Entrevista al obispo de Teruel: "La Acción Católica General camina sin parar" Antonio Gómez Cantero: "Los decretos y documentos no cambian a las personas y por tanto tampoco a las instituciones"
"Es un buen instrumento para poner en marcha la vida de las parroquias, muchas de ellas ya a punto de agonizar. Todas estas personas laicas, pequeñas y grandes, con su dinamismo, están demostrando que las parroquias son necesarias"
"Sin una vida humilde y sencilla no hay Espíritu. Todo lo demás es una construcción verdaderamente hermosa, pero con la soberbia de Babel"
"La diversidad es la riqueza, la unidad es el desafío, todos tenemos derecho a existir"
"La diversidad es la riqueza, la unidad es el desafío, todos tenemos derecho a existir"
"Las personas del ámbito rural están más capacitadas para la espera, para los procesos", dice Antonio Gómez Cantero, obispo de Teruel-Albarracín, desde el confinamiento en la 'España vaciada'. Hablando del estado en el que se encuentra Acción Católica General, explica los retos (de antes y después del coronavirus) y se declara satisfecho de que el movimiento dé vida a las parroquias y sus miembros. "Descubro en el laicado de hoy una mirada fresca, con muchas capacidades, sin antiguas hipotecas", dice a Religión Digital.
¿La Acción Católica General goza de buena salud en España?
Permíteme que comience precisando. Yo soy el obispo consiliario de la Acción Católica: la general y la especializada. Entiendo la Acción Católica como una. Y también comprendo que las dos miradas, o campos de acción, son necesarias. El mundo de las parroquias en donde la ACG hace la labor aglutinadora del laicado, como un grupo de acción, de movilización, de formación, de potenciación de la propia vida de las comunidades parroquiales. Y los movimientos especializados, algunos más minoritarios, pero por eso no menos importantes, pues muchas veces están en la frontera de la evangelización, y contemplándoles les descubro como levadura silenciosa en la masa. Creo que la AC goza de buena salud.
¿Cuajó el intento de hace un tiempo de implantarla en todas las parroquias de España, a imagen y semejanza de las Cáritas parroquiales?
El camino es un proceso. Los decretos y documentos no cambian a las personas y por tanto tampoco a las instituciones. La ACG camina sin parar. El encuentro de Ávila del curso pasado, celebrando su décimo aniversario, fue un buen ejemplo de ello. Jóvenes, niños, adultos, matrimonios con sus hijos, algunos también ancianos, conviviendo juntos, celebrando juntos, con espacios de reflexión y participación… dieron muestras suficientes de que el motor está en marcha y empuja.
Está claro que la ACG es un buen instrumento para poner en marcha la vida de las parroquias, muchas de ellas ya a punto de agonizar. Todas estas personas laicas, pequeñas y grandes, con su dinamismo, están demostrando que las parroquias son necesarias y son focos de luz en medio de una sociedad falta de compromiso, solidaridad y, al menos, de una gota de eternidad.
¿Sigue jugando en contra de la ACG el que, para las generaciones más mayores, siga presente su imagen como 'el brazo largo de la jerarquía' o esa etapa ya está ampliamente superada?
La ACG sabe que es Iglesia o no es nada. En el encuentro de Ávila antes mencionado, en el que convivimos más de 600 personas, a nadie escuché hablar en estos términos. Quizás somos los antiguos militantes, entre los que me encuentro, los que tenemos fijaciones ancladas en el pasado. Pero desde los años 70 hasta hoy ha transcurrido medio siglo y este mundo (y también la Iglesia) ha cambiado tanto que debemos abrir más los ojos y no mantener la mirada fija en el pasado. Pues los nuevos militantes ya no saben de qué hablamos. Descubro en el laicado de hoy una mirada fresca, con muchas capacidades, sin antiguas hipotecas. Es su tiempo, como al principio de la Iglesia y los más mayores debemos dejarles ser ellos mismos. A veces los antiguos militantes (y también los curas) podemos ser una traba para ellos, pues nos cuesta dejar que otras personas más jóvenes tengan su propia manera de ver cómo realizar hoy la tarea evangelizadora. Hay que saber también desaparecer.
¿Qué puede y debe hacer la Iglesia española, para caminar "hacia un renovado Pentecostés", como reza el lema del Día de la Acción Católica, después de la coronacrisis?
A las personas nos encanta dividir el tiempo en etapas y creer que somos los protagonistas de ellas. Pero la mayoría de las veces no es así. Pentecostés encierra dos realidades. La primera es una gracia, un regalo, un don, que no depende de nosotros sino del Espíritu, que actúa donde quiere y como quiere. La segunda es una actitud de madurez que tiene que ver con la conversión y por tanto con el discipulado, el seguimiento. Si cuando se habla de Iglesia española nos referimos a la jerarquía, no puede hacer nada, sino dar ejemplo. Pero si se habla de todas las personas bautizadas, y además creyentes (el mundo del laicado, de la vida religiosa y de los presbíteros, diáconos y obispos), debemos dejarnos llevar más por el Espíritu que es impulso, fuerza, creatividad, santidad, gozo y sobre todo generador de comunidad. Si no hay comunidad no hay Espíritu. Sin la presencia entre nosotros de los pobres no hay Espíritu. Sin una vida humilde y sencilla no hay Espíritu. Todo lo demás es una construcción verdaderamente hermosa, pero con la soberbia de Babel, que nos tiene confundidos a todos.
¿Qué hacer, más en concreto, para ser capaces para "evidenciar y transmitir la misericordia del Padre", como pide el papa Francisco?
La misericordia es la esencia de Dios, así lo describe su Palabra. Y así los Papas y los santos de la Iglesia lo han trasmitido desde el principio. Francisco lo repite, pero no es una novedad, es eso, una repetición constante y machacona, para que no olvidemos tampoco nuestra esencia. La misericordia es el amor afectivo y efectivo, que tiene que ver mucho con la donación y servicio de cada persona bautizada. Para que haya misericordia tiene que haber humildad y abajamiento. Y esto es lo que más nos cuesta, pues exige una conversión del corazón y de la propia vida. Es demasiado fácil diseñarla en proyectos y reflexiones, pues el papel lo sostiene todo, pero es muy duro cuando tú tienes que vivir en misericordia. El hecho de que vivamos divididos es que ni lo hemos olido.
¿Comparte la idea de que nuestras parroquias tendrán que ser cada vez más samaritanas, para acompañar a la gente empobrecida en la salida de la crisis de la pandemia?
Las parroquias deberán ser un todo: espacio para la catequesis, para la liturgia, para la caridad. Estos elementos son como vasos comunicantes. Cuando se seca uno de ellos dejan de fluir los demás. La donación de uno mismo (con sus bienes incluidos) solo nace de una espiritualidad fuertemente anclada en el seguimiento de Cristo y acompañada por una comunidad que celebra la Vida y se hace eco del testimonio de todas las personas que le han seguido a lo largo de la historia, de la Iglesia.
La comunidad cristiana, desde su origen, ha tenido siempre una mirada samaritana: mira, se acerca, cura, acompaña y se entrega. Los pasos del samaritano son los pasos de Jesús y obligatoriamente los de su Iglesia.
¿Será posible salir adelante sin refundar el sistema financiero mundial?
Este tiempo de pandemia ha sido un momento de parada para que nos repensemos la vida en su totalidad, también la dimensión económica. En primer lugar, la fragilidad nos debe hacer más humildes, no creernos ni los dueños de nuestra vida social, ni de nuestra naturaleza. Pero veo casi imposible que se refunde el sistema financiero. Entiendo muy poco de esto, pero no es un momento para la complejidad, sino para la simplicidad. El estilo de vida en el que estamos inmersos el primer mundo, al que pertenecemos, no puede mantenerse sin el sacrificio de los otros: el tercer y cuarto mundo, aquel de los países pobres y el de los cinturones de miseria de nuestras ampulosas ciudades. Y seguiremos protestando, pero sin dejar de consumir aquello a lo que nos han acostumbrado y nos han hecho pensar que es necesario. Este camino de simplicidad, “menos es suficiente”, no se puede dar sin un cambio de corazón y sin una mirada fraterna y solidaria con los que menos tienen y de los que vivimos el resto.
¿Nos merecemos los políticos tan polarizados y descalificadores que tenemos?
"Este camino de simplicidad, 'menos es suficiente', no se puede dar sin un cambio de corazón y sin una mirada fraterna y solidaria con los que menos tienen y de los que vivimos el resto"
Supongo que entre los políticos habrá de todo y en todos los lados. No me interesa la masa, me interesan las personas en concreto con sus cualidades y sus defectos (todos tenemos esta mezcla). No es que quiera tirar balones fuera, es que no quiero generalizar. Es lo mismo cuando hablamos de los cristianos. La diversidad es la riqueza, la unidad es el desafío, todos tenemos derecho a existir. Y cuando hay un problema global debemos unir nuestros esfuerzos para enfrentarlo juntos. El problema, ahora más que nunca, son las palabras vacías, los discursos sin contenido ni efectividad. Estas arengas nos incapacitan para hacer proyectos y poder revisarlos, que es la base del crecimiento.
¿Qué lección principal extrajo del confinamiento en una de las zonas más emblemáticas de la España vaciada?
Nosotros en realidad, respecto a las grandes urbes, vivimos “confinados” siempre. Las personas del ámbito rural están más capacitadas para la espera, para los procesos, para el discernimiento, para la prudencia, pues lo da la experiencia inmersa en la naturaleza. Y esto se ha notado en este tiempo de aislamiento. No quiero pecar de purista, pues también estamos influenciados por la globalización, pero menos. El bagaje cultural de muchos años, aún tiene mucho peso en nuestras vidas.
Quizás ahora es el momento para que el resto de España visite el interior de estas tierras tan ricas en patrimonio, cultura, socialización, profundidad religiosa, gastronomía, solidaridad… Y de esta manera nos ayuden, también a nosotros, a salir adelante.