Nuevo escrito del filósofo I.O. desde Praga.

Elogio de Savater, Rosa Díez, Maite Pagazaurtundúa, …
Una petición de perdón, un agradecimiento y una promesa


Extraño título éste que empieza por pedir perdón, prosigue con un agradecimiento y termina con una promesa. Resume, sin embargo, un proceso de reflexión en el último mes y medio. La lista es incompleta, faltan en especial los dirigentes del PP amenazados en el País Vasco. Lejos de mí obviarlos, vaya por delante mi testimonio de admiración y respeto. Sin embargo, las personas que cito, entre otras, se sitúan, como yo, a la izquierda, pero, también como yo, se ven crecientemente extrañadas de “esta izquierda” que ahora nos gobierna. Se ven ninguneadas, ya ni se las quiere escuchar, su voz se pierde en el estruendo ideológico de la simpleza argumentativa (si es que todavía hay argumentos). Sin embargo, allí siguen, afirmando sus ideas, razonándolas (quizá ése sea su pecado nefando) y con firmeza en algunos principios básicos, como que una paz sin justicia, simplemente, es una falsa paz. Allí están, en sus bitácoras y sus páginas web. Allí están los brillantes artículos de Aurelio Arteta, las punzantes reflexiones de Fernando Savater o la volcánica convicción de Rosa Díez. Quiero pedirles perdón porque he participado de ese ninguneo.

La distancia ayuda a ver las cosas de otra manera. En concreto, me he marchado de España durante unos meses. Un sitio en el que, además, hay pocos españoles aparte de los turistas. De hecho, ha pasado un mes y todavía no me he encontrado con ninguno, fuera de los consabidos turistas. Ha sido una bendición, créanme quienes lean esto. Un mes entero tratando con gente de muchos sitios (Estados Unidos, Italia, Francia, Bélgica, y por supuesto, Chequia), que se mueven en otras coordenadas. Una bocanada de aire fresco. Una vez fuera, y lejos ya del griterío de la escena política española, he podido acercarme de nuevo a la situación de España, me he acercado a las páginas de Internet, he leído argumentos sin preocuparme por la etiqueta que me pondrán si manifiesto acuerdo con el “lado malo”.

Así, yo compartía en buena parte la idea, bastante extendida, de que estabais en una posición radical, de que estabais entorpeciendo el camino hacia la paz. Os veía como unos intransigentes que os habías acantonado en vuestros principios. Cierto es que esta posición no acababa tampoco de convencerme. Demasiado presente tenía vuestro ejemplo moral ante los asesinos y los que, en el mejor de los casos, miraban para otro lado. Mi aprecio por una buena argumentación era vulnerable a vuestras razones. Sin embargo, me aturdía el juego floral de banderas con aguilucho, pancartas varias, rosas blancas, consignas fáciles y avisos de que tuviera cuidado no fuera “a pensar como el PP”. El reparo a quedarme en minoría (o, directamente, solo) en una conversación de restaurante, inhibía mi capacidad de juicio moral, capacidad por otra parte tan apreciable. He colaborado a vuestro ninguneo, siquiera por dejarme llevar por la corriente. Por ello, os pido perdón.

Después del perdón, el agradecimiento. Quiero daros las gracias en primer lugar por la calidad de vuestros argumentos. Entre tanto dogma ideológico y tanto gesto tan bienintencionado como idiota (me permito ser un poco estridente), habéis seguido exponiendo vuestras razones. Ahí estabais cuando empecé a leeros. Demasiado poderosas las argumentaciones de Aurelio Arteta o Savater, por no hablar de otros cercanos a vosotros como Rosa Montero o Hermann Tersch. Asimismo, y muy especialmente, quiero agradeceros vuestra entereza moral. Habéis mantenido con firmeza vuestra claridad, aún al precio de quedaros solos. A Sócrates le hicieron beber la cicuta, no estáis en mala compañía.

Por último, una promesa. Nunca más volveré a ningunearos. Prometo anclarme con vosotros en principios irrenunciables. Seré “intolerante”, palabra hoy maldita. Sí, intolerante con lo intolerable. Una paz sin justicia es una mala paz. Una paz en la que no quede rotundamente claro que todo un sector de la sociedad vasca se vio privada de su libertad por una ideología totalitaria, será una paz de mascarada y un socavamiento del estado de Derecho cuyas consecuencias no pueden sino ser negativas. Será la “paz de los cementerios” (Kant), no una verdadera convivencia cívica. Habéis tenido el coraje de disentir, como dice Elvira Lindo, prometo teneros como ejemplo. Compartimos la preocupación por otra izquierda con claridad en los principios fundamentales, una izquierda sin titubeos, una izquierda sin complejos para coincidir con la derecha, una izquierda que tenga claro, de una vez, que tiene mucho más que ver con una derecha civilizada que con descerebrados que destrozan casetas y revientan conferencias. Prometo unirme a vosotros en esta lucha, aunque sea en lo que pueda hacer. Y por último, una promesa más práctica, a donde os marchéis, allá irá mi voto…

Un fuerte abrazo.
Iván Ortega
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