El mundo se va unificando ya que cada vez más se va convirtiendo en un lugar de comunicación, en una encrucijada de caminos. Este fenómeno de relaciones interhumanas a escala imprevista constituye una comunión real de tipo óntico que sirve de base a todas las sensaciones de acercamiento y de contacto. Nos vamos dando cuenta, lentamente, que pertenecemos a un conjunto en el que las demás personas tienen los mismos derechos e idénticas aspiraciones que nosotros, y que es obligación de todos trabajar para que la igualdad sea un hecho real. Así, en el terreno de la espiritualidad, nuestra santificación, por muy personal que sea, es esencialmente colectiva, ya que la espiritualización individual supone un avance en la espiritualización de toda la comunidad y nuestra comunión con Cristo se lleva a cabo a través de la unión don los demás hermanos. Poco a poco vamos siendo conscientes de que una misma legislación, una misma orientación, un mismo espíritu va cubriendo la diversidad pensante de los individuos y de los pueblos. De ahí que se haga urgente ya la instauración de una autoridad mundial que pueda actuar eficazmente en el terreno jurídico y en el de la política. Y la razón de esto es que, de la misma manera que la tendencia a la unidad caracteriza al ser humano creciendo en conciencia, en el campo colectivo esta tendencia implica organización, concentración y unificación.