El tiempo ha derribado el portalón con cerro de herrero del viejo caserón y silenció las llamadas contestadas desde el alto de la escalera. Me asomé al vano y las preguntas regresaron todas vacías. Mis miradas, pugna con un tiempo aniquilado, se tornaron gritos arrojados al vacío. Una hoja desde allá dentro me miró por una ventana como un ojo verde. El silencio que llegaba desde más allá de los muros y las habitaciones vacías, era las voces de la muerte que había apagado el fuego y vaciado el caseron.