Aprendiendo de las Mujeres Araña, Uru Warmi, en la Amazonía Ecuatoriana Creación y encarnación, un solo misterio
En el taller de las mujeres tejedoras, Mujeres Araña, Uru Warmi, una señora me dijo que cuando ella teje el barro se sumerge en él. Pensé entonces en la creación, Dios que teje el barro del universo, sumergiéndose todo en él, respirando por él, siendo vida de todo lo que vive, nunca desde fuera, siempre desde dentro. La creación y la encarnación son un solo misterio.
| Jairo Alberto Franco Uribe
En el taller de las mujeres tejedoras, Mujeres Araña, Uru Warmi, una señora me dijo que cuando ella teje el barro se sumerge en él y que se siente dentro de él; y siguió diciéndome que el barro necesita no tanto manos sino alma y que ella toda, hundida en él, le da aliento y belleza a la tierra que amasa. Pensé entonces en la creación, Dios que teje el barro del universo, sumergiéndose todo en él, respirando por él, siendo vida de todo lo que vive, nunca desde fuera, siempre desde dentro. La creación y la encarnación son un solo misterio, todo es amor.
La misma señora me dijo que al barro había que trabajarlo despacito y con cariño; porque es frágil y se rompe y porque lo bueno no tiene prisa y sí mucha paciencia. Así trabaja Dios, despacito y con cariño, desde el Big Bang hasta la eternidad tejiendo su obra, temblando en sus hechuras, débil por amor como la arcilla entre sus manos, arrodillado dentro de las cosas, poniendo sueños hasta en el corazón de las piedras.
Y me puse también yo a tejer el barro, quería practicar el arte que la señora me explicaba; mientras hacía mi vasija, tenía miedo de que se me rompiera, era demasiado frágil y blanda todavía; entonces la maestra me animó a confiar en lo que iba saliendo de mis manos; me hacía saber que así no pareciera mi obra se iba a endurecer y estaría bien. Así también Dios, cree en este barro que somos, barro en el amor, no tiene miedo al caos, a lo aleatorio, a los imprevistos, al error; confía y está siempre esperanzado, se ríe y se sorprende de los saltos y cabriolas de la vida.
Como la señora que me enseñaba, también yo me sumergí en el barro, y en el silencio, mientras trabajaba, no sabía si mi corazón latía en mi pecho o dentro de la tierra que amasaba, y noté también que esa tierra se había vuelto tibia como mi carne; es que tejía mi vasija para regalarla, la hacía para que fuera mi presente, la quería dar para darme en ella y desde ella amar a los que la recibieran. Así Dios al crear y al tejer el barro, modelándo su obra, no hace otra cosa que su propia carne, la carne desde la que nos ama, porque no sabe ser solo y lejano, es Emanuel con nosotros, nos toca y lo tocamos.
Gracias a mi maestra del barro, que me enseñó sobre Dios y su creación. Ella es parte de las Mujeres Araña ,Uru Warmi, un proyecto del Vicariato Apostólico del El Puyo, en la misión de San José de Canelos, Amazonía, Ecuador.