No reces al "dios jueputa". No existe. - (Una historia real para abrir los ojos)
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Traigo hoy una historia real contada por un Abad benedictino que sabe mucho de oración y de a Quién rezan él y sus monjes.
A algunos les dejará indiferentes porque están paralíticos, como muchos de "aquel tiempo", aposentados en la prepotencia de "su verdad de papeles". Pero a otros les puede servir para convencerse de que no existe un Dios intervencionista y milagrero.
La "administración del mundo" se nos ha confiado a los hombres para que, con "autonomía y libertad", construyamos un mundo feliz, tanto a nivel personal como social.
Esto no significa que estemos abandonados, todo lo contrario. Estamos dotados de "inteligencia, voluntad y libertad" (a imagen y semejanza del Creador) para tener éxito en esa administración autónoma.
Ese Dios, que aparentemente nos ha dejado solos, nos inunda y circunda por todos lados ("en Él somos, nos movemos y existimos") para que acertemos a ELEGIR el bien y permanezcamos en el esfuerzo de construir un mundo mejor, cada vez mejor. Y, por supuesto, para que superemos los guijarros de este camino terrenal.
Por desgracia, esto no nos lo suele decir la "casta religiosa" (de cualquier religión). Tienen pavor a la LIBERTAD. Y nos inducen a pensar y actuar como si Dios pudiera meter la mano continuamente en nuestro mundo, tanto para darnos garrotazos como para repartir dulces, concesiones y milagros. Se conforman con que reconozcamos que existe un Dios, al que manipular con nuestras oraciones para obtener su favor puntual.
Y si, de paso, asistimos a sus templos y dejamos unas perrillas, ellos podrán vivir de su inmovilismo y prepotencia.
Pues bien, vayamos a la historia real y reflexionemos (si nos dejan los adoquines con que nos amueblaron la cabeza y nuestra fe religiosa).
Jairo del Agua
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1.Corrían los primeros años de este nuevo milenio. Nuestra región de algún modo estaba dominada por la guerrilla de las FARC y del ELN. Constantemente había atentados contra las torres de conducción de la energía cercanas a nuestro monasterio.
Nos tocó presenciar combates muy de cerca entre la guerrilla y el ejército: Fuego cruzado desde los helicópteros contra los subversivos, refugiados en las montañas vecinas a nuestra propiedad.
Por supuesto que nuestra oración era insistente por la paz y la pacificación del país y de nuestra región.
2.El Jueves Santo, después de celebrar la Misa de la Cena del Señor y la comida festiva en silencio (con la lectura de los capítulos 13 a 17 del Evangelio de San Juan como tema de fondo), pasamos a LA HORA SANTA en la iglesia monástica, delante del Monumento.
Estábamos los monjes, los huéspedes y unos pocos visitantes que se arriesgaron a venir a esa hora (8 p.m.). El hermano encargado de la celebración, después de las lecturas y alguna reflexión, moderó la oración de los fieles enunciando primero él sus propias peticiones y dejando espacio libre para peticiones espontáneas. Entonces, una mujer, con voz fuerte, casi varonil, hizo la siguiente petición:
Señor, tú eres todopoderoso,
tú lo puedes todo,
sólo tú puedes darle la paz a Colombia,
la paz que Colombia necesita:
¡ACTÚA!
A mí me dio taquicardia, quedé como en shock, ante lo que acababa de escuchar, y no sabía por qué. Terminé la jornada preocupado y pensativo, con cierto sabor amargo en el alma.
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3."El indio acata a los tres días", decimos en nuestra tierra. Es decir que al indio lo engañan y no se da cuenta sino después.
Aquí el indio era yo. No sé si demoré tres días, o tres semanas, o tres meses. El caso es que en algún momento recibí una inspiración del Espíritu Santo que me reveló el significado de aquella petición, algo así como la traducción de lo que había escuchado el Jueves Santo:
Señor, tú eres todopoderoso,
tú lo puedes todo,
sólo tú puedes darle la paz a Colombia,
la paz que Colombia necesita:
¡ACTÚA, viejo hijueputa!
¿Será que Dios es un "viejo hijueputa" que no le da la gana de actuar y está dejando que nos matemos y acabemos con todo en este lindo país?
4.Caí entonces en la cuenta de quién es Dios y cómo actúa. El Padre de nuestro Señor Jesucristo es un Padre amoroso, es todo bondad y ternura, es lo mejor de mí mismo... habita lo más íntimo de mí mismo. Habita en cada uno de sus hijos.
No está por allá arriba en los cielos, lejos de nosotros, despreocupado de nosotros, o muy preocupado de ver cómo nos hace sufrir y aguantar, enviándonos calamidades desde allá para probar nuestra fe, etc.
