrío, me volví y la grité:
- ¡Muñequita! ¡Muñequita! ¡Escapa de la rutina y sigue buscando! ¡Tu verdadera cuna es el mar! Y el eco repitió mi grito: el mar, el mar, el mar…
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Llegué a la orilla, metí los pies en el baile del agua y me sentí feliz. Una ola recrecida y juguetona me abrazó y me empapó. Dentro de mí sentí un gozo nuevo y antiguo, un gozo de juventud y eternidad. Y oí claramente la dulce voz de antaño como alegre trompeta nueva: "¡Boga mar adentro!" (Lc 5,4). No pude resistirme y me adentré en el mar.
Desde entonces sueño siempre con agua. Y ya no sé si vivo yo o es el Mar quien vive en mí.
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(1) Del libro "El canto del pájaro", pág. 132.- Anthony de Mello, s.j. - Sal Terrae.
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Tu libro para este verano.
¡Medítalo! ¡Paladéalo!
Te aprovechará. Te ayudará a encontrar el Mar y sumergirte.
Y yo seré feliz al sentirte navegando por "tu fondo preciosísimo".
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Jairo del Agua
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