La vida, un precipitado de...

Eternos compañeros de viaje, los recuerdos, dulces o amargos, de experiencias enriquecedoras, y otras, con raíces en lo hondo del miedo que agrian viejas ilusiones, ondean en los rescoldos de la memoria al atardecer como el ropaje de los ahogados en la playa y rebotan en nuestra memoria como nuestros pasos sobre las piedras de la calzada una noche silenciosa.  La vida, alcancía de lo que fuimos y lo que, en sueños, seremos, es como un precipitado de pequeños y grandes misterios, de pacíficas y violentas melodías.

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