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5.Desde esa toma de conciencia, que recapituló todo lo que yo había experimentado hasta entonces, que recapituló mis dudas, las incoherencias de la doctrina en que yo creía, se hizo posible que cambiara mi manera de orar, en concreto la "oración de petición".
Ya no le pedía a Dios que enviara desde el cielo la paz que sólo él puede dar porque es todopoderoso, o que curara a un enfermo, o que le diera trabajo a un desempleado, etc.
¡Nada de eso puede hacer él! ¡Nada tiene que ver él con la guerra, el conflicto, el que a alguien le dé una enfermedad, o que alguien se cure, o que alguien consiga trabajo o lo pierda!
Sería un dios muy injusto enviando a unos una cosa y a otros otra. Aliviando a un enfermo y dejando a otro enfermo que se muera en medio de atroces sufrimientos.
Ahora cuando "pido" por la paz de Colombia, más que pedir, le expreso a mi Padre, a mi ABBA, a mi papacito lo que más deseo. Él ya nos dio la paz... la llevamos todos en el corazón porque Dios habita en el corazón de cada uno. Entonces le digo: "¡Que todos los colombianos seamos agentes de paz por el diálogo, la reconciliación y la justicia social!"
El Dios OMNIPOTENTE, el TODOPODEROSO... es el Dios NADA PODEROSO.
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Nada puede hacer si nosotros no se lo permitimos. Habrá paz si nosotros dejamos que la paz de Dios que ya está en nosotros fluya por nuestra vida.
O si he de rezar por un enfermo: "Que fulano de tal, que ha pedido que oremos por él, y todos los demás enfermos, experimenten la fortaleza y el consuelo que tú les das en medio de su fragilidad".
6.Para terminar, para entender todo esto, sería bueno trascribir aquí lo que escribió el gran teólogo español Andrés Torres Queiruga al final de su libro (breve y que se puede bajar de internet) "Creer de otra manera":
//Como no queda ya espacio para grandes elucubraciones, prefiero terminar con la anécdota contada por un autor brasileño (1). Alguien me la sugirió, escuchando de mí este tipo de ideas. A mí me ha ayudado y pienso que puede aclarar lo dicho más que muchos discursos teóricos:
-- ¿Rezas a Dios, pequeño?
-- Sí, cada noche
-- ¿Y qué le pides?
-- Nada. Le pregunto si puedo ayudarle en algo.
.
Ayudar a Dios, colaborar con Él, echarle una mano en su afán por ayudarnos. ¡Qué extraño de entrada y que justo y precioso de fondo!
Si somos capaces de situarnos así ante Él, no sólo cuando descubrimos un dolor o un problema en el mundo, sino incluso cuando notamos nuestras carencias y nuestros fallos, estaremos orientando el espíritu en la dirección adecuada.
En la de un Amor que nos sobrepasa hasta sernos imposible creer de verdad en él, que no quiere otra cosa a no ser que "todos los hombres se salven" (1Tim 2,4), que solicita nuestra colaboración, y que incluso en los fallos, cuando nos condenamos a nosotros mismos, "Él es más grande que nuestro corazón, y conoce todo" (1Jn 3,20)//.
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Humberto Rincón Fernández
Monje Benedictino
Abad del Monasterio Santa María de la Epifanía.
Guatapé (Antioquia)
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_____________________
(1) Luego he podido comprobar que la cuenta J.L. Martín Descalzo, Razones para vivir, Madrid 1990, 168.
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NOTA del Blogger:
Casi todas las "oraciones oficiales" dicen de una u otra forma:
¡ACTÚA, ACTÚA, ACTÚA! Es decir, se dirigen al inexistente "dios jueputa", en vez de fortalecernos y motivarnos a ACTUAR y CONSTRUIR NOSOTROS el Reino en este mundo desde el Dios que nos habita e impulsa.
¿Qué haremos los fieles?
Solo se me ocurren dos cosas:
1. Aprender a ORAR de otra manera y a un Dios real (mucho he escrito sobre el verdadero rostro de Dios, revelado en el Evangelio).
2. Insistir "a tiempo y a destiempo" (2Tim 4,2) a nuestros "clericales guías" que se conviertan al Evangelio y nos alimenten con sano alimento y no con sucedáneos: "apacienta mis ovejas" (Jn 21,17).
Sin ningún miedo, porque dice el Evangelio:
"¡Qué bien profetizó Isaías de vosotros, hipócritas! Así está escrito:
´Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí. El culto que me dan es inútil, porque la doctrina que enseñan son preceptos humanos´ (Is 29,13).
Dejáis de lado el mandamiento de Dios para aferraros a la tradición de los hombres" (Mc 7,6).
