Cuando uno piensa en los que, sin visitar el campo, dictan normas y leyes que los campesinos deberán cumplir, viene al cabeza aquel dicho: “Aquel que no cuenta con el saber (en este caso: el conocimiento del monte y su comportamiento fruto de experiencias milenarias) de los afectados por lo que va a hacer hará cosas innecesarias e inútiles, cuando no perjudiciales y contraproducentes para lo que pretende”. Para detectar el poso del alma rural hay que ver, observar, contemplar y dejarse enseñar por ellos. Para esto hay que saber y admitir que los rurales tienen cosas que enseñar que expresan con palabras claras ideas precisas y justas. También se da el caso de que el legislador sepa lo que convendría hacer pero tiene que defender unos intereses que no son los del mundo rural.