El obispo electo de Tui-Vigo toma posesión el 20 de julio en la catedral de Tui Antonio Valín: "Sigo siendo un creyente que quiere vivir como discípulo en el día a día"
Un sacerdote que intenta vivir en el día a día el evangelio anunciado por Jesús de Nazaret y que, además, no teme la corrección fraterna. Así se define, en entrevista con Religión Digital, Antonio Valín, quien sale de la diócesis que le vio nacer y donde empezó su servicio ministerial, la de Mondoñedo-Ferrol, para ir a la de Tui-Vigo, de donde fue nombrado obispo el pasado 25 de mayo, para seguir siendo "un hermano en el camino de la fe"
"Tenemos que volver siempre a lo primordial del plan de Dios para ser cada vez más como Él quiere, y eso nos llevará a superar diferencias y a buscar lo que nos une; nos obligará a acoger y a escuchar e ir a lo fundamental. ¿Acaso no es este un momento hermoso y apasionante?"
"No temo a la corrección fraterna, hecha desde el amor, el respeto y la sinceridad. El obispo viene a una Iglesia concreta, con su historia y ahí, se pone a caminar con ella, todos juntos. En ese camino habrá visiones distintas, errores, y es normal compartirlos cara a cara, como hermanos, y desde ahí, buscar soluciones"
"Irme para Tui-Vigo supone un cambio por lo que hasta ahora me ha configurado; aquí queda mi familia, muchos amigos, la diócesis en la que crecí y en la que recibí la fe y fui caminando como discípulo del Señor, mis raíces… ahora se abre una nueva etapa donde todo lo vivido, que forma parte de mí me va acompañar y aquí, en la nueva diócesis, lo viviré igual"
"No temo a la corrección fraterna, hecha desde el amor, el respeto y la sinceridad. El obispo viene a una Iglesia concreta, con su historia y ahí, se pone a caminar con ella, todos juntos. En ese camino habrá visiones distintas, errores, y es normal compartirlos cara a cara, como hermanos, y desde ahí, buscar soluciones"
"Irme para Tui-Vigo supone un cambio por lo que hasta ahora me ha configurado; aquí queda mi familia, muchos amigos, la diócesis en la que crecí y en la que recibí la fe y fui caminando como discípulo del Señor, mis raíces… ahora se abre una nueva etapa donde todo lo vivido, que forma parte de mí me va acompañar y aquí, en la nueva diócesis, lo viviré igual"
Un sacerdote que intenta vivir en el día a día el evangelio anunciado por Jesús de Nazaret y que, además, no teme la corrección fraterna. Así se define, en entrevista con Religión Digital, Antonio Valín, quien sale de la diócesis que le vio nacer y donde empezó su servicio ministerial, la de Mondoñedo-Ferrol, para ir a la de Tui-Vigo, de donde fue nombrado obispo el pasado 25 de mayo, para seguir siendo "un hermano en el camino de la fe".
El sábado, 20 de julio, a las 11:00 horas, en la catedral de Tui, recibirá la ordenación episcopal. A esa nueva geografía humana y espiritual llega dispuesto a "aprender a ser obispo-pastor, con fuerte olor a oveja", pero convencido de que "lo compartido como cura de pueblo" durante tantos años "me va a ayudar".
Quisiera empezar citándole en su primer saludo a sus nuevos diocesanos: “Quiero compartir lo que yo soy, mis ilusiones, esperanzas, la alegría de la fe y la pasión por el Evangelio y el Reino del Señor…”. Así pues, ¿quién es Antonio Valín, el nuevo obispo de Tui-Vigo?
Un sacerdote, que intenta vivir en el día a día el evangelio anunciado por Jesús de Nazaret. Lo hago con la gente con la que vivo en estas parroquias, en las clases con los muchachos, en los encuentros y en cada situación que me toca afrontar. Nada especial, desde lo cotidiano, lo de cada día, intentar vivir como seguidor del Nazareno.
¿Cuáles son esas ilusiones que quiere compartir con la diócesis que ahora le acoge?
En primer lugar, la ilusión de formar parte de la Iglesia junto con otras personas; la ilusión de compartir cada momento con estas personas, juntos, intentando comprometernos en la realidad que nos toque vivir. También la ilusión de “las cosas pequeñas” que hacen de cada día algo único y distinto. Si miramos a nuestro alrededor descubrimos muchos detalles, mucho bueno y muchas personas que hacen del día a día, algo fascinante.
La ilusión del esfuerzo compartido que nos hace dar pequeños pasos para cambiar la realidad, y creer que eso es así, que se puede cambiar y ser distinta. Jesús nos dice que el Reino ya está entre nosotros, no podemos dejar de ilusionarnos, y no podemos perder las ilusiones…
¿En qué y en quién deposita sus esperanzas?
Hay dos pilares fundamentales donde fundamento mis esperanzas: en Dios, comunidad, y en cada persona creada a “imagen y semejanza” de ese Dios. Que Dios esté siempre a nuestro lado es una buena razón para seguir adelante, incluso en las dificultades diarias. Siempre hay esperanza, porque Él es esperanza, y abre caminos nuevos.
Ese Dios también está en cada uno y ha dejado su “grano” en cada persona, un grano que crece sin que nos demos cuenta y que dará fruto (lo leíamos hace unos días en el Evangelio). Es cierto que esto supone un ejercicio de aprender a mirar la realidad y a nosotros como lo hace Dios, mirar desde lo profundo que nos lleva a confiar siempre en el Sembrador: somos su obra y Él sigue, en nosotros y con nosotros, modelando su obra. Esta mirada nos hace implicarnos en nuestro papel de creaturas, que hace de cada uno tierra en la que germine ese grano.
