Ante políticas de osario, soplo de vida: Ezequiel vs. Trump
Si Kurosawa y Chaplin levantaran la cabeza... ¿llevarían a la pantalla la reencarnación de la estupidez dictatorial con imágenes de un Trump y un Putin fantasmagorizando patriotismos de siglos pasados?
Si Ezequiel levantara la cabeza... ¿describiría de nuevo en clave de Espíritu de Vida la resurrección de los huesos calcinados?
Ezequiel 37 es el pasaje más impresionante sobre la fuerza de huracán de la Ruah en toda la Biblia hebrea. Buena falta nos hace... Lo releeré para la homilía de Pentecostés de este año, aunque no toque en la liturgia, programada en abstracto.
La comunidad particular y la comunidad mundial necesitan repostar combustible espiritual. Anímicamente decaídas, políticamente despiezadas y espiritualmente en plena sequía, tanto la comunidad particular como la mundial necesitan más que nunca el soplo del Espíritu de Vida, admirablemente escenificado en este auto sacramental de los huesos calcinados y danza de vida que concibió Ezequiel por obra del mismo Espíritu.
A algunos predicadores decimonónicos, que criticaban la cremación, les gustaba aplicar literalmente la parábola de Ezequiel a la resurrección en el último día; hablaban de “reunirse las almas con los mismos cuerpos que tuvieron”. Pero el simbolismo del profeta no es de biología o anatomía, ni de escolasticismos de cuerpo y alma, sino expresión de la resurrección corporativa del pueblo por obra del Espíritu. Estamos ante el pasaje en que con más fuerza destaca en todo el Primer Testamento la Presemcia vivificadora de la Ruah, que anima al pueblo fiel con la promesa de la fidelidad divina resucitadora.
Ezequiel, poeta y profeta, pintó con trazos fuertes el espectáculo desolador político-religioso del pueblo y sus dirigentes, pero anunció la restauración de la vida tras la sequía de muerte espiritual.
Ezequiel juega doblemente con las palabras sobre la Ruah, en los versículos primero y último (Ez 37, 1-14) de la escena: el Espíritu del Señor sopla en su interior contemplativo y le abre los ojos para ver la escena en la que ese mismo Espíritu, activo en la historia, sopla arrasador como un tifón sobre el osario entero y lo convierte en una pista inmensa para la danza de la vida.
Ante el decaimiento anímico del pueblo desilusionado, el desmoronamiento del sistema político decepcionante y la sequía que agosta el campo religioso-espiritual deshidratado, el soplo del Espíritu proclama: “Como huesos secos no debéis quedar, como huesos aireados podéis revivir”. A lo que el osario entero responde a coro: “Podemos, podemos, aleluya”.
La Ruah hace revivir todo un pueblo entero de huesos calcinados, que se tornan danza viviente. Contrastan los “huesos secos y esperanza disipada” (v.11) con el papel del Espíritu Resucitador. La Ruah, que se deja escuchar en la interioridad contemplativa del profeta-poeta, es la misma que sopla vivificante sobre el mar de huesos secos y lo convierte en sinfonía danzante de vida.
Ezequiel ve que el pueblo entero, la Casa de Israel, se encuentra en estado anímico deprimente, “con los huesos secos y la esperanza disipada”(v.11). Pero el mismo Espíritu será el ejecutor de la transformación de esa situación, para que revivan restaurados en su tierra“ (cf. vv.11-14).
Nos llevaría muy lejos, hay que abreviarlo aquí, el contraste con la crítica de Ezequiel a los malos pastores y al liderazgo pervertido de sus dirigentes políticos y religiosos)
Así como los “huesos triturados” del penitente se tornan, en el salmo 51, “regocijo de salvación” gracias al espíritu nuevo de vida y a la creatividad del perdón, también en Ezequiel el Espíritu de Vida, que cambia corazones de piedra en corazones nuevos, inyecta esperanza para superar el desánimo psicológico, el desmoronamiento político y el enflaquecimiento religioso del pueblo
En medio de la perplejidad política ante la situación internacional en estos días, la celebración del Domingo de Pentecostés nos invitará a releer con esperanza el libro de Ezequiel y... a recomendar a los dirigentes políticos que lo mediten, siquiera sea unos minutos...
