Moldear culturalmente la Iglesia local (1ª parte)

“Necesitamos que los pueblos originarios moldeen culturalmente las Iglesias locales amazónicas”. Desde que el Papa Francisco pronunció estas palabras en el coliseo Madre de Dios de Puerto Maldonado, son como una persistente melodía que me acompaña en viajes, trabajos, conversaciones, reflexión y hasta en la ducha. Forman una consigna que guarda en sí toda una potencialidad de situar y fecundar la tarea misionera en la que estamos embarcados. Me propongo desplegarla para apreciar en toda su riqueza de matices la sugerente llamada que contiene.


QUÉ ES CULTURA

La idea de cultura que el Papa maneja se acerca probablemente al concepto de la UNESCO: “el conjunto de los rasgos distintivos espirituales y materiales, intelectuales y afectivos que caracterizan a una sociedad o a un grupo social y que abarca, además de las artes y las letras, los modos de vida, las maneras de vivir juntos, los sistemas de valores, las tradiciones y las creencias". Es decir, un “todo complejo que incluye el conocimiento, las creencias, el arte, la moral, el derecho, las costumbres, y cualesquiera otros hábitos y capacidades adquiridos por el hombre” (Tylor). Una manera peculiar de vivir como ser humano, “un todo comprensible solo en sus propios términos que constituye una suerte de matriz que da sentido a la actuación de los individuos en una sociedad” (Ruth Benedict), un sistema simbólico (Clifort Geertz) que incluye todos los aspectos de la vida de una persona en una sociedad.

Dirigiéndose a los pueblos amazónicos, el Papa precisó que cultura no es “una idealización de un estado natural ni tampoco una especie de museo de un estilo de vida de antaño”. Él habló de cosmovisión, de sabiduría que “pone en contacto con lo trascendente y (…) hace descubrir lo esencial de la vida”. Espiritualidad, por tanto. El carácter propio de un pueblo, su bagaje, sus mitos, sus conocimientos ancestrales, su idioma, su territorio, sus símbolos… Y pidió “cuidado para no dejarnos atrapar por colonialismos ideológicos disfrazados de progreso que poco a poco ingresan dilapidando identidades culturales”.


COORDENADAS DE LA INCULTURACIÓN

Para no caer en el colonialismo religioso de otras épocas, Francisco invitó a moldear las iglesias locales amazónicas “culturalmente”. La categoría clásica de inculturación es así matizada y esclarecida con este lenguaje propio de la alfarería. Vale la pena colocarla en sus coordenadas para entender el pedido del Papa.

- El paradigma de la inculturación, su correlato teológico, es la kénosis, el “vaciamiento” de Jesús descrito en Fil 2, 5-8: Cristo se despojó de su condición divina y se hizo uno de tantos, actuando como un hombre cualquiera y sometiéndose a todas las limitaciones humanas, incluso la muerte. Si quiere ser inculturada, la Iglesia ha de “dejar de ser” en buena medida la que es, para “ser otra”. Es decir, sin renunciar a su identidad, está llamada recrear a sus formas, y por tanto a cambiar.

- La dinámica de la inculturación y su carácter misterioso lo encontramos en la parábola de la semilla que crece por sí misma (Mt 4, 26-32). Se trata de un proceso al estilo del Reino: lento, pequeño y aparentemente insignificante, pero con la imparable fuerza de vida que contiene la semilla sembrada en la tierra. El modelaje de la Iglesia inculturada solo podrá ser auténtico si se verifica en las entrañas de la realidad, con los ritmos de la gente de abajo y la lógica de la debilidad en la que Dios elige acompañar a su pueblo.


MOLDEAR

Moldear significa dar forma a algo a partir de un material, como hace el escultor con la arcilla. La materia prima es el Evangelio, pero nunca se transmite “puro” o “en esencia”, siempre está inculturado. La experiencia original es la de Jesús, que vivió y expresó su relación con Dios con las categorías de su cultura hebrea, utilizó la palaba abbá para llamarlo, y así lo recibimos en primer lugar. Los misioneros lo comunican inculturado por segunda vez en los moldes de la filosofía grecorromana, con todas las adherencias y elementos incorporados en más de dos mil años de teología, pastoral y vida de la Iglesia occidental. Todo ese bagaje se mezcla con las semillas del Verbo presentes desde siempre en cada cultura, y esa amalgama es la que se trabaja.

Moldear es un proceso artesanal, lento y laborioso, que acontece en el interior de la tierra, con cautela y delicadeza, ensayando, aceptando los riesgos y corrigiendo los errores. La originalidad que captamos en el Evangelio, junto con toda esa arcilla, se irá componiendo, combinándose, ordenándose, y así irá tendiendo a la forma que sintonice con la cultura. Los artistas irán poco a poco encontrando o creando las expresiones, los símbolos, los valores, los ritos, los sentimientos… que en el universo cultural sean significativos porque ayudan a vivir hoy, en ese contexto concreto, como vivió Jesús en su época y permiten de ese modo ser Iglesia con fidelidad creativa, la misma Iglesia vieja y nueva.

Moldear implica que el seguimiento de Jesús se vive con los códigos y los valores de una cosmovisión, una sabiduría y una espiritualidad propias de una cultura y a la vez genuinamente cristianas. No puede ser solo una traducción o una elaboración meramente cosmética, como enseñar a los indígenas cantos en español o colocarle al sacerdote una corona con plumas; debe ser un proceso más profundo, en el que, en palabras del Papa, “cada cultura y cada cosmovisión que recibe el Evangelio enriquece a la Iglesia con la visión de una nueva faceta del rostro de Cristo”, y al mismo tiempo el Evangelio es regalado “como novedad a todos los pueblos de manera que cada uno, desde su propia identidad, se sienta autoafirmado en Él”.


César L. Caro
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