¿Cuál es el valor de la amistad?
El ser humano ha sido creado como un ser en relación, proyección y realización. Nadie se puede privar de la relación con otras personas. Las personas no somos una isla y no nos podemos mantener en solitario en el tiempo y espacio en el que vivimos, crecemos y nos desarrollamos. Ya que de cualquier otro modo, no sería posible un crecimiento armónico y un desarrollo pleno, nuestro vivir sería una existencia vacía y sin sentido.
La amistad, comienza por la simpatía y el agrado que se siente al encontrarse personas que tienen cosas en común con nosotros. Te empiezan a interesar las cosas de la persona amiga y agrada que esta también se interese por la persona de uno. Es muy agradable saber que cuentas con alguien que te quiere y te comprende y que comparte muchos de tus gustos y de tus ideas. Sin embargo, no se limita con esto la verdadera amistad, ya que tiene ciertas características y exigencias. El amor de amistad se convierte en amor incondicional cuando buscas el bien de la persona amiga, respetando sus ideas, aceptando a la persona amiga como es, cuando la ayudas a crecer y a superarse. El verdadero amor de amistad no es posesivo ni exclusivo, sino abierto. La amistad, pues, no tiene edad, sexo o condición social. Por eso, como valor innato del ser humano debe crecer y plenificarse. En la amistad se proyecta y revela, desde lo más íntimo del corazón, lo que es el misterio de cada hombre y cada mujer, entre quienes se da espontáneamente una auténtica relación de amistad. La amistad entendida así es un don y un misterio, que no depende de un sola persona, sino de ambas.
La amistad pues, no se inventa, no se fuerza, ni mucho menos se ofrece banalmente. Así, la auténtica amistad es la que humaniza las relaciones interpersonales. Como don la amistad es un regalo que tiene su fuente y fin en Dios, modelo de toda relación divina y humana entre su Hijo Jesucristo y en comunión con el Espíritu Santo . Sólo Dios, autor de todo el universo, es quien ofrece continuamente este regalo a todo hombre y a toda mujer, creados a su imagen y semejanza . Por eso la auténtica amistad como regalo debe agradecerse, cultivarse y compartirse. Y como misterio la auténtica amistad es capaz de romper las fronteras geográficas llevando a las personas a trascenderse, más allá de lo que son capaces, creando unión de amistad entre hombres y mujeres de toda raza, lengua, pueblo y nación , sean del credo que sean.
La amistad, comienza por la simpatía y el agrado que se siente al encontrarse personas que tienen cosas en común con nosotros. Te empiezan a interesar las cosas de la persona amiga y agrada que esta también se interese por la persona de uno. Es muy agradable saber que cuentas con alguien que te quiere y te comprende y que comparte muchos de tus gustos y de tus ideas. Sin embargo, no se limita con esto la verdadera amistad, ya que tiene ciertas características y exigencias. El amor de amistad se convierte en amor incondicional cuando buscas el bien de la persona amiga, respetando sus ideas, aceptando a la persona amiga como es, cuando la ayudas a crecer y a superarse. El verdadero amor de amistad no es posesivo ni exclusivo, sino abierto. La amistad, pues, no tiene edad, sexo o condición social. Por eso, como valor innato del ser humano debe crecer y plenificarse. En la amistad se proyecta y revela, desde lo más íntimo del corazón, lo que es el misterio de cada hombre y cada mujer, entre quienes se da espontáneamente una auténtica relación de amistad. La amistad entendida así es un don y un misterio, que no depende de un sola persona, sino de ambas.
La amistad pues, no se inventa, no se fuerza, ni mucho menos se ofrece banalmente. Así, la auténtica amistad es la que humaniza las relaciones interpersonales. Como don la amistad es un regalo que tiene su fuente y fin en Dios, modelo de toda relación divina y humana entre su Hijo Jesucristo y en comunión con el Espíritu Santo . Sólo Dios, autor de todo el universo, es quien ofrece continuamente este regalo a todo hombre y a toda mujer, creados a su imagen y semejanza . Por eso la auténtica amistad como regalo debe agradecerse, cultivarse y compartirse. Y como misterio la auténtica amistad es capaz de romper las fronteras geográficas llevando a las personas a trascenderse, más allá de lo que son capaces, creando unión de amistad entre hombres y mujeres de toda raza, lengua, pueblo y nación , sean del credo que sean.