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Son 5 fascículos independientes. Puedes pedir los que quieras a jairoagua@gmail.com y los recibirás en tu correo-e gratuitamente.
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Traigo hoy una historia real contada por un Abad benedictino que sabe mucho de oración y de a Quién rezan él y sus monjes.
A algunos les dejará indiferentes porque están paralíticos, como muchos de "aquel tiempo", aposentados en la prepotencia de "su verdad de papeles". Pero a otros les puede servir para convencerse de que no existe un Dios intervencionista y milagrero.
La "administración del mundo" se nos ha confiado a los hombres para que, con "autonomía y libertad", construyamos un mundo feliz, tanto a nivel personal como social.
Esto no significa que estemos abandonados, todo lo contrario. Estamos dotados de "inteligencia, voluntad y libertad" (a imagen y semejanza del Creador) para tener éxito en esa administración autónoma.
Ese Dios, que aparentemente nos ha dejado solos, nos inunda y circunda por todos lados ("en Él somos, nos movemos y existimos") para que acertemos a ELEGIR el bien y permanezcamos en el esfuerzo de construir un mundo mejor, cada vez mejor. Y, por supuesto, para que superemos los guijarros de este camino terrenal.
Por desgracia, esto no nos lo suele decir la "casta religiosa" (de cualquier religión). Tienen pavor a la LIBERTAD. Y nos inducen a pensar y actuar como si Dios pudiera meter la mano continuamente en nuestro mundo, tanto para darnos garrotazos como para repartir dulces, concesiones y milagros. Se conforman con que reconozcamos que existe un Dios, al que manipular con nuestras oraciones para obtener su favor puntual.
Y si, de paso, asistimos a sus templos y dejamos unas perrillas, ellos podrán vivir de su inmovilismo y prepotencia.
Pues bien, vayamos a la historia real y reflexionemos (si nos dejan los adoquines con que nos amueblaron la cabeza y nuestra fe religiosa).
Jairo del Agua
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1.Corrían los primeros años de este nuevo milenio. Nuestra región de algún modo estaba dominada por la guerrilla de las FARC y del ELN. Constantemente había atentados contra las torres de conducción de la energía cercanas a nuestro monasterio.
Nos tocó presenciar combates muy de cerca entre la guerrilla y el ejército: Fuego cruzado desde los helicópteros contra los subversivos, refugiados en las montañas vecinas a nuestra propiedad.
Por supuesto que nuestra oración era insistente por la paz y la pacificación del país y de nuestra región.
2.El Jueves Santo, después de celebrar la Misa de la Cena del Señor y la comida festiva en silencio (con la lectura de los capítulos 13 a 17 del Evangelio de San Juan como tema de fondo), pasamos a LA HORA SANTA en la iglesia monástica, delante del Monumento.
Estábamos los monjes, los huéspedes y unos pocos visitantes que se arriesgaron a venir a esa hora (8 p.m.). El hermano encargado de la celebración, después de las lecturas y alguna reflexión, moderó la oración de los fieles enunciando primero él sus propias peticiones y dejando espacio libre para peticiones espontáneas. Entonces, una mujer, con voz fuerte, casi varonil, hizo la siguiente petición:
Señor, tú eres todopoderoso,
tú lo puedes todo,
sólo tú puedes darle la paz a Colombia,
la paz que Colombia necesita:
¡ACTÚA!
A mí me dio taquicardia, quedé como en shock, ante lo que acababa de escuchar, y no sabía por qué. Terminé la jornada preocupado y pensativo, con cierto sabor amargo en el alma.
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3."El indio acata a los tres días", decimos en nuestra tierra. Es decir que al indio lo engañan y no se da cuenta sino después.
Aquí el indio era yo. No sé si demoré tres días, o tres semanas, o tres meses. El caso es que en algún momento recibí una inspiración del Espíritu Santo que me reveló el significado de aquella petición, algo así como la traducción de lo que había escuchado el Jueves Santo:
Señor, tú eres todopoderoso,
tú lo puedes todo,
sólo tú puedes darle la paz a Colombia,
la paz que Colombia necesita:
¡ACTÚA, viejo hijueputa!
¿Será que Dios es un "viejo hijueputa" que no le da la gana de actuar y está dejando que nos matemos y acabemos con todo en este lindo país?
4.Caí entonces en la cuenta de quién es Dios y cómo actúa. El Padre de nuestro Señor Jesucristo es un Padre amoroso, es todo bondad y ternura, es lo mejor de mí mismo... habita lo más íntimo de mí mismo. Habita en cada uno de sus hijos.
No está por allá arriba en los cielos, lejos de nosotros, despreocupado de nosotros, o muy preocupado de ver cómo nos hace sufrir y aguantar, enviándonos calamidades desde allá para probar nuestra fe, etc.
