El arzobispo de Madrid ha centrado su homilía en este tiempo cuaresmal que vive la Iglesia y en el Evangelio proclamado, en el que Jesús les dice a los de Jerusalén: «A mí me conocéis, y conocéis de dónde vengo». «Esta es la clave», ha afirmado el purpurado. No conocer a Jesús «para controlarlo, para meterlo en nuestros esquemas» o que «responda a nuestras expectativas», sino para ir por donde Él va y «con quien nos pone en el camino». «Solo diciendo que queremos ir con Él, pero el lugar y el modo» lo marca Jesús, ha añadido.
«Tenemos una oportunidad —ha confirmado— de crecer en esta Cuaresma, no porque hagamos muchos propósitos, sino porque Jesús arranque de nosotros un nuevo sí a dejar que Él ponga la dirección». Dicho de otro modo, «por saber acompañar a Jesús e ir por donde Él nos quiere llevar».
En la capilla del seminario, el arzobispo de Madrid ha recordado que «decir sí a Jesús es decirlo juntos». Los diáconos siempre «han atendido las necesidades de los fieles, especialmente de los pobres y de los enfermos; no porque sea una práctica de ONG, sino porque ahí la Iglesia puede descubrir lo que es la salvación». Y aquí el cardenal Cobo se ha referido al servicio. «Quien sirve es Cristo, y lo hace a través de vosotros», ha subrayado.
Por eso ha pedido «que delante de este Evangelio de hoy acojamos la llamada al servicio; pero servir juntos, vinculándonos unos a otros, a la diócesis y a la Iglesia». «No os canséis de recordar —ha continuado—, que lo nuestro es el servicio a los pobres y a los últimos». Que todo en el diácono, ha pedido, «huela a los últimos».
En este camino, ha alertado de las tentaciones que puede aparecer: el poder, el prestigio, el «quién tiene más seguidores», la tentación de «etiquetarnos»... Como los de Jerusalén, que «intentaban agarrarlo» —tal y como recoge la Palabra—, muchos, ha afirmado el cardenal Cobo, «intentan echar mano a Jesús con la crítica, desacreditándolo, poniéndole la zancadilla», mediante el bloqueo «del crecimiento del Evangelio» o encapsulándolo «con el “siempre se ha hecho así”». Pero «nada de esto detiene a Jesús; Él tiene el ritmo inexorable de la entrega de la vida».
Cena fraternal
Tras la Eucaristía, estaba prevista una cena para todos los asistentes, en la que se contempla un momento de tertulia con el arzobispo. Tal y como expresaba Roberto, «eterno aspirante» al diaconado, «me encanta que la fraternidad diaconal nos juntemos». «Tenemos que caminar en familia con el obispo, la diócesis y la Iglesia», sostiene, en un año en el que, por primera vez, los diáconos permanentes serán ordenados en la catedral de la Almudena.
También muestra su alegría Dámaso Caminero, ordenado en 2022. «Este es el día que más quorum hay de diáconos», porque el resto del año, reconoce, es más difícil por las obligaciones de cada uno. Dámaso tuvo el «privilegio de que la primera Misa de don José como arzobispo de Madrid fue en mi casa».
Efectivamente, Dámaso vive en Aoslos, localidad de la sierra pobre de Madrid a la que se trasladó el cardenal en su primer domingo como arzobispo. De hecho, fue él quien cogió la llamada de Roma en la que al entonces obispo José Cobo le comunicaron que el Papa le había creado cardenal. Dámaso le bromeó: «Ha entrado en casa como arzobispo y sale como cardenal».
Aquella homilía del cardenal Cobo en su pueblo le impactó. «Todavía estoy empapado de ella», porque fue «a lo más pequeño, lo más humilde». «Nos dijo que aunque solo hubiera dos personas, no dejáramos de celebrar la Eucaristía». Y en este viernes, 15 de marzo, en el encuentro anual de los diáconos con su obispo, «ha continuado en la misma línea: servicio y humildad».