Dios nos da el ser, viene constantemente a nuestra vida, está con nosotros. Dios se nos hace presente como fuente de nuestra vida. En su hacerse presente nos llama a tomar conciencia de nuestro propio yo, en lo más profundo de nosotros mismos, donde se nos capacita para escucharle y para responderlo con nuestra palabra y todo nuestro ser.
¿Qué quiere decir presencia? Siguiendo a Berhard Häring, “literalmente significa atenderse mutuamente, existir los unos para los otros. Las cosas inanimadas son solo disponibles, no poseen la cualidad de presencia. Únicamente las personas pueden estar presentes unas a otras. La presencia se convierte en algo real si las personas se vuelven las unas hacia las otras en mutua deferencia y amor” (Centrarse en Dios. La oración aliento de nuestra fe, Herder, Barcelona 1976, 69). Hay diversos grados de presencia. Así, para poder sentir el misterio de la presencia con otras personas, debemos primero hacernos presentes a nosotros mismos, pues solo las personas que viven el presente, a la luz del pasado y mirando al futuro, descubren la gracia del momento presente y son capaces de abrirse a los demás. Y en cuanto a Dios, no existe método de meditación trascendental que nos pueda conducir hacia Él si nos desentendemos del momento presente haciendo silencio. No podemos experimentar la presencia del Dios vivo si no nos hacemos presentes a las demás personas con amor y permanecemos impermeables a las penas y alegrías de nuestros amigos y prójimos.