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5.Desde esa toma de conciencia, que recapituló todo lo que yo había experimentado hasta entonces, que recapituló mis dudas, las incoherencias de la doctrina en que yo creía, se hizo posible que cambiara mi manera de orar, en concreto la "oración de petición".
Ya no le pedía a Dios que enviara desde el cielo la paz que sólo él puede dar porque es todopoderoso, o que curara a un enfermo, o que le diera trabajo a un desempleado, etc.
¡Nada de eso puede hacer él! ¡Nada tiene que ver él con la guerra, el conflicto, el que a alguien le dé una enfermedad, o que alguien se cure, o que alguien consiga trabajo o lo pierda!
Sería un dios muy injusto enviando a unos una cosa y a otros otra. Aliviando a un enfermo y dejando a otro enfermo que se muera en medio de atroces sufrimientos.
Ahora cuando "pido" por la paz de Colombia, más que pedir, le expreso a mi Padre, a mi ABBA, a mi papacito lo que más deseo. Él ya nos dio la paz... la llevamos todos en el corazón porque Dios habita en el corazón de cada uno. Entonces le digo: "¡Que todos los colombianos seamos agentes de paz por el diálogo, la reconciliación y la justicia social!"
El Dios OMNIPOTENTE, el TODOPODEROSO... es el Dios NADA PODEROSO.
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Nada puede hacer si nosotros no se lo permitimos. Habrá paz si nosotros dejamos que la paz de Dios que ya está en nosotros fluya por nuestra vida.
O si he de rezar por un enfermo: "Que fulano de tal, que ha pedido que oremos por él, y todos los demás enfermos, experimenten la fortaleza y el consuelo que tú les das en medio de su fragilidad".
6.Para terminar, para entender todo esto, sería bueno trascribir aquí lo que escribió el gran teólogo español Andrés Torres Queiruga al final de su libro (breve y que se puede bajar de internet) "Creer de otra manera":
//Como no queda ya espacio para grandes elucubraciones, prefiero terminar con la anécdota contada por un autor brasileño (1). Alguien me la sugirió, escuchando de mí este tipo de ideas. A mí me ha ayudado y pienso que puede aclarar lo dicho más que muchos discursos teóricos:
-- ¿Rezas a Dios, pequeño?
-- Sí, cada noche
-- ¿Y qué le pides?
-- Nada. Le pregunto si puedo ayudarle en algo.
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Ayudar a Dios, colaborar con Él, echarle una mano en su afán por ayudarnos. ¡Qué extraño de entrada y que justo y precioso de fondo!
Si somos capaces de situarnos así ante Él, no sólo cuando descubrimos un dolor o un problema en el mundo, sino incluso cuando notamos nuestras carencias y nuestros fallos, estaremos orientando el espíritu en la dirección adecuada.
En la de un Amor que nos sobrepasa hasta sernos imposible creer de verdad en él, que no quiere otra cosa a no ser que "todos los hombres se salven" (1Tim 2,4), que solicita nuestra colaboración, y que incluso en los fallos, cuando nos condenamos a nosotros mismos, "Él es más grande que nuestro corazón, y conoce todo" (1Jn 3,20)//.
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Humberto Rincón Fernández
Monje Benedictino
Abad del Monasterio Santa María de la Epifanía.
Guatapé (Antioquia)
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(1) Luego he podido comprobar que la cuenta J.L. Martín Descalzo, Razones para vivir, Madrid 1990, 168.
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NOTA del Blogger:
Casi todas las "oraciones oficiales" dicen de una u otra forma:
¡ACTÚA, ACTÚA, ACTÚA! Es decir, se dirigen al inexistente "dios jueputa", en vez de fortalecernos y motivarnos a ACTUAR y CONSTRUIR NOSOTROS el Reino en este mundo desde el Dios que nos habita e impulsa.
¿Qué haremos los fieles?
Solo se me ocurren dos cosas:
1. Aprender a ORAR de otra manera y a un Dios real (mucho he escrito sobre el verdadero rostro de Dios, revelado en el Evangelio).
2. Insistir "a tiempo y a destiempo" (2Tim 4,2) a nuestros "clericales guías" que se conviertan al Evangelio y nos alimenten con sano alimento y no con sucedáneos: "apacienta mis ovejas" (Jn 21,17).
Sin ningún miedo, porque dice el Evangelio:
"¡Qué bien profetizó Isaías de vosotros, hipócritas! Así está escrito:
´Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí. El culto que me dan es inútil, porque la doctrina que enseñan son preceptos humanos´ (Is 29,13).
Dejáis de lado el mandamiento de Dios para aferraros a la tradición de los hombres" (Mc 7,6).
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