"El arte es que cada uno desarrolle lo que tiene" Cardenal Aguiar: "Busquen al Señor mientras lo pueden encontrar, invóquenlo mientras está cerca"
"El discípulo de Cristo debe aprender a vivir las ausencias y las presencias, para ello le sirven la oración, especialmente la Eucaristía, y la vida de comunidad"
"También es necesario tomar conciencia y cuidar que la razón de sus actividades sea cumplir la voluntad del Padre"
"Nos necesitamos unos a otros, y así seremos siempre capaces de asumir con esperanza el dolor, el sufrimiento, y la tristeza, ante cualquier ausencia generada por la tragedia, la enfermedad, o la misma muerte"
"Jesús ofreció a sus discípulos una espléndida preparación para lo que vendría después de su muerte en cruz, unos darían, como Jesús, su vida en el martirio y otros como San Juan al servicio de la evangelización, pastoreando a la comunidad"
"Nos necesitamos unos a otros, y así seremos siempre capaces de asumir con esperanza el dolor, el sufrimiento, y la tristeza, ante cualquier ausencia generada por la tragedia, la enfermedad, o la misma muerte"
"Jesús ofreció a sus discípulos una espléndida preparación para lo que vendría después de su muerte en cruz, unos darían, como Jesús, su vida en el martirio y otros como San Juan al servicio de la evangelización, pastoreando a la comunidad"
Indudablemente hay momentos por muy diferentes motivos, en que sentimos cercana y reconfortante la presencia de Dios en nuestras vidas. Hoy el Profeta Isaías nos alerta para aprovechar dicha experiencia y fortalecer nuestro espíritu, en la convicción que el Señor Jesús camina siempre con nosotros.
Todo ser humano disfruta la presencia del ser amado, y desea la continuidad del encuentro. En cambio la separación y la ausencia generan tristeza y nostalgia, que pueden distraer, y aún más, provocar el abandono de las tareas propias, que implican cumplir la voluntad del Padre.
Por ello, el discípulo de Cristo debe aprender a vivir las ausencias y las presencias, para ello le sirven la oración, especialmente la Eucaristía, y la vida de comunidad. También es necesario tomar conciencia y cuidar que la razón de sus actividades sea cumplir la voluntad del Padre.
Cuando hacemos lo que Dios quiere que hagamos, nos convertiremos en luz para los demás y generaremos vida, y esos frutos traerán siempre una satisfacción y paz, que proceden del Espíritu Santo. Será así sin percibirlo claramente, que transmitiremos para el otro, ¡Que Dios está siempre presente en sus vidas!
Así descubriremos la importancia y la imperiosa necesidad de los encuentros, y la puesta en común de los discípulos de Jesús en la vida de la Iglesia; en esto consiste una Iglesia Sinodal, que pone en común su servicio para el bien común.
Por tanto, nos necesitamos unos a otros, y así seremos siempre capaces de asumir con esperanza el dolor, el sufrimiento, y la tristeza, ante cualquier ausencia generada por la tragedia, la enfermedad, o la misma muerte.
En este camino edificaremos nuestra experiencia de la comunión con Dios, nuestro Padre, a quien le podremos presentar todas nuestras inquietudes y necesidades, y sus respuestas serán causa de una alegría, que nadie nos la podrá arrebatar; aunque las respuestas de Dios, no hayan sido como las habíamos imaginado o deseado.
Por eso el Profeta Isaías continúa diciendo: “Mis pensamientos no son los pensamientos de ustedes, sus caminos no son mis caminos, dice el Señor. Porque así como aventajan los cielos a la tierra, así aventajan mis caminos a los de ustedes y mis pensamientos a sus pensamientos”.
Y entenderemos también el dilema que nos transmite el apóstol Pablo, desde su misión evangelizadora y su personal relación con Dios: “Porque para mí, la vida es Cristo, y la muerte, una ganancia. Pero si el continuar viviendo en este mundo me permite trabajar todavía con fruto, no sabría yo qué elegir”.