Si Ezequiel levantara la cabeza... ¿describiría de nuevo en clave de Espíritu de Vida la resurrección de los huesos calcinados?
Ezequiel 37 es el pasaje más impresionante sobre la fuerza de huracán de la Ruah en toda la Biblia hebrea. Buena falta nos hace... Lo releeré para la homilía de Pentecostés de este año, aunque no toque en la liturgia, programada en abstracto.
La comunidad particular y la comunidad mundial necesitan repostar combustible espiritual. Anímicamente decaídas, políticamente despiezadas y espiritualmente en plena sequía, tanto la comunidad particular como la mundial necesitan más que nunca el soplo del Espíritu de Vida, admirablemente escenificado en este auto sacramental de los huesos calcinados y danza de vida que concibió Ezequiel por obra del mismo Espíritu.
A algunos predicadores decimonónicos, que criticaban la cremación, les gustaba aplicar literalmente la parábola de Ezequiel a la resurrección en el último día; hablaban de “reunirse las almas con los mismos cuerpos que tuvieron”. Pero el simbolismo del profeta no es de biología o anatomía, ni de escolasticismos de cuerpo y alma, sino expresión de la resurrección corporativa del pueblo por obra del Espíritu. Estamos ante el pasaje en que con más fuerza destaca en todo el Primer Testamento la Presemcia vivificadora de la Ruah, que anima al pueblo fiel con la promesa de la fidelidad divina resucitadora.
Ezequiel, poeta y profeta, pintó con trazos fuertes el espectáculo desolador político-religioso del pueblo y sus dirigentes, pero anunció la restauración de la vida tras la sequía de muerte espiritual.
Ezequiel juega doblemente con las palabras sobre la Ruah, en los versículos primero y último (Ez 37, 1-14) de la escena: el Espíritu del Señor sopla en su interior contemplativo y le abre los ojos para ver la escena en la que ese mismo Espíritu, activo en la historia, sopla arrasador como un tifón sobre el osario entero y lo convierte en una pista inmensa para la danza de la vida.
Ante el decaimiento anímico del pueblo desilusionado, el desmoronamiento del sistema político decepcionante y la sequía que agosta el campo religioso-espiritual deshidratado, el soplo del Espíritu proclama: “Como huesos secos no debéis quedar, como huesos aireados podéis revivir”. A lo que el osario entero responde a coro: “Podemos, podemos, aleluya”.
La Ruah hace revivir todo un pueblo entero de huesos calcinados, que se tornan danza viviente. Contrastan los “huesos secos y esperanza disipada” (v.11) con el papel del Espíritu Resucitador. La Ruah, que se deja escuchar en la interioridad contemplativa del profeta-poeta, es la misma que sopla vivificante sobre el mar de huesos secos y lo convierte en sinfonía danzante de vida.
Ezequiel ve que el pueblo entero, la Casa de Israel, se encuentra en estado anímico deprimente, “con los huesos secos y la esperanza disipada”(v.11). Pero el mismo Espíritu será el ejecutor de la transformación de esa situación, para que revivan restaurados en su tierra“ (cf. vv.11-14).
Nos llevaría muy lejos, hay que abreviarlo aquí, el contraste con la crítica de Ezequiel a los malos pastores y al liderazgo pervertido de sus dirigentes políticos y religiosos)
Así como los “huesos triturados” del penitente se tornan, en el salmo 51, “regocijo de salvación” gracias al espíritu nuevo de vida y a la creatividad del perdón, también en Ezequiel el Espíritu de Vida, que cambia corazones de piedra en corazones nuevos, inyecta esperanza para superar el desánimo psicológico, el desmoronamiento político y el enflaquecimiento religioso del pueblo
En medio de la perplejidad política ante la situación internacional en estos días, la celebración del Domingo de Pentecostés nos invitará a releer con esperanza el libro de Ezequiel y... a recomendar a los dirigentes políticos que lo mediten, siquiera sea unos minutos...