En la apertura del Sínodo de la Iglesia valenciana Cañizares diagnostica debilidad evangelizadora de las comunidades cristianas, cansancio de los pastores y falta de empuje
El cardenal arzobispo de Valencia abre el Sínodo Diocesano lamentando el estado de la realidad eclesial y animando a la acción y la renovación en todas las esferas de la vida
El final del Sínodo está previsto para la Pascua de Pentecostés del próximo año, pocos meses antes de que el cardenal Cañizares presente su renuncia a la sede de Valencia por motivos de edad
Este sería el décimo sínodo de la historia de la diócesis que comenzó tras la conquista de Valencia, en el siglo XIII
Este sería el décimo sínodo de la historia de la diócesis que comenzó tras la conquista de Valencia, en el siglo XIII
| Baltasar Bueno, corresponsal en Valencia
El cardenal arzobispo de Valencia, Antonio Cañizares, ha dado el pistoletazo de salida al nuevo Sínodo Diocesano –el último se celebró en 1987, gobernando la Diócesis Miguel Roca Cabanellas- haciendo una diagnosis de la realidad eclesial valentina, muy similar a la de otras partes de la Iglesia Universal, en la que ha hablado del “olvido de Dios” en el mundo, que vive como si no existiera Dios, traducido en buena parte por el “gran descenso de la práctica dominical”, “la falta de presencia de los cristianos en la vida pública”, “la apostasía silenciosa de muchos cristianos”, “la debilidad evangelizadora en las comunidades cristianas” y “la quiebra moral, sobre todo en Occidente”. Consecuencia de ello, para el cardenal Cañizares es “el cansancio de los pastores” y la falta de “empuje evangelizador”.
Ante ello, Cañizares llama a no quedarse pasivos y conformes con la situación, razón por la que ha convocado el Sínodo Diocesano de la Iglesia Valentina. Ante la magnitud de la tarea alegó la necesidad de la fuerza del Espíritu Santo, una renovación interior que nos de fuerzas para evangelizar, ser testigos y anunciadores del Evangelio, necesitamos ser en verdad y eficazmente una Iglesia evangelizada y evangelizadora, que se atreva con libertad, obedeciendo a Dios antes que a los hombres o a los poderes del mundo, a anunciar a Jesucristo como la gran verdad que salva y renueva al mundo, una Iglesia que se atreva como Jesús a anunciar el Reino de Dios y a llamar a la conversión, una Iglesia que haga cristianos, discípulos de Jesús, testigos de la fe y el Evangelio en nuestro mundo, en la vida pública, en todas las esferas de la vida personal y social. Sin conversión no hay Iglesia.”
Es impetración a la presencia del Espíritu Santo ya se advirtió desde un primer momento en la procesión de entrada de la Eucaristía inaugural al ir Obispos, sacerdotes y diáconos revestidos de rojo, en un día en que la liturgia normaba el color blanco por la fiesta de Teresa de Jesús, nombre que estuvo presente reiterativamente en el ochenta por ciento de los párrafos del texto homilético y bajo su protección y mediación puso el Sínodo Cañizares, que siente especial afecto y devoción por la santa de Ávila, cuya Diócesis rigió.
El decreto de convocatoria del Sínodo contempla 12 puntos a tratar: La nueva evangelización; La iniciación cristiana y la catequesis; La parroquia y el laicado; .la eucaristía y la adoración eucarística; Los jóvenes; La familia; La escuela, la universidad y la pastoral educativa; Los pobres; La cultura; Los sacerdotes; La vida consagrada y La mujer en la Iglesia y en la sociedad. Asuntos que serán tratados por distintas comisiones creadas ad hoc.
El final del Sínodo está previsto para la Pascua de Pentecostés del próximo año, pocos meses antes de que el cardenal Cañizares presente su renuncia a la sede de Valencia por motivos de edad. Con ello culminará su pontificado en esta Iglesia que históricamente ha sido muy importante y cantera de grandes santos.
Sínodos Valentinos
Relata Vicente Cárcel Ortí en su “Historia de la Iglesia en Valencia”, que los Sínodos Diocesanos comenzaron en el siglo XIII, al poco de ser conquistado el reino moro de Valencia por los cristianos (Jaime I), siendo obispo de Valencia el dominico fray Andrés Albalat. Fueron celebrados los años 1256, 1258, 1261, 1262, 1263, 1265, 1268, 1269 y 1273 y en ellos se sentaron los principios jurídicos de la organización eclesiástica valentina y la ortodoxia de la fe. También medidas disciplinares, “impuso penas durísimas a los clérigos que se embriagasen y a los que tuviesen concubinas.
En 1432, Alfonso de Borja, obispo de Valencia, celebró un Sínodo “para evitar los abusos y escándalos que la ignorancia de algunos clérigos había introducido en el púlpito, mandó que ninguno de ellos fuese admitido a predicar si no estaba graduado en teología o en derecho”. El prelado acabaría en Roma de Papa con el nombre de Calixto III.
En 1548, el obispo Tomás de Villanueva, que luego sería santo, quiso poner orden en el clero y convocó Sínodo donde se impuso a los párrocos “la obligación de residir en sus respectivas parroquias y de vestir traje talar, prohibiéndoles que se dedicaran a negocios seculares y amenazando con penas graves a quienes convivieran con mujeres de mala fama”. Insistió en que se instruyera cristianamente a los mahometanos.
El obispo Martín Pérez de Ayala convocó Sínodo en 1565 para aplicar las disposiciones del Concilio de Trento y de los moriscos conversos que aparentaban ser cristianos, pero seguían viviendo según la religión islámica.
En 1578 fue el arzobispo Juan de Ribera, luego santo, quien convocaría Sínodo con especial preocupación para que la liturgia se celebrara con gran dignidad. En 1584, otro Sínodo y en 1590 en la misma línea, decoro de los templos y liturgia. Creó el registro de bautismos. Este mismo año, un cuarto Sínodo para crear los aranceles para los clérigos. En 1594, quinto sínodo de jueces y examinadores de clérigos. El sexto, en 1599, otro sobre normativa para el clero. El último en 1607, relacionado con el respeto que el sacerdote debe celebrar la Eucaristía. La normativa de sus Sínodos fue a reglar la vida de la clerecía que andaba muy desordenada.
El arzobispo Isidoro Aliaga celebró Sínodo en 1631 con el objetivo de eguir aplicando el Concilio de Trento. Mucha normativa para clero y templos. Todos los cantos tenían que ser en latín, ninguno en lengua vulgar. Prohibió que las imágenes religiosas fueran a los entierros encima de los féretros (la de la Virgen de los Desamparados fue llevada erguida desde entonces).
En 1657, el obispo, el franciscano fray Pedro de Urbina, convocó Sínodo “para renovar las antiguas sinodales“, es decir, para reformar aquellas disposiciones sinodales no ortodoxas. Editadas en castellano ocuparon 374 páginas. Ordenaba a los párrocos llevasen la comunión el tercer día de Pascua a enfermos, presos e impedidos, con cirios , volteo de campanas y calles engalanadas. “El combregar d´impedits”.
En 1687, el obispo, el dominico fray Juan Tomás de Rocaberti, convocó Sínodo insistiendo en observar las normas tridentinas en materia de fe y costumbres.
En 1951, el arzobispo vasco, salesiano, Marcelino Olaechea Loizaga, convocó Sínodo donde rindió homenaje a los sacerdotes asesinados durante la guerra civil a causa del odio a la religión. En su sesión e clausura se destacó otros puntos: que Roma declarara a santo Tomás de Villanueva doctor de la Iglesia (lo que aún no se ha conseguido y Cañizares ha vuelto a pedir), que se canonizara al Beato Juan de Ribera, expresó su satisfacción por la declaración de dogma de la Asunción de la Virgen, “que desaparezca el olvido en el que hemos tenido el Santo Cáliz de la Cena y se acreciente su veneración”, “que se realice el proyecto de Templo Monumental de Nuestra Señora de los Desamparados( que no se ha hecho)” y que “la Diócesis haga un supremo esfuerzo para continuar y acabar el Nuevo Seminario, emprendidas por el arzobispo Melo y Alcalde”.