Sin desperdicio, para pensar y orar: Iglesia madre y maestra o hija y discípula Una homilía en pentecostés digna de estudio. Del octogenario Ricardo Cabezas.
Cada Domingo nos encontramos para tomar un café juntos y celebrar el descanso y la amistad. Ayer Jacinto nos hablaba de la homilía de Ricardo sobre Pentecostés, de la enjundia y la profundidad de la misma. Este sacerdote, ya octogenario, es referente para mí de una gran formación e inquietud intelectual en el ámbito de la teología, la Palabra y la vida. A pie en su parroquia cada día y firme en el estudio diario, ya más que jubilado pero en discipulado no hay término. Ahí permanece y así son sus frutos. Anoche antes de dormir quise entrar en su guión homilético y me pareció digno de compartirlo y de estudiarlo, de orarlo con más tiempo, como estoy haciendo en esta mañana del Rocio. Espero que sea rica para todos vosotros como un verdadero fruto del espíritu de Pentecostés que habla a la Iglesia de Hoy. Yo me siento agradecido de haber contado siempre con su amistad y su ayuda.
| Ricardo Cabezas de Herrera
1) Gn 11, 1-9 /2) Sal. 103 /3) Hech. 2, 1-11 /4) Secuencia /5) Jn. 20, 19-23
1.- Si queremos entender de modo adecuado Hech. 2, 1-11, tal vez sea necesario recordar un relato mucho más antiguo: El que hemos escuchado en la I lect.; la razón es que Hech. 2, 1-11 está construido en paralelismo antitético con Gn. 11, 1-9:
a) Un único pueblo/Muchos pueblos
- b) Una única lengua/Muchas lenguas
- c) Nadie se entiende/Todos se entienden
2.- Por esta “diversidad-unidad” aquella comunidad naciente (paradigmática para los siglos posteriores, también para el nuestro) se autocomprende, como decía san Máximo el Confesor (580-662)[1] (y recoge un gran teólogo ortodoxo contemporáneo)[2] como una comunidad “syndiairoumene”, es decir, “unida en y a través de la diversidad” por la acción del Espíritu de Jesús; y por ello
a) Vive la pluralidad-diversidad como gracia
- b) Y en ella cada uno puede “escuchar en su propia lengua” (I lect.)
- c) Permaneciendo unida en la misma fe
3.- Sin embargo (y bien lo sabemos todos) esta experiencia festiva de la libertad no siempre permaneció viva en el seno de esa “Iglesia syndiairoumene”; pues, con el paso del tiempo, comenzó a hacerse poderosa y fuerte y
- a) Creyó que ya no necesitaba al Espíritu y se autoproclamó “madre y maestra”
- b) Olvidando que ella siempre tendrá que ser “hija y discípula”
- c) Y cuando sucedió esto, al igual que aconteció en Babel,
* Terminó por imponerse una sola lengua
* ... y por no entenderse la gente entre sí
* Y se acabaron la diversidad, la libertad... la fiesta
* Y pentecostés dejó de ser “re-cord-ado”; a lo más, sólo era “memori-zado”
4.- ¿Qué puede decirnos esto hoy y aquí? ¿qué modelo de Iglesia y de comunidad parroquial nos invita a que construyamos? No lo sé; y, además, tal vez no sea demasiado fácil encontrar la respuesta adecuada; aunque, quizá, una aproximación a una respuesta podría ser lo siguiente:
4.1.- Movidos por el Espíritu tendríamos que ser una Iglesia plural
a) Lo que es posible que genere en nosotros inseguridad y desconcierto
- b) Pero la ruptura de la uniformidad enriquece la vida humana y las relaciones intraeclesiales (cf. Hech. 15, 1-31)
- c) Pero, si somos una Iglesia monolítica e inquisitorial, ¿podríamos ser “la Iglesia de Pentecostés”?
4.2.- Movidos por el Espíritu, tendríamos que ser una Iglesia abierta
- a) Capaz de superar los miedos que nos llevan a ser una Iglesia “con las puertas cerradas por miedo a...” (Jn. 20, 19)
- b) Capaz de superar los miedos que nos llevan a ser una Iglesia-refugio ante una sociedad que considera/mos enemiga
- c) Pero, si somos una Iglesia a la defensiva, incapaz de “dia-logar” y de “co-loquiar” (cf. ES, 49) con el mundo, ¿podríamos ser “la Iglesia de Pentecostés”?
4.3.- Movidos por el Espíritu, tendríamos que ser una Iglesia acogedora
- a) No sólo de aquellos que no nos generan problemas e inquietudes
- b) Sino también de aquellos otros que no piensan, ni hablan, ni actúan como a nosotros nos parece el modo correcto
- c) Porque si no somos una comunidad acogedora, por muy bien organizados que estemos, ¿cómo podríamos ser “la Iglesia de Pentecostés”?
5.- Y es que si nuestra Iglesia (nuestra comunidad parroquial) no se sitúa/no nos situamos en la sociedad de este modo, ¿podríamos ser y llamarnos la comunidad de discípulos de Jesús, que se deja llevar por el Espíritu?
6.- Tal vez, ser una Iglesia plural, abierta y acogedora, al servicio del mundo, es la misión que tenemos y que nos recuerda todos los años la fiesta de Pentecostés, que hoy estamos celebrando: Eso es quizá evangelizar
7.- Creo que, aunque sea poco a poco, hemos dado ya bastantes pasos y deseamos seguir caminando por esta senda; vamos, pues, a celebrarlo
[1] Máximo el Confesor: Myst. 2 (PG, 91, 668C-669A).
[2] Zizioulas, I. D.: El ser eclesial, Ed. Sígueme, Salamanca, 2003, 234.