Extraido de "Trama divina, hilvanes humanos" Ed. PPC El mayor poder está en el amor y en el perdón (Domingo VII)

El mayor poder está en el amor y en el perdón (Domingo VII)
El mayor poder está en el amor y en el perdón (Domingo VII) José

La imagen de una mujer que nunca olvidaré... y que me dejó su misterio de corazón tan herido como lleno de amor y perdón. Ruega por nosotros...

VII DEL TIEMPO ORDINARIO

Sed compasivos como vuestro Padre es compasivo

Algún teólogo dijo que, si se perdieran los textos evangélicos y quedara sólo la parábola del hijo pródigo, desde ahí se podría recomponer la buena noticia de Jesús. Yo me emociono leyendo este texto, es de una seducción total. Tras las bienaventuranzas, Lucas, nos habla del máximo de lo humano que es, por cierto, lo cotidiano y lo rutinario de Dios, el amor sin límites. La mejor síntesis del evangelio del Reino, la mejor definición de Jesús de Nazaret junto a la de que pasó haciendo el bien y curando a los oprimidos por el mal. Ahí entraban todos los enemigos, incluidos los que lo llevaron y ejecutaron en la cruz.

>Perdon

Evangelio: 

En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos: «A los que me escucháis os digo: amad a vuestros enemigos, haced el bien a los que os odian, bendecid a los que os maldicen, orad por los que os injurian. Al que te pegue en una mejilla preséntale la otra; al que te quite la capa déjale también la túnica. A quien te pide dale; al que se lleve lo tuyo no se lo reclames. Tratad a los demás como queréis que ellos os traten. Pues, si amáis solo a los que os aman, ¿qué mérito tenéis? También los pecadores aman a los que los aman. Y si hacéis bien solo a los que os hacen bien, ¿qué mérito tenéis? También los pecadores lo hacen. Y si prestáis solo cuando esperáis cobrar, ¿qué mérito tenéis? También los pecadores prestan a otros pecadores, con intención de cobrárselo. ¡No! Amad a vuestros enemigos, haced el bien y prestad sin esperar nada; tendréis un gran premio y seréis hijos del Altísimo, que es bueno con los malvados y desagradecidos. Sed compasivos como vuestro Padre es compasivo; no juzguéis, y no seréis juzgados; no condenéis, y no seréis condenados; perdonad, y seréis perdonados; dad, y se os dará: os verterán una medida generosa, colmada, remecida, rebosante. La medida que uséis la usarán con vosotros».(Lucas 6,27-38)

Vivir sin límites

No dejo de darle vueltas y de orar de vez en cuando teniendo presente este hecho de vida tan cargado de muerte. Alumna en la escuela diocesana de teología, sencilla, cercana, materna, de mirada confiada pero marcada por el dolor. No sé cómo llegó allí, quizás empujada por el sufrimiento y la pregunta. Madre de dos hijos, había vivido un calvario. Uno de sus hijos, en un ataque no saben de qué, acuchilló a su hermano y la madre, que se puso en medio, también quedó muy malherida. Ella en el hospital, un hijo muerto y el otro en la cárcel, ¿puede haber mayor dolor? Sus padres eran personas de fe inquebrantable y ella la había heredado. Salvó su vida con señales de muerte en su propio cuerpo, después ha fallecido posiblemente como consecuencia de aquello.

 Cuando yo la conocí y compartió conmigo su dolor, la descubrí en un misterio de cruz asumido. Mantenía relación con su hijo en la cárcel, lo cuidaba, deseaba su recuperación personal y humana y favorecía todo lo que podía.

En la angustia se había acercado más a la Iglesia y buscaba el consuelo y la esperanza. El evangelio y la fe en la resurrección alimentaba su perdón y su deseo de paz y armonía. En ella se había sobrepasado el límite de su propia vida y su propia persona, era capaz de amar más allá de la muerte.

He visto después, como se producían encuentro de víctimas y victimarios, recuerdo como una madre de un asesinado por Eta, favoreció su encuentro con el asesino y cómo se estableció un nudo de relación que sólo fue posible por el perdón gratuito de esa madre, ante la actitud de reconocimiento del mal por parte del “enemigo”. Pero siempre me ha quedado el misterio del encuentro de esta madre con su hijo en la cárcel, tras la muerte del otro a manos de su hermano. Qué contradicción de dolor y emociones.

El crucificado con rostro de hijo y también en ese caso el verdugo. Abrazar a Dios para poder vivir y aceptar ese dolor y no perder la esperanza. Sólo el amor de Dios puede ser ilimitado y puede habitarnos para tener ese poder que tenía esta madre. Me admiraba la conversación sobre su hijo y lo que podría ayudarle a liberarse del mal, a recuperar una vida normal. Me impresionaba cuando volvía a acogerlo en su casa en las primeras salidas de la cárcel, volvía a rodearlo de cuidados y ternura. Misterio de amor sin límites en el dolor sin perder la esperanza. No sé lo que captaría y entendería de mis explicaciones teológicas, pero ella para mí era un testimonio de ese poder de Dios que traspasa todos los límites en la experiencia del perdón y la compasión. La Iglesia de Jesús tiene este poder de la compasión gratuita del perdón y ha sido enviada al mundo para llevar la gracia.

La mayor libertad

Nadie tiene más amor que el que da la vida por los que ama. La acción gratuita que nace del amor es la única que hace posible el perdón y da fuerza para querer incluso al que no me quiere o me quiere mal.

Esta sentencia cristológica nace de la relación profunda de Jesús con el Padre. Es en la intimidad de una comunicación viva con la trascendencia, donde el obrero de Nazaret va descubriendo la clave de la compasión más radical. Dios se revela como fundamento de todo lo creado y lo sostiene, más allá de cómo sea la respuesta de las criaturas para con el creador. La voluntad generosa de Dios se renueva día a día en el quehacer de la existencia de todos, él hace amanecer y salir su sol para buenos y malos, envía la lluvia para justos e injustos, da sus bienes para toda la humanidad. Su acción no está determinada por presupuestos previos de nuestra moral y nuestra ética. Su oficio de parentesco vital, como madre y padre, se refleja en todos los detalles de ternura que nos cubren en lo cotidiano del vivir y del sentir. A todos les llega la gracia y la bondad de la vida para poder vivir en el agradecimiento, en la gracia.

Jesús experimenta la universal gracia que viene de los cielos y se deja configurar por ella. Se entiende a sí mismo como don que trae la sanación y la salvación al mundo entero. Él no ha venido a juzgar sino a salvar y liberar. Sabe cuál es la voluntad del Padre y quiere que se haga en él, no está dispuesto a perder ninguno de los que le han sido dado, por eso se muestra abierto a las necesidades y peticiones sin mirar de quién vienen y se esmera en los que están más rotos y excluidos. Y como máximum de su donación está su ofrenda en la cruz y su perdón para todos los que están acabando con su vida, pide el perdón de los ignorantes de la gracia, de los que lo crucifican, y tras perdonar, vaciado de sí mismo sin nada propio, se pone en manos del Padre.

Sólo el hombre que se hace consciente y experimenta la gratuidad divina, hecha compasión y perdón radical, puede entrar en su camino de salvación y ser compasivo con los otros llegando al perdón radical.

El modo de ser cristiano y estar en el mundo, desde la gracia, se muestra como el mayor testimonio de libertad humana. Poder dar la vida hasta por los que la quitan es la mayor expresión del poder de una persona sobre ella misma. Sólo los que se poseen con propiedad, por haber sido amados en extremo, pueden dar su vida gratuitamente, pueden ser enteramente libres. La iglesia está llamada a ser portadora de esta libertad divina que se muestra en la donación generosa de lo humano, sin pedir cuentas ni nada a cambio. Nada más lejos del haber y del debe, de la apropiación y la exigencia, del proselitismo y la exclusión.

El camino del evangelio, el quehacer pastoral de las comunidades cristianas, tienen en medio de nuestro mundo el reto de avanzar por los procesos que conceden la libertad y educan en el agradecimiento profundo de una compasión que diariamente nos sostiene y nos capacita para la fraternidad sin precio ni marketing. No hay duda de que para ser libres nos liberó Cristo, como nos anuncia San Pablo.

Notas hilvanadas

Por ti

“Has perdido tu tiempo por mis ilusiones y cambiaste llorar por luchar en mi nombre, por buscare un lugar donde fuera valiente para ser feliz conmigo mismo”

(El canto del loco-Por ti)

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