¿De dónde le nace la alegría de la fe y la pasión por el Evangelio y el Reino del Señor?
Del encuentro personal con ese Jesús, con su palabra y con su obra. Lo que dice y hace es fascinante, y va cambiando el corazón y las expectativas. Todo nace de ahí, y desde ese encuentro viene todo lo demás. También de ver cómo esa experiencia se hace realidad en otras personas, que en lo cotidiano viven la fe, el Evangelio y el Reino con alegría.
Uno empieza a ser cristiano no por una idea o decisión ética, sino a partir del encuentro con un acontecimiento, con una Persona que da un sentido nuevo a la vida y una orientación, como nos decía Benedicto XVI, y esa es la razón de la fe, la pasión por el Evangelio y por el Reino.
Cada momento en la historia es único; a veces, añoramos tiempos pasados, momentos que nos llevan a una realidad que ya no existe. Este es nuestro momento y creo que es hermoso y fascinante. Es cierto que al mirar la realidad eclesial y social nos puede dar algo de vértigo y cuestionar esa afirmación
Habla también de que es “un momento hermoso y apasionante”. Mire por donde se mire, tanto a la Iglesia como al mundo, que comparten ruido interno, desconfianza mutua y polarización entre hermanos, ¿en dónde encuentra usted esa belleza y pasión?
Cada momento en la historia es único; a veces, añoramos tiempos pasados, momentos que nos llevan a una realidad que ya no existe. Este es nuestro momento y creo que es hermoso y fascinante. Es cierto que al mirar la realidad eclesial y social nos puede dar algo de vértigo y cuestionar esa afirmación. Pero en este momento nos toca vivir, con todas sus contradicciones. Aquí nos toca vivir la fe, anunciar el evangelio, construir el Reino… en medio de ruidos, desconfianzas y polarizaciones.
Tenemos que volver siempre a lo primordial del plan de Dios para ser cada vez más como Él quiere, y eso nos llevará a superar diferencias y a buscar lo que nos une; nos obligará a acoger y a escuchar e ir a lo fundamental. ¿Acaso no es este un momento hermoso y apasionante? Al cansancio, la monotonía, la polarización, la desconfianza… hay que plantarle cara con la ilusión y la esperanza, creemos en Alguien que nos dice estaré con vosotros todos los días hasta el final de los tiempos. Él nos impulsa y sigue abriendo caminos, incluso en todas las dificultades comentadas, y nos urge al compromiso con la realidad
Cambia de mar, el Cantábrico de Foz por el Atlántico de Vigo. ¿Qué otras cosas van a cambiar en su vida a partir de ahora?
Irme para Tui-Vigo supone un cambio por lo que hasta ahora me ha configurado; aquí queda mi familia, muchos amigos, la diócesis en la que crecí y en la que recibí la fe y fui caminando como discípulo del Señor, mis raíces… ahora se abre una nueva etapa donde todo lo vivido, que forma parte de mí me va acompañar y aquí, en la nueva diócesis, lo viviré igual.
Tengo que aprender a ser obispo-pastor, con fuerte olor a oveja, y ahí seguro que voy a contar con muchas personas que me van a ayudar. Habrá aspectos nuevos, la realidad es distinta y tengo que conocerla, pero creo que lo vivido hasta ahora, lo compartido como cura de pueblo, como párroco me va ayudar. Cambian realidades y aspectos, pero sigo siendo un creyente que quiere vivir como discípulo en el día a día. Un hermano, con una función específica, pero un hermano en el camino de la fe.
Sueña usted con una Iglesia sinodal. ¿Ha bajado el interés sobre la segunda fase del Sínodo sobre la Sinodalidad que se celebra este próximo octubre en Roma? ¿Qué espera usted de ella?
No sé si ha bajado el interés sobre la nueva fase del Sínodo; en muchas comunidades siguen funcionando los grupos sinodales, y al acercarse la fecha de la nueva etapa en Roma, seguro que se reavivarán. El Sínodo está en marcha, necesitamos estar abiertos a aquello que el Espíritu nos vaya indicando. Confío en eso, en esa escucha a lo que Dios sugiera a través del trabajo, reflexión y oración de los participantes del Sínodo y en la acogida del pueblo de Dios.
Anteriormente comentaba que este es un momento apasionante, la celebración de un Sínodo universal también. Sólo Dios sabe a dónde nos quiere llevar y por qué caminos… Nos toca acoger, lo que supone retos nuevos.
No temo a la corrección fraterna, hecha desde el amor, el respeto y la sinceridad. El obispo viene a una Iglesia concreta, con su historia y ahí, se pone a caminar con ella, todos juntos. En ese camino habrá visiones distintas, errores, y es normal compartirlos cara a cara
Se somete usted a la “corrección fraterna” y lo deja por escrito. No es muy habitual. ¿Teme que sus nuevos diocesanos lo tomen al pie de la letra?
No, no temo a la corrección fraterna, hecha desde el amor, el respeto y la sinceridad. El obispo viene a una Iglesia concreta, con su historia y ahí, se pone a caminar con ella, todos juntos. En ese camino habrá visiones distintas, errores, y es normal compartirlos cara a cara, como hermanos, y desde ahí, buscar soluciones.
Seguro que me equivocaré más de una vez, y la corrección fraterna es necesaria para crecer y mejorar; como en las familias, las amistades… y qué regalo es encontrar en la vida alguien que desde el cariño te ayuda a crecer así. Decía en el saludo que envié a la diócesis que tuviesen paciencia conmigo, tengo mucho que aprender y, con todos los diocesanos, será más fácil.
Etiquetas