Dadle vosotros de comer Los migrantes, atletas de lo humano, otros olimpos

Los migrantes, atletas de lo humano, otros olimpos
Los migrantes, atletas de lo humano, otros olimpos Jose Moreno Losada

El domingo nos invita adentrarnos en un evangelio de compasión y y compromiso con la justicia a favor de los que viven en la necesidad, la debilidad y la búsqueda deseperada de la esperanza. Cuando vemos a tantos atletas que compiten deportivamente por logros con su propio su cuerpo , junto a otros, en coordinación, hago memoria evangélica con aquellos que son refugiados, huídos de la violencia y sobre todo aquellos, que vienen dolidos por la necesidad y la pobreza de los suyos, desesperados buscando la esperanza de un futuro de vida, con una  lucha sin límites. La olimpiada de los migrantes y sus orillas.

MIGRANTES, REFUGIADOS Y OLIMPIADAS

A la hora de salir para celebrar la eucaristía en la Parroquia de Guadalupe, veo unos minutos del comienzo de la inauguración de las olimpiadas. Se atisba que va a ser un espectáculo único e inolvidable, grandioso, universal, que marcará un antes y un después. De todos los detalles me emociona el barco que desfila en segundo lugar, tras la original olímpica de Grecia, que va con un pequeño grupo de refugiados y después Afganistán, con bandera antigua, no reconocidos por los mandatarios actuales y rompedores con la abanderada que es una mujer. Ya me dan motivo para profundizar y comenzar a pensar en estos días al hilo de las olimpiadas y las claves de lo humano, lo que se refiere a dignidad y justicia. Para mí también claves evangélicas y cristianas.

Olimpiadas en Europa, esa región con raíces de identidad humano y cristianas. ¿Estarán los que no cuentan? Cuando regreso a casa al final de la noche, observo que entre los olímpicos que llevan la antorcha se suman los de la paraolimpiada, deportistas con sus piernas metálicas y con ritmo de vencedores y de alegría, competidores de la vida.

Traigo a la memoria jóvenes migrantes que he conocido en Madrid recientemente, algunos con sus historias escritas en libros sencillos a pie de mar, de tierra, de dolor, de esclavitud. Muchos de ellos han tardado años en llegar a la orilla nuestra, la de sus sueños de supervivencia y salvación, viendo incluso morir a seres queridos con los que compartían el camino en desiertos y pateras. Los considero los más olímpicos de todos los olímpicos y deseo que estos juegos ojalá sirvan para reflexionar sobre el sentido profundo de lo humano y del sentido de la vida. Ojalá pasen del espectáculo a la reflexión de lo ético y de la bondad de lo humano.

En París  estarán de muchos países, aunque algunos no contarán, quizá los más pobres del mundo, serán jóvenes con sueños e ilusiones, se relacionarán en condiciones de igualdad, usarán las mismas dependencias –me alegraba ver a Nadal y Alcaraz- como unos de tantos- comerán lo mismo, lucharán con todas sus fuerzas, y saldrán felices por lo vivido y convivido, aunque no lleguen a las medallas. Decía ayer una madre de un atleta que el premio y el gozo ya era el poder estar allí y vivir lo que estaban viviendo.

Yo rezo, así como lo digo, para que la olimpiada lo sea de paz y de justicia, ojalá se siembren las reflexiones más vivas de los que son más luchadores en este momento de la historia, los que arriesgan su vida y la exponen buscando vivir y poder ser para los demás. Premio para todos los migrantes de corazón limpio y arriesgado. Os admiro y, a veces, me avergüenza escuchar vuestros relatos de caminos heridos y fracasados para llegar a un lugar donde cuestionamos vuestra presencia con ideologías de radicalidad y de seguridad.

José Moreno Losada

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