Elecciones en Castilla y León Aprender a votar es fácil si se quiere
Hay que votar y querer al que nos quiera, al que consideremos tan prójimo, tan próximo, como a ti mismo. Pero que nos quiera de servirnos, no de servirse.
Basta con liberarse de prejuicios y votar pensando en el bien de todos, especialmente de los que más difícil lo tienen. ¿A quién votaría Jesús el domingo en Castilla y León?
| @santiriesco
Porque querer es poder. Me refiero a querer de amar y a poder de mandar. Que si uno se pone a querer, a amar, a servir como siguiendo el mandamiento nuevo del hijo de María -el judío árabe de Palestina al que ejecutaron los romanos- al final acaba teniendo un poder no deseado, eso que podíamos llamar autoridad. Porque el poder, al fin y a la postre, viene a ser algo impuesto, como de arriba abajo, mientras que la autoridad es ese poder que viene dado por los demás, de abajo arriba.
Este fin de semana que tienen el derecho y la obligación de votar poco más de dos millones de personas censadas en Castilla y León, me atrevo a invitarles a que voten bien. Es fácil si se quiere. La idea es que le concedan el poder -que al ser de abajo arriba podría considerarse autoridad- a aquel candidato (que no candidata, porque son todo hombres) que consideren quiera más a las gentes de Castilla y León. Vamos, que hay que votar y querer al que nos quiera, al que consideremos tan prójimo, tan próximo, como a ti mismo. Pero que nos quiera de servirnos, no de servirse.
Para votar bien, no lo olvidemos, también hay que tener voluntad. Hay que querer meter en el sobre la papeleta adecuada. Y esto es sencillo, pero nunca nos lo han explicado. Podría resumirse en que cuando uno va a ejercer su derecho y obligación de votar debe hacerlo pensando en el bien común y olvidándose de las filias y fobias generadas artificial y profesionalmente en medios de comunicación y redes sociales para influir en nuestra decisión apelando a los sentimientos. Para que votemos como ultras de un equipo de fútbol, como “juligans” políticos, y no como ciudadanos conscientes que van a elegir a los que van a poner las reglas del juego en nuestra vida durante los próximos cuatro años (si no las adelantan, como en esta ocasión).
El carné de votar
Y aprovecho que he llegado a este punto para reivindicar el carné de ir a votar. Sería algo sencillo, como el de conducir y renovable antes de cada cita con las urnas. Este permiso acreditaría que esa persona tiene un conocimiento mínimo del funcionamiento de las instituciones autonómicas, una información suficiente sobre la necesaria subvención de los partidos políticos, una visión básica acerca de la tarea de los procuradores en las Cortes, que entendiese lo que son las circunscripciones y como se reparten los representantes de los ciudadanos que votan siguiendo la ley d’Hont, así como la lectura y comprensión de las líneas básicas que ofrecen los programas electorales de las siglas que concurren a los comicios. Evitaríamos de este modo gran parte del circo político con declaraciones de impacto y fotos ridículas con tal de arañar unos segundos de atención y conseguir unos gramos de popularidad entre los que votan con las tripas; y acaban cagándola.
Aprender a votar es fácil, si se quiere. Basta con liberarse de prejuicios y votar pensando en el bien de todos, especialmente de los que más difícil lo tienen. ¿A quién votaría Jesús el domingo en Castilla y León? Esa es la cuestión.