La explosión social en Chile ha obligado a hacer distinciones entre los actores. Esto ha llevado preguntarse: “dónde está la Iglesia” Los cristianos... ¿dónde están?
Sea lo que sea, para los cristianos es la hora de la acción. De esta, a la vez, puede hablarse en dos sentidos. Una, la acción de arriba hacia abajo; y, otra, la de abajo hacia arriba
La situación es en Chile es grave.
La explosión social en Chile ha obligado a hacer distinciones entre los actores. Esto ha llevado preguntarse: “dónde está la Iglesia”. Atiendo a este reclamo. Si por Iglesia se entiende la institución eclesiástica, habrá que acudir al portal iglesia.cl.. No han faltado declaraciones. Convendría, además, remontarse al año 2012 para encontrar el vaticinio episcopal de la tragedia en la que estamos.
Pero la Iglesia no son los obispos. Lo son solo en cuanto bautizados. Los cristianos y las cristianas constituyen la Iglesia, y lo hacen cuando practican el amor con que ha sido amados. Así las cosas, la pregunta mejor es “dónde están los cristianos”. Respuesta: siempre es difícil saberlo. Primero, porque Jesús les mandó a sus discípulos no cacarear sus buenas obras. Segundo, porque muchas de las iniciativas de los cristianos y comunidades de lucha por la justicia, solidaridad y amor al prójimo no salen en la televisión y otros medios.
Sea lo que sea, para los cristianos es la hora de la acción. De esta, a la vez, puede hablarse en dos sentidos. Una, la acción de arriba hacia abajo; y, otra, la de abajo hacia arriba.
La acción de arriba hacia abajo es la de los cristianos que gobiernan el país y la de los que tienen responsabilidad en las decisiones empresariales, por ejemplo. Muchos de ellos son culpables de la destrucción del país en curso. Han profitado de una legalidad injusta. Tienen, por esto, más culpa que los “descartados” (Papa Francisco) que rompen semáforos y saquean sus supermercados. Pero ellos, no obstante su “pecado”, deben hoy imperiosamente usar su poder político y económico para contribuir a levantar el país. Los políticos debieran reemplazar el régimen económico y político liberal por uno democrático que garantice a los ciudadanos derechos sociales y posibilidades reales de invocarlos. Los empresarios, y los potentados en general, en vez de sabotear esta posibilidad, como lo han hecho los últimos 40 años, debieran secundarla. No basta con que paguen sueldos justos, es decir, no regulados solo por el mercado. Hacerlo puede constituir, en estos momentos, una buena estrategia para salvar el tipo de sociedad que los privilegia.
La acción cristiana también debiera practicarse de abajo hacia arriba. No se está en cero. Se lo hace. Pero urge actuar con más prontitud y mayor generosidad. La acción cristiana desde abajo puede ser personal o comunitaria. Es personal, cuando consiste en tratar con justicia a los empleados y cuando se acude a socorrer a quienes lo están pasando mal, como son los que se han quedado sin trabajo (son muchos, serán más). La acción cristiana comunitaria, por otra parte, es la que realizan las parroquias, las comunidades de base, los movimientos cristianos y muchas otras asociaciones de Iglesia. En estos momentos urge detectar las necesidades. Es importante ofrecer una ayuda a los que más lo necesitan. Se dice que la demanda de ayuda en las comunidades de base se ha triplicado. A efecto de satisfacer estas necesidades, será necesario un trabajo de recolección de recursos: canastas de las ofrendas, bingos, cenas solidarias, rifas y otras iniciativas. Esperamos que no llegue a ser indispensable parar ollas comunes, pero no debiera descartárselo.
Sea desde abajo, sea desde arriba, los cristianos por igual debieran pasar a la acción en otros planos. Han de ser agentes de paz. No será esta la primera vez que puedan recurrir a la no-violencia activa. Lo hicieron, no sin tremendos riesgos, los integrantes del Movimiento contra la Tortura Sebastián Acevedo. En cualquier caso, pueden ser pacíficos en su modo de expresarse, evitando descalificar a las personas o insultarlas como lo hacen los trolls en las redes sociales. Esta, además, es una ocasión para educar a los hijos en el valor de la democracia. ¿Podrán vacunarlos contra el virus del individualismo y la bacteria de la codicia, padre y madre del capitalismo que empuja al género humana barranco abajo? Es esta una oportunidad única para que las nuevas generaciones aprendan a hacerse cargo de su país.