Diciembre, 8: la Gracia Original
Lo preguntaba una japonesa, madre de dos gemelas, presentadas en el templo para celebrar su cumpleaños. ¿Qué quiere decir “concepción sin mancha? ¿Me manché yo al concebir a estas criaturas, me manchó mi esposo, o qué es eso de una mancha original, que dicen en las iglesias?
“Concepción” suena a término técnico de biología. “Mancha” suena a lavandería. Y no se imagina uno “manchas originales” en el rostro precioso de estas criaturas todavía no bautizadas. Habrá que hacer hermenéutica y tranquilizar a esta madre.
Ni usted se manchó al concebir, ni ninguna madre y padre se manchan al engendrar. Ninguna criatura nace manchada, ni mancha a su madre al nacer. En todo nacimiento, fruto de los progenitores y, a la vez, don gratuito desde la Fuente de la Vida, hay un misterio de gracia original, amazing grace!!!.
Usted y su esposo, como María y José, madre y padre de Jesús, se maravillan ante la sorpresa de la criatura nacida, que vino al mundo como fruto de su amor y como don sorprendente. A esto último lo llamamos con expresión de la Biblia, nacer de Espíritu Santo, vivificante y vivificador.
María es el símbolo de la “Purísima Gratitud”. Hay que superar los malentendidos originados desde los días de Agustín de Hipona, por culpa del pseudoconcepto de “pecado original”, dejar de leer literalmente (en vez de simbólicamente) la narración de Adán y Eva y pasar al baúl de los recuerdos los temas agustinianos de culpa heredada, sexualidad contaminante, nacimiento pecaminoso y bautizo como detergente. Hay que reinterpretar y redescubrir la riqueza de la simbología mariana en el imaginario cristiano, a la luz del tema de la “Purísima gratuidad y gratitud”, buena noticia para toda madre y padre, cuyas criaturas también nacen de Espíritu Santo.
La pureza (vinculada más con la sinceridad y autenticidad que con extrañas connotaciones sexuales) es una noción del lenguaje japonés cotidiano y, a la vez, del lenguaje poético ancestral desde los días de los poemas del Manyôshu. Y la gratitud es el núcleo central de la experiencia religiosa en muchas espiritualidades orientales. Podríamos llamar a María, en japonés, Kiyoki arigatasa, es decir, la Purísima Gratitud, la agraciada que agradece la Purísima Gratuidad.
Lo desarrollé más largo el año pasado en los blogs sobre Eva y Ave (se pueden consultar en red). Al volver a meditarlo hoy, me impacta extraordinariamente el mail recibido de Hilario y Virgina y la lectura del blog de Gregorio y Sofía (que les recomiendo:
http://gregoriodavid.blogspot.com
También esos progenitores son sede de gratitud y gratuidad y la criatura es don de Espíritu Santo. Esas maternidades y paternidades son, como la de María y José, agraciadas por la gracia original.
En matemáticas el “cero” y el “infinito”, a diferencia de los demás números, apuntan a un límite ideal. En teología, las dos grandes metáforas marianas –que eso son Inmaculada Concepción y Asunta al Cielo, dos super-metáforas fecundísimas- significan mucho más que una mera “característica de excepción”, expresan el ideal de gratuidad agradecida y esperanza gratificante (desde el comienzo hasta el final) que, dicho antropomórficamente, Dios desea para toda la humanidad.María: símbolo de humanidad, que acoge a Jesús. A Jesús, símbolo y rostro de Dios.
“Concepción” suena a término técnico de biología. “Mancha” suena a lavandería. Y no se imagina uno “manchas originales” en el rostro precioso de estas criaturas todavía no bautizadas. Habrá que hacer hermenéutica y tranquilizar a esta madre.
Ni usted se manchó al concebir, ni ninguna madre y padre se manchan al engendrar. Ninguna criatura nace manchada, ni mancha a su madre al nacer. En todo nacimiento, fruto de los progenitores y, a la vez, don gratuito desde la Fuente de la Vida, hay un misterio de gracia original, amazing grace!!!.
Usted y su esposo, como María y José, madre y padre de Jesús, se maravillan ante la sorpresa de la criatura nacida, que vino al mundo como fruto de su amor y como don sorprendente. A esto último lo llamamos con expresión de la Biblia, nacer de Espíritu Santo, vivificante y vivificador.
María es el símbolo de la “Purísima Gratitud”. Hay que superar los malentendidos originados desde los días de Agustín de Hipona, por culpa del pseudoconcepto de “pecado original”, dejar de leer literalmente (en vez de simbólicamente) la narración de Adán y Eva y pasar al baúl de los recuerdos los temas agustinianos de culpa heredada, sexualidad contaminante, nacimiento pecaminoso y bautizo como detergente. Hay que reinterpretar y redescubrir la riqueza de la simbología mariana en el imaginario cristiano, a la luz del tema de la “Purísima gratuidad y gratitud”, buena noticia para toda madre y padre, cuyas criaturas también nacen de Espíritu Santo.
La pureza (vinculada más con la sinceridad y autenticidad que con extrañas connotaciones sexuales) es una noción del lenguaje japonés cotidiano y, a la vez, del lenguaje poético ancestral desde los días de los poemas del Manyôshu. Y la gratitud es el núcleo central de la experiencia religiosa en muchas espiritualidades orientales. Podríamos llamar a María, en japonés, Kiyoki arigatasa, es decir, la Purísima Gratitud, la agraciada que agradece la Purísima Gratuidad.
Lo desarrollé más largo el año pasado en los blogs sobre Eva y Ave (se pueden consultar en red). Al volver a meditarlo hoy, me impacta extraordinariamente el mail recibido de Hilario y Virgina y la lectura del blog de Gregorio y Sofía (que les recomiendo:
http://gregoriodavid.blogspot.com
También esos progenitores son sede de gratitud y gratuidad y la criatura es don de Espíritu Santo. Esas maternidades y paternidades son, como la de María y José, agraciadas por la gracia original.
En matemáticas el “cero” y el “infinito”, a diferencia de los demás números, apuntan a un límite ideal. En teología, las dos grandes metáforas marianas –que eso son Inmaculada Concepción y Asunta al Cielo, dos super-metáforas fecundísimas- significan mucho más que una mera “característica de excepción”, expresan el ideal de gratuidad agradecida y esperanza gratificante (desde el comienzo hasta el final) que, dicho antropomórficamente, Dios desea para toda la humanidad.María: símbolo de humanidad, que acoge a Jesús. A Jesús, símbolo y rostro de Dios.