"Porque para mí, la vida es Cristo, y la muerte, una ganancia. Pero si el continuar viviendo en este mundo me permite trabajar todavía con fruto, no sabría yo qué elegir"
Si bien hemos clarificado la necesidad del encuentro y la puesta en común, también podremos superar la frecuente tentación, de quien ha dado una parte importante de su vida al servicio de sus hermanos, y espera que los demás hagan lo mismo, y se decepciona con facilidad, e incluso puede protestarle a Dios, al ver que no responden al cien por ciento como él lo ha hecho. Así lo relata Jesús en la Parábola:
“Cuando les llegó su turno a los primeros, creyeron que recibirían más; pero también ellos recibieron un denario cada uno. Al recibirlo, comenzaron a reclamarle al propietario, diciéndole: 'Esos que llegaron al último sólo trabajaron una hora, y sin embargo, les pagas lo mismo que a nosotros, que soportamos el peso del día y del calor”.
Jesús ofreció a sus discípulos una espléndida preparación para lo que vendría después de su muerte en cruz, unos darían, como Jesús, su vida en el martirio y otros como San Juan al servicio de la evangelización, pastoreando a la comunidad.
Por eso en la Parábola escuchamos al propietario aclarar: “a uno de ellos: Amigo, yo no te hago ninguna injusticia. ¿Acaso no quedamos en que te pagaría un denario? Toma, pues, lo tuyo y vete”.
"Las respuestas en compromisos para servir a los demás pueden ser muchas o pocas, pero al final lo que importa es recibir el denario, es decir la vida eterna"
Por tanto, las respuestas en compromisos para servir a los demás pueden ser muchas o pocas, pero al final lo que importa es recibir el denario, es decir la vida eterna, compartiendo la vida de amor con Dios Trinidad.
La experiencia es personal, y así como el vaso pequeño y el vaso grande se llenan según su tamaño, las cantidades de agua son distintas, pero suficientes para cada vaso. Así somos las personas con diferentes capacidades, potencialidades, habilidades y el arte es que cada uno desarrolle lo que tiene y será una persona que aporte a los demás, aspectos y servicios, que el otro no es capaz de adquirirlos por sí mismo.
Es precisamente la gran riqueza de la diversidad, que genera en el encuentro y la puesta en común grandes beneficios para la comunidad.
Ahora si podremos entender y asumir como nuestra, la reflexión del Apóstol Pablo: “Me hacen fuerza ambas cosas: por una parte, el deseo de morir y estar con Cristo, lo cual, ciertamente, es con mucho lo mejor; y por la otra, el de permanecer en vida, porque esto es necesario para el bien de ustedes. Por lo que a ustedes toca, lleven una vida digna del Evangelio de Cristo”.
Así procedió Nuestra Madre María de Guadalupe, y así ha hecho y continúa haciendo grandes maravillas al escucharnos y respondernos en nuestro corazón, como quizá ya lo habremos experimentado cuando en momentos de tristeza o de tragedia la hemos invocado. Por eso también ahora le dirigimos nuestra súplica confiada.
Tú, Madre querida, bien conoces que Dios es amor, y que nos ha creado a su imagen para hacernos custodios de toda la creación. Abre nuestras mentes y toca nuestros corazones para que respondamos favorablemente, cuidando la creación y heredemos en buenas condiciones nuestra Casa Común a todas las criaturas, especialmente a las generaciones futuras.
Particularmente en este mes de septiembre te pedimos por nuestra Patria querida para que encontremos los caminos de la reconciliación y obtengamos la paz anhelada en todas las familias, y en todos los rincones de nuestro país.
También te pedimos por el Papa Francisco y por todos los participantes al Sínodo que iniciará el próximo 4 de octubre en Roma, para que renovemos nuestra aspiración de ser una Iglesia Sinodal, donde todos seamos capaces de escucharnos, de discernir la voluntad de Dios Padre, de ponerla en práctica, y transmitirla a nuestro prójimos.
Finalmente en esta doble jornada, la mundial por los migrantes y refugiados para que sean asistidos adecuadamente, y en la nacional por la pastoral de turismo para que sean conscientes de cuidar el medio ambiente; así mismo te pedimos por los jóvenes que participan en los talleres de Scholas Ocurrentes, descubran su vocación, y orienten sus potencialidades al servicio de la comunidad.
Todos los fieles presentes este Domingo nos encomendamos a Ti, que brillas en nuestro camino como signo de salvación y de esperanza. ¡Oh clemente, oh piadosa, oh dulce Virgen, María de Guadalupe! Amén.
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