David López Royo Buscando un país: la tierra prometida
Nos estamos acostumbrando al atropello premeditado que está sufriendo Ucrania como nos acostumbramos al conflicto de Siria ¿Quién lo recuerda? Ni siquiera aparece en los medios de comunicación que son los que pueden terminar marcando la existencia o no de un conflicto. Si no hay ningún medio que lo cuente, el conflicto significa que, prácticamente, no existe. Si Siria ha desaparecido de nuestras mentes y Ucrania también lleva el mismo camino, pensemos en la infinidad de territorios en el mundo donde existen pequeños y medianos conflictos que están obligando a sus habitantes a huir poniéndose en manos de mafias e indeseables que actúan sin escrúpulos convirtiendo en esclavos a las personas que se ponen en sus manos para poder alcanzar la tierra prometida. Una tierra que los aleje del dolor y sufrimiento.
Hay millones de personas que están buscando un país, porque el suyo, en el que nacieron, casi no existe, dado que la guerra y los conflictos que tienen que soportar los han convertido en lugares en los que no es posible vivir.
Salen del terror para llegar a no saben dónde. La gran mayoría alcanza la anhelada tierra prometida, Europa, Canadá o Estados Unidos. El hambre de poder alimentarse adecuadamente se transforma en el hambre de poder encontrar el equilibrio de vida que su país de origen no les ha permitido saciar. Tienen el sueño de llegar al lugar que muchos compatriotas que les precedieron les han relatado. Tienen el sueño de moverse con libertad por las ciudades y calles de lo que lo que GoogleMap les ha permitido conocer. Tienen el sueño de tener una nueva oportunidad. Tienen el sueño de convertirse en ciudadanos de un país que no es el suyo.
Llegan a Europa y poco a poco se van asentando. Pero llegan a una Europa envejecida y, desgraciadamente, llena de problemas. Los Países que forman el club de la Unión Europea están afectados por el envejecimiento y la problemática política existente en el conjunto general de lo que llamamos Europa en sentido amplio.
Cada país de la Unión Europea vive su propia realidad económica, social, migratoria, religiosa, laboral y política, así que todos estos ámbitos afectan de manera diferente a los países que configuran el club de los veintisiete y, desgraciadamente, los responsables políticos, a duras penas se ponen de acuerdo en los temas que deberían ser esenciales para que no se rompa. La Unión Europea está en peligro. Los nacionalismos, los populismos y la falta de lideres con ambición de construir una Europa solvente anclada en los valores que la impulsaron son los mayores enemigos de que verdaderamente se pueda sostener en el tiempo.
Los ciudadanos europeos nos tapamos los ojos y, todavía, seguimos pensando que somos el ombligo del mundo; pero en realidad somos un territorio envejecido que, además, para nuestra propia supervivencia precisamos mano de obra procedente de países terceros. La triste realidad es que la integración de la emigración que llega al territorio europeo vive una vida paralela culturalmente, lo cual es lógico y comprensible, y aunque han tenido que huir de sus respectivos países de origen siguen identificándose con el territorio que los vio nacer, siguen amando y añorando su tierra y sus costumbres.
Han llegado a la tierra prometida; pero es un lugar desconocido y nada se parece a la tierra que tuvieron que dejar y a la que nunca renunciarán dado que en ella comenzaron a dar sus primeros pasos. Esto nos ocurre a todos aquellos que, por diversas circunstancias, tuvimos que dejar nuestro país, bien por un tiempo bien por toda una vida.
Ante lo desconocido es normal y justo que formen sus propios círculos de vida. Viven físicamente en el país de acogida, pero lo hacen en espacios afines a su idiosincrasia cultural. La interrelación y la integración no es algo que se pueda conseguir de la noche a la mañana. La esperanza está en los hijos que puedan tener, dado que éstos aprenderán y se socializarán en el sistema educativo del país que les está dando una nueva oportunidad alejada de los conflictos que asolaban sus vidas. Los políticos creen que todo se normalizará de esta manera; pero saben que esto no es cierto.
El desarrollo cultural es un proceso y como tal tiene infinidad de variables que no se anulan con el sistema educativo normalizado, y menos mal que no es de esta manera, dado que podría convertir al poder político en la dictadura de la mentalización educativa haciendo que perdiera la libertad que todo proceso educativo y democrático debe tener. Se trata de variables de carácter existencial que están ligadas a los propios genes culturales y biológicos de quienes proceden de países y culturas diferentes a la nuestra.
Si a todo lo anterior añadimos que en la tierra de acogida aparecen populismos y nacionalismos nos encontramos ante un panorama complicado, dado que la tierra de acogida, la tierra prometida para ellos también puede comenzar a romperse, lo cual les generará, todavía, más la sensación de que no pueden renunciar al sentido patrio que tienen con respecto a su país de nacimiento.
Nuestros responsables políticos no sé si son conscientes o no de lo que están organizando; pero los ciudadanos europeos, envejecidos en la gran mayoría, deberíamos decirles que su forma de proceder no es la adecuada y no corresponde con lo que los padres de la Unión Europea soñaron. Por esta razón debemos elegir representantes que crean en Europa y en los países de los que proceden, y que no miren hacia otro lado cuando cualquier país que forma el Club de los 27 comience a romperse. La primera ruptura que se realice será el presagio de la destrucción de Europa.
Por el bien de Europa y por el bien de todas las personas que llegan a nuestros países huyendo de la pobreza y de la guerra no podemos autodestruirnos. No nos lo merecemos ni la población europea envejecida ni tampoco los que llegan, dado que son la única esperanza de que nos puedan rejuvenecer.
La tierra prometida la tenemos que construir entre todos y no es patrimonio exclusivo de los políticos. España es tierra prometida para miles y miles de personas que han llegado huyendo de conflictos de todo tipo. España tiene una Constitución y un proceder democrático que no pueden ser rotulados sin la participación directa de toda la población que vive en el Reino de España. Es incumbencia de cada uno de nosotros el proceder, si es el caso, a una modificación de la Constitución, dado que es la Norma de las Normas y todo el Ordenamiento Jurídico tiene que ser interpretado a la luz de la Carta Magna; pero no se puede permitir que el poder político monopolice algo que nos pertenece al conjunto de los españoles y en este conjunto hay ya muchos que son hijos de personas que llegaron a la tierra prometida buscando un lugar pacífico y con oportunidades.
Si es verdad que los españoles, en su conjunto, estamos insatisfechos con la España que aparece en nuestra Constitución, expresémonos democráticamente en las urnas, y comencemos un proceso constituyente de cambio de la Constitución y, por tanto, de país. Sin embargo, si esto es solamente el objetivo ideológico de unos pocos políticos que están intentando cambiar, por la puerta de atrás, nuestra organización territorial y, consiguientemente, nuestra identidad de país, pongamos límites a sus intenciones manifestándonos en las urnas, no se puede permitir un cambio sin nuestra participación directa.
Si lo anterior no lo hacemos la pregunta que cabe hacerse es ¿a qué tierra prometida vienen los que están huyendo de los conflictos bélicos y de la pobreza extrema, y de las dictaduras seudodemocráticas?