¿Ha llegado la Pascua?
La Regla de los monjes dice que en la víspera de la Pascua “ofrecer espontáneamente algo a Dios con gozo del Espíritu Santo: esto es que sustraiga a su cuerpo algo de comida, bebida, sueño, conversación y pasatiempo, y esperar la santa Pascua con la alegría de un espiritual anhelo”… (RB 49,6)
Quizás esto era para recordarlo mejor al principio de Cuaresma. Pero lo que no podemos hacer cuando deseamos vivir en profundidad la experiencia de Dios, es partir de nosotros mismos, de nuestras previsiones y prácticas, de nuestros planteamientos, pues nuestra debilidad nos impide ser plenamente fieles. Por esto debemos partir siempre de la iniciativa divina, de escuchar su palabra. Dice san Hilario:
Instruido en la ciencia divina, el hombre se convierte en una morada de Dios… Dios no viene a habitar en la mente de los creyentes con una venida corporal, sino que penetra en el corazón en virtud de una fuerza espiritual e infunde como una luz a toda la mente…. (Coment Sal 131)
De aquí que la preparación de la Pascua ha venido siempre recomendada como un tiempo especial de escucha y meditación de la Palabra. Y a partir de aquí tienen sentido todas nuestras penitencias.
¿Lo has hecho así?
Pues atiende a lo que exhorta la Palabra:
Hijo mío, no olvides mi instrucción, conserva en la memoria mis preceptos, porque alargaran los días y años de tu vida y tu prosperidad… En todos tus caminos piensa en él y él allanará tus sendas… (Prov 3,1s)
Esta instrucción nos lleva a penetrar en el misterio de Dios, que es un misterio de amor. Un misterio que es más fuerte que la vida, pues es precisamente de este misterio de amor de donde brota la vida. Y este es el misterio que celebramos estos días: el amor hasta el extremo. Y cuando llevamos el amor hasta el extremo la vida misma está subordinada a este amor. Y este amor se resuelve en una nueva vida.
Pero vivir este misterio exige crecer en el apego o en el deseo de ese amor. Y, simultáneamente, crecer en el desapego a la vida. En una palabra:
valorar más el amor que la vida
Y esta no es una tarea fácil. Escribe el Papa Benet XVI: “Sólo cuando alguien valora más el amor por encima de la vida, a saber: sólo cuando alguien está dispuesto a someter la vida al amor, por el amor del amor, puede el amor ser más fuerte que la muerte y mayor que la muerte”.
Quizás los 50 días que tenemos los cristianos, hasta Pentecostés, para profundizar en la vivencia del misterio de Pascua, pueden ser interesantes si reflexionamos sobre la relación entre la vida y el amor, teniendo como referencia a Quien vivió en plenitud esta relación: Jesús de Nazaret.
En el ritmo de la vida de hoy no es fácil esta reflexión, pero sin vivir esta reflexión difícilmente puede crecer en nosotros la fe en la Resurrección. Si lo aceptas te puedo ofrecer un punto de ayuda a tu reflexión, que tomo del “Libro del Amigo y del Amado de Ramón Llull:
“El Amigo preguntó a su Amado: ¿Qué es más grande, el amor o el hecho de amar? Y el Amado le respondió: En la criatura el amor es el árbol, amar es el fruto; las penas y los sufrimientos son las flores y las hojas del árbol. Pero en Mí, amor y amar son, sin penas y sin sufrimientos, una sola y misma cosa.” (nº 85)