Carta pública de agentes de pastoral Chile: Llamamiento a las Iglesias para reparar el tejido social roto por la “dictadura” del narcotráfico
“Son días álgidos en medio de destrucciones de ‘narco casas’, carabineros asesinados, suspensiones de clases por funerales de alto riesgo y alzas de todas las estadísticas en delitos violentos. Nos surge a muchos un ‘ya basta’”
"En este contexto, no vender droga parece un acto heroico”, señalan cinco reconocidos agentes de pastoral comprometidos con el mundo de los pobres quienes publicaron una carta con una propuesta.
Que las iglesias aprovechen sus recursos y redes para reconstruir el tejido social roto en la sociedad que es el problema de fondo, indican
Que las iglesias aprovechen sus recursos y redes para reconstruir el tejido social roto en la sociedad que es el problema de fondo, indican
| Aníbal Pastor N. Aníbal Pastor N. | Corresponsal en Chile.
Así como hace casi 50 años, las iglesias cristianas y otras religiones en Chile, se unieron para atender samaritanamente a las víctimas de la dictadura militar, hoy un grupo de cinco agentes de pastoral, con reconocido prestigio moral y social, y sólido compromiso en favor de los pobres, publicaron una carta en que llaman a reconstruir el tejido social roto por la dictadura del narcotráfico.
Esta carta es firmada por la religiosa del Buen Pastor, Nelly León, capellana del Centro Penitencial Femenino de Santiago; la religiosa Donata Cairo, de las Hermanitas de Jesús y pobladora de un sector popular; el sacerdote Benjamín Ossandón de la Pastoral de Adicciones, Francisco Carreño del Grupo de Reflexión y Acción por la Paz y por el sacerdote jesuita Pablo Walker, excapellán del Hogar de Cristo, una reconocida institución solidaria de la Iglesia católica y también poblador en sectores populares.
La misiva fue publicada en un diario de circulación nacional y se ha difundido ampliamente en redes sociales, justo cuando la ciudadanía enfrenta duros momentos por los golpes criminales que ha propinado el narcotráfico, y el gobierno del Presidente Gabriel Boric formula llamados urgentes a la unidad política del país para encarar juntos este drama.
Uno de las acciones con mayor impacto comunicacional ha sido la estrategia desarrollada por el alcalde de la comuna de La Florida, de la región Metropolitana, quien demuele con maquinaria pesada las edificaciones donde viven personas ligadas al narcotráfico. Esto es seguido en vivo por los canales de televisión, mientras los noticiarios siguen dando cuenta de la violencia en continuo crecimiento y cobrando víctimas a diario como policías que enfrentan a los delincuentes.
“Son días álgidos en medio de destrucciones de ‘narco casas’, carabineros asesinados, suspensiones de clases por funerales de alto riesgo y alzas de todas las estadísticas en delitos violentos. Nos surge a muchos un ‘ya basta’ al conectarnos con las personas que han perdido familiares, bienes obtenidos con esfuerzo y esperanzas de toda una vida”, indican los agentes pastorales en su carta.
“Ante esta situación, los cristianos estamos perplejos”, afirman, “aparentemente con casi sin nada que aportar. Las propuestas populistas rondan el país y parecen seductoras. El presidente de un país centroamericano, con tasas de homicidios espectacularmente disminuidas, nos enrostra cinematográficamente su triunfo con una estela de dorsos desnudos, con la cabeza gacha, en un mar de carne humillada, como seres de otra especie, amenazante y por fin vencida. Algo humano parece a punto de capitular también en nosotros, cercanos a la tentación de aplaudir, sin percatar el retroceso civilizatorio”.
Las y los autores en su carta dicen que “somos testigos de que nuestros barrios se han llenado de puntos de venta de muerte mientras en elegantes barrios se esconden quienes lucran con esta tragedia de corrupción. Se ha naturalizado el consumo y multiplicado su oferta. En los sectores más pobres se vive expuesto a la constatación de que si no tienes dinero no eres nadie. Así, en la droga aparece el analgésico, la oportunidad y a veces el desquite: el esfuerzo no siempre valió la pena si las generaciones anteriores trabajaron de sol a sol y murieron pobres. En este contexto, no vender droga parece un acto heroico”.
Con este diagnóstico y para reparar el tejido social roto en la actual sociedad chilena, los agentes de pastoral proponen trabajar como lo hizo el organismo ecuménico "Comité Pro Paz", de iniciativa del entonces arzobispo de Santiago, cardenal Raúl Silva Henríquez, quien convocó a diferentes líderes religiosos para prestar ayuda humanitaria a las víctimas a tan solo pocas semanas del golpe militar del 11 de septiembre de 1973. Este Comité se transformó luego en la reconocida Vicaría de la Solidaridad.
“Quisiéramos proponerles una alternativa, sin atajos, de largo aliento”, señala la carta. “Convocarnos en la ardua reparación del tejido social en Chile. En vez de sólo aplacar los síntomas de la fractura social, concentrar nuestras inteligencias y voluntades de seguidores de Jesús en intentar cerrar progresivamente, por dentro, esta fábrica de suicidios y delitos. Mientras llegan los imprescindibles recursos para las policías, mientras se articulan los organismos de inteligencia, mientras se legislan leyes eficaces para perseguir al crimen organizado, mientras tomamos conciencia un urgente giro hacia la salud mental, mirar a Jesús liberador y preguntarnos qué haría él en nuestro lugar”.
Para estos efectos, las redes propias de las iglesias son clave para la reconstrucción de ese tejido, indican. “Como creyentes en Jesús, no queremos olvidar a las víctimas del consumo y tráfico de droga, que tienen muchos rostros distintos, en todos los estratos de la sociedad. Estamos convencidos de que la iglesia católica y las iglesias cristianas cuentan con una red transversal de comunidades vivas, instalaciones y redes profesionales capaces de aportar a reparar este tejido profundamente herido; somos testigos de que la inserción territorial, el apoyo comunitario y el sentido de vida que pueden aportar nuestras comunidades eclesiales podrían concurrir con otros esfuerzos pare enfrentar juntos las causas profundas del auge del consumo y tráfico de drogas”.
“El Buen Samaritano sigue siendo hoy, como lo fue hace cincuenta años en la fundación del ecuménico Comité Pro Paz, la parábola de lo que Cristo haría si estuviera en nuestro lugar. En esta nueva dictadura ponemos con sencillez en manos del Señor nuestro deseo de aportar en el lugar y modo en que se nos requiriese”, concluye los agentes de pastorales firmantes de la carta.
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