Extraido de "Trama divina, hilvanes humanos" Ed. PPC ¿Para quién soy yo?... ¿Para quién es la Iglesia? Domiingo VI
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El fin de semana pasado la Iglesia española, desde la conferenciua episcopal, convocaba para un encuentro multitudinario -pero organizado- en Madrid en torno al tema de la vocacion cristiana. Allí hubo más de tres mil personas de las distintas diócesis acompañadas por sus pastores, se dieron conferencias, talleres, celebraciones...etc. Un baño de multitud para sentir que estamos vivos y que se puede. De fondo un interrogante apasionante que hunde sus raíces en planteamientos que hace con lucidez el papa Francisco: ¿Para quién soy yo?. Una cuestión interpeladora en una cultura de la individualidad, del bienestar, la indiferencia.... Lo recuerdo al recoger el texto evangélico de este domingo que plantea la alternativa de bienaventurazas y malaventuranzas, continuidad del anterior que nos invitaba a "ponernos manos a la obra".
No estaría mal que junto a la pregunta "para quién soy yo " estuviera unida - con radicalidad- la misma interrogación para la Iglesia. Creo que un teólgo que iluminó el encuentro afirmó: "No es la Iglesia la que tiene una misión, es la misión quien tiene una Iglesia". El evangelio de este domingo lo confirma.
| José Moreno Losada
Dios no es imparcial
Normalmente entendemos la imparcialidad como valor, sin embargo, choca cuando nos adentramos en la historia de la salvación. En ella vemos cómo Dios se muestra radicalmente parcial, a favor de los más débiles y necesitados de la humanidad. En la misma creación no forma al hombre de un modo indiferente y aséptico, sino que se involucra haciéndolo a su imagen, acogiéndolo en su casa y dándole parte en lo que era suyo. En el texto de Lucas, el discurso proclamado en el llano, desde abajo, el Padre nos muestra en Jesús de Nazaret su corazón y sentir a pecho descubierto: los pobres, los que lloran, los hambrientos y los que lo pasan mal por acercarse a ellos, ahí está el centro amoroso de Dios, desde ahí se hace universal, verdadero, justo y auténtico. Por eso se maldice el que, olvidando este sentir, se adentra en las tentaciones del mundo por la puerta ancha donde quedan excluidos y rotos los más débiles de la tierra. Maldita corrupción. Cristo, la iglesia, sus seguidores han de ser para ellos, los que Jesús señala.
La Palabra
![bienaventuranzas](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhmTw9I5GRfAHrQzEoUWZsJkcoq6z_LA8Es5PW5T9gaUyq5f4jexAuqbu90zHH3Z9CtPs9hzKtP3qIkTCxYln5QyhyphenhyphenKnQqNLBdoNaBxJqL6xYr4QS6T6b7_VjafqDT3Qn-NDovITmf33y0/s1600/bienaventuranzas.jpg)
La Iglesia de las bienaventuranzas
En el caminar de los siglos, la Iglesia milenaria, tiene que estar continuamente purificándose para poder seguir llevando el tesoro del evangelio en su vasija de barro. Nos cuesta entender que el horizonte de nuestra comunidad cristiana universal no está en el éxito y la muchedumbre institucionalizada y oficializada. Cuando el evangelio ha sido asumido socialmente y se ha hecho cultura, corre el riesgo de ser determinado por lo que él mismo ha configurado, tiene el peligro de identificarse con una cultura, con un modelo de sociedad, y de creer que eso forma parte de su evangelio y su tradición más pura. Cuando eso ocurre se adentra en caminos de poder, de defensa, cuando no de ataque frente a los otros, de conquista y para ello comienza a usar los mismos recursos que los poderes de este mundo: riqueza, poder, gloria… Acaba así confundiéndose con lo mundano en nombre de lo divino.
En el caminar van apareciendo las falsas profecías y justificaciones, pervirtiendo el amor primero. La carta a las iglesias del Apocalipsis debería estar siempre bajo la almohada eclesial para poder seguir viendo en las noches de la historia, la luz de la verdad, la justicia y la pureza del amor. Sabemos que hay mucho bien y verdadero evangelio en el mundo, que la Iglesia lo proclama y lo vive. Basta tener los ojos bien abiertos en lo universal de las comunidades cristianas actuales, en los más sencillos y humildes, y los que con ellos se identifican y caminan, más allá de grandes estructuras y organizaciones. Pero también somos conscientes de que, en la realidad de este mundo cambiante, en la vuelta que ha dado la humanidad y la cultura, hay una forma de querer ser institución, iglesia, que no es de recibo. No lo es ni por el evangelio que representa y predica, ni por los modos que chocan con una cultura nueva que aspira a valores propios en la comprensión de lo humano y su dignidad. Ya el Concilio Vaticano segundo hizo una reflexión y toma de conciencia profunda preguntándose sobre la iglesia misma y su lugar en medio del mundo, en el contexto de una cultura nueva.
La suerte está echada y la Iglesia hoy, como siempre, ha de volver a las bienaventuranzas y examinarse de la tentación de las malaventuranzas. Pasar del poder y de la posesión de todas las verdades, a ser servidora y discípula de la humanidad sufriente, pobres, hambrientos, tristes, perseguidos… Y esto no con obras aisladas o complementarias, sino como eje central y verdadero de su ser y estar en el mundo. Lo que está en juego es la identidad eclesial, que no tiene otra referencia e imagen que imitar sino la del maestro, con la toalla ceñida, lavando los pies a sus discípulos e invitándoles a hacer ellos lo mismo. Una Iglesia que no es imparcial, porque se debe inclinar ante los pies más cansados y heridos de la historia para lavarlos, secarlos y besarlos como presencia del Dios de la verdad y la vida.
Lo que no está en esta dirección de bienaventuranzas no pertenece a la verdadera tradición que se nos ha transmitido cuando recibimos el mandato de “haced vosotros lo mismo” que el Maestro y Señor. El espíritu de discernimiento es necesario hoy en la vida personal de cada cristiano, en las comunidades y en la Iglesia universal. No seamos imparciales y mucho menos indiferentes ante el mundo, la humanidad y, por ello mismo, ante nuestra propia Iglesia que necesita bienaventuranza para ser auténtica.
![congreso](https://diocesiscoriacaceres.es/storage/2025/02/20250210-congreso-vocaciones-04.jpg)
Verdaderos y falsos profetas
Me llegaba de mañana, a través de un compañero, una reflexión de Olaizaola que la titula “carta abierta a los “hater” católicos. En ella afirma que no podemos callar ante actitudes que excluyen y son destructivas dentro de la comunidad eclesial por parte de los que deberían ser cuidadores de la unidad y del amor dentro de ella; no se explica por qué maldicen los que están llamados a la bienaventuranza: “Solo puedo deciros una cosa. La Iglesia es muy amplia. En ella cabemos muchos más de los que vosotros habéis decidido que cabemos. Muchas más personas, y muchas más formas de hacer las cosas. Estáis encantados de fantasear con un pasado que idealizáis, aunque también tuvo luces y sombras, olvidando que lo que ha cambiado es la sociedad entera. Culpáis a los católicos distintos de vosotros del paso del tiempo. Sin querer ver que lo que ha cambiado es el mundo entero, y es en este mundo de hoy en el que hay que anunciar el evangelio. Culpáis a las parroquias, a las órdenes religiosas, a los obispos que os disgustan, al mismo Papa... Pero si os paráis a pensar, veríais que hasta en vuestras propias familias las cosas ya no son como antes... y no es culpa vuestra (ni mía). Es que el mundo es diferente. Y es en este mundo de hoy (no en otro inexistente) en el que tenemos que seguir dando a conocer a Jesucristo, y su buena noticia. Con aciertos y errores, sin duda, pero sin la soberbia de quien se cree que solo su modo es válido y que además eso le autoriza para insultar y faltar constantemente a los otros. Tenéis tres eslóganes que utilizáis, sirva o no. Os encantan las etiquetas con las que simplificáis lo complejo…
Ahora que trabajo en la reflexión del evangelio de este domingo, junto a este escrito que interpela, una compañera del curso de biblia y espiritualidad de Comillas me escribe dolida y preocupada por lo que vivió ayer un amigo suyo cuando viajaba en el tren: “Quería comentarte un tema bastante desagradable que le paso a un amigo mío ayer viajando en AVE desde Málaga a Madrid. Estaba sentado en una mesa de cuatro y tenía enfrente a un sacerdote que estaba con un móvil. Vio lo que miraba y era totalmente inapropiado y llamó a la policía y lo detuvieron en Atocha”. “Es que lo ha compartido en el chat de amigos, en el que estamos 50. Y me ha sorprendido la reacción de la gente tan anticlerical”. Me pasa las fotos y le extraña que fuera sacerdote… me pregunta qué me parece a mí.
Queda pendiente el diálogo con esta compañera que está dolida y preocupada tanto por el hecho como por la reacción tan anticlerical de su grupo de chat en el que hay más de cincuenta personas. Qué distinto es que nos persigan y calumnien por estar con los pobres, los hambrientos… o por entrar en la senda de la riqueza, la indiferencia, los opresores y la perversión.
Notas hilvanadas:
Cualquier tiempo pasado es mejor, cada generación lucha por tres”
(Lori Meyers-Punk)