Una iglesia de Catarroja, convertida en punto de distribución de alimentos, reúne la feligresía al aire libre "Celebrar la misa dominical en la plaza, en medio del desastre, es testimonio de luz y de belleza eucarística"
Entre cañas de río, pilas de botellas de agua y sacos de pienso para gatos es cómo se celebró la misa del pasado domingo en la plaza de la parroquia de María Madre de la Iglesia de la población de Catarroja
Con la virgen colocada en un espacio visible, los cuarenta minutos de la ceremonia, celebrada por el sacerdote José Vicente Alberola, transcurrieron entre sirenas y motores de grandes maquinarias
Para celebrar con normalidad, fue necesario que otros sacerdotes le prestaran al cura desde una casulla hasta un cáliz. Una muestra de cómo el pueblo, a pesar de vivir en estado de choque, "se quiere aferrar a la fe"
Para celebrar con normalidad, fue necesario que otros sacerdotes le prestaran al cura desde una casulla hasta un cáliz. Una muestra de cómo el pueblo, a pesar de vivir en estado de choque, "se quiere aferrar a la fe"
| Xavier Pete Vega
(FLAMA).- Entre cañas de río, pilas de botellas de agua para ser repartidas a los vecinos con menos recursos y sacos de pienso para gatos es cómo se celebró la misa del pasado domingo en la plaza de laparroquia de María Madre de la Iglesia de la población de Catarroja, en la comarca valenciana de l'Horta Sud y una de las más golpeadas por la DANA. La escena —que sucedía mientras, alrededor, decenas de voluntarios y militares seguían retirando coches y barro—, se repetía, al aire libre, en otras localidades devastadas por la catástrofe en la Comunidad Valenciana y volverá el próximo domingo “como un signo de luz en medio de la oscuridad”, como destaca el acólito y feligrés Joan Albert Magrané, de 39 años y residente a pocos metros del templo catarrogí.
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“Llevamos la eucaristía a la plaza, como lo hace el Papa en sus audiencias de los miércoles —rememora, por su parte, otro feligrés mientras, como ha hecho estos últimos días, se pone las botas con las que saca el barro y reparte alimentos en el interior de esta iglesia, ahora convertida en un repositorio de alimentos y utensilios de primera necesidad. A diferencia de Francisco, que este miércoles aparecía en la plaza de San Pedro del Vaticano con una talla de la Virgen de los Desamparados, patrona de Valencia, la virgen que presidía la improvisada misa del domingo era la Virgen de la Medalla Milagrosa.
"Para celebrar con normalidad fue necesario que otros sacerdotes le prestaran al párroco desde una casulla hasta un cáliz"
Con la virgen colocada en un espacio visible tanto para los feligreses que ocupaban un puñado de bancos de madera como para los vecinos que contemplaban la situación desde el balcón de sus hogares, los cuarenta minutos de la ceremonia, celebrada por el sacerdote José Vicente Alberola, transcurrieron entre sirenas y motores de grandes maquinarias, pero "con la misma pasión de un rito normal y corriente", señala Magrané, que es padre de tres niños y espera ser ordenado pronto diácono permanente. Sin embargo, para llegar a esta normalidad fue necesario, como indica el presbítero, que otros sacerdotes le prestaran desde una casulla hasta un cáliz: "La inundación de la iglesia dejó en muy mal estado casi todo", lamenta el alicantino.
La imagen, "más propia de países en situación de guerra o de grandes dificultades sociales", compara Magrané, era un reflejo de lo que, para este hombre, es "el testimonio de la luz, de la belleza eucarística y de la creencia en la presencia real de Jesucristo“. Pero era, también, una muestra de cómo el pueblo, a pesar de vivir en estado de choque, "se quiere aferrar a la fe", continúa este técnico de calidad en una empresa del sector cárnico. "Detrás de cada persona hay historias que rompen el alma, incluso a los más insensibles", concluye Joan Albert Magrané, que está superando físicamente la situación, aunque se declare "deshecho anímicamente".
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