Por una humanidad poco común Reunión de pastores: por lo humano del evangelio
El octavario de oración por la unidad de los cristianos vuelve a ser motivo de nuestro encuentro para compartir, celebrar, reflexionar y actuar juntos, desde nuestras iglesias vamos al mismo evangelio y escuchamos la misma llamada a la conversión hoy. La necesidad urgente de lo humano y de una ecología integral, se convierte en una llamada para seguir trabajando por la unidad en esta vía ecuménica, donde somos llamados a la unidad por todos los que sufren en el mundo, especialmente los inmigrantes, refugiados, perseguidos, excluidos.
“Nos mostraron una humanidad poco común”
Nos volvemos a encontrar las distintas iglesias cristianas de nuestra tierra. Los pastores de la iglesia ortodoxa rumana, evangélica española, bautista y católica reflexionamos juntos y nos disponemos a seguir avanzando en nuestra relación y en el deseo de ser significativos en nuestra sociedad. Nos preside en la Semana de Oración por la Unidad, un lema muy especial que nos habla de “humanidad poco común”. Un relato que refiere la acogida de Publio a los pasajeros de la nave que transportaba a Pablo a Roma, junto a los soldados y con algunos prisioneros más, tras sufrir una grave tempestad. Un relato de gran actualidad si pensamos en las travesías de los emigrantes y refugiados en busca de puerto seguro en el Mediterráneo.
Miramos el quehacer de nuestras comunidades y nos alegra ver que estamos comprometidos con los problemas que realmente afectan a nuestro momento histórico, tanto en el ámbito de lo más humano como puede ser la inmigración, la pobreza, la exclusión, por eso nos vemos vinculados a cuestiones de la comunidad rumana, de exiliados venezolanos, de acogida a los latinos y africanos, así como a personas paradas, sin hogar, adicciones, etc. Allí donde un hombre sufre, tiene miedo, le falta libertad, o siente la exclusión allí está para nosotros el eco de la Palabra de Dios y el altar de nuestras celebraciones. Del mismo modo nos duele el fuego en Australia o las sequías en África, todo lo que tiene que ver con una naturaleza esquilmada y dolorida que se convierte en foco de sufrimiento para los humanos, especialmente para los más pobres de la tierra que son, por cierto, los que menos contaminan y maltratan la creación. Al ver que tenemos las mismas preocupaciones y sentimientos, basados en la misma fe y persona de Jesús de Nazaret, entendemos que estamos llamados a seguir trabajando por la unidad de nuestras iglesias.
Hoy la unidad de nuestra fe nos pide que aportemos al mundo esa humanidad evangélica que es tan poco común en esta cultura y organización del mundo que impide que sea realmente una “una casa común”, como nos ha iluminado la encíclica Laudato si. El mismo sínodo amazónico, ha puesto en el centro de la vida de nuestra Iglesia la necesidad de volver a lo natural y a lo humano, la feliz sobriedad a la que nos invita el humanismo cristiano en el camino a la verdadera salvación. Hoy toca reconciliarnos para lograr la verdadera armonía que hace que no sólo estemos conectados sino vinculados por esa humanidad, esos sentimientos de Cristo, que nos humanizan y nos salvan. La demanda de humanidad y armonía en nuestro mundo se convierte en un grito para que nos unamos y superemos las divisiones, está claro que la unidad de nuestra fe vendrá por el camino de la preocupación común por lo humano, es en el hombre, sobre todo en el pobre y excluido donde vemos la presencia viva de lo divino.
Ojalá volvamos a la sencillez del origen y sepamos creer como los sencillos, como lo hacen nuestros pequeños en nuestras comunidades eclesiales.
Mariano Arellano (Evangélico)
Miguel Ángel Caja( Bautista)
Joan Sibur ( Ortodoxo)
José Moreno